Para sorpresa generalizada el dato de PIB del cuarto trimestre en Estados Unidos fue ligeramente negativo, -0.1%. Es verdad que el dato es algo engañoso, una importante contracción en el gasto de defensa tuvo un impacto negativo de algo más de un punto, como lo tuvo una reducción quizá estacional en inventarios. Aún así el dato es malo y, pese a la poca atención prestada por los mercados, hay motivos para la preocupación.
Dos son los factores en este número que pueden persistir a lo largo del año: el flojo comportamiento de las exportaciones y el creciente impacto de una inevitable contracción fiscal, y créanme, el mercado no está descontando un parón económico en Estados Unidos, más bien lo contrario. El dato pone de relevancia la alta sensibilidad de la economía americana al gasto público, y siembra dudas sobre la sostenibilidad de una recuperación sin un continuo estímulo fiscal y monetario.
La semana además nos ha deparado más datos contradictorios. Uno positivo de empleo y otro negativo de confianza del consumidor. A mí, todos estos números unidos al exuberante comportamiento de las bolsas mundiales y un consenso optimista sobre el futuro de los activos de riesgo, me pone muy nervioso. La gran mayoría no ve motivos por los que la bolsa americana puede bajar, como en verano del año pasado nadie era optimista sobre las posibilidades de las bolsas europeas. La comunidad inversora está muy optimista pero yo cada vez veo más motivos para ser cauteloso, especialmente en Estados Unidos. Allí, si bien la bolsa no está especialmente cara, los márgenes de las empresas sí que se encuentran en máximos históricos, como lo están unas expectativas de beneficios que veo difíciles cumplir. Sucede exactamente lo contrario que en Europa. Aquí la bolsa está barata mientras transitamos las profundidades del ciclo. Prefiero Europa.
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