El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha iniciado el segundo mandato con el antecedente del menor éxito de su gestión anterior. La crisis económica, la problemática migratoria, el desempleo, la prisión de Guantánamo, los crímenes en colegios, el consumo de drogas, el déficit presupuestario, el altísimo costo de las fuerzas militares, la situación inmobiliaria sin solución estable, el diferendo político interminable con el Partido Republicano en el Congreso; toda una cadena de conflictos intercomunicados continúan en 2013, y todo apunta negativamente hacia los próximos cuatro años.
Los recientes encuentros entre unos y otros no avisarán la solución conjunta, mientras China cada vez más toma la delantera. Los intereses comunes de carácter económico y de otra índole tampoco se concilian, lejos de esto se alejan; América Latina deja el tutelaje y estrecha sus relaciones con Europa, que busca también alternativas, al igual que el continente asiático.
Obama se muestra agobiado por la inseguridad escolar y el control de armas de guerra en el propio país, unido al descontrol inmigrante y sus profundas consecuencias. Acaso se requiere otro líder renovado, que encuentre un cúmulo de soluciones a una potencia mundial en declive. En ninguno de los dos partidos se vislumbra un líder que proyecte la visión y las soluciones. La premisa común es la superioridad norteamericana de la que hacen gala, totalmente incierta. La superación y el crecimiento está en los 5 continentes, que luchan por la solución de los problemas sociales, de carácter económico y político, de magnitudes diferentes.
Acorde con esta realidad, las estructuras regionales e internacionales se renuevan y aquellas pierden beligerancia. También se manifiestan los pactos militares, frente a los cuales las fuerzas por la paz no se esconden. La tendencia es la negociación y el respeto mutuo. El candidato demócrata intenta hacerlo próximamente, parece difícil.
Aunque todavía no se reconoce en la misma nación norteamericana, aquella sociedad fue capaz de elegir un presidente llamado Jimmy Carter, que devolvió la llamada Zona del Canal. Además mejoró notablemente las relaciones con la isla de Cuba. La teoría física de la desintegración del átomo se propuso para el avance científico, no para crear nuevas armas genocidas, ni para hegemonías de ninguna índole. Este siglo debe dar muestras fehacientes de lo que aspiran los pueblos; Naciones Unidas no debe fracasar, como ocurrió con la Liga de la Naciones.
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