30/05/13 – 00:00 OPINIÓN
¿Justicia estadounidense?
Nuestra justicia, la justicia guatemalense, jamás se ha atrevido a juzgar a un ciudadano estadounidense, y no porque todos los gringos que vienen a Guatemala son unos santos, sino porque estos, al hacer un robo, saben hacerlo sin que los pesque nadie. Eso de tocar a un gringo, ni pensarlo. Ellos tienen el poder del mundo. Nadie puede atacarlos, nadie puede enjuiciarlos. Además, ellos no lo permitirían. Juzgarlo, sí, pero en Estados Unidos, aunque haya cometido atrocidades en otros países.
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MARGARITA CARRERA
¿Cuándo hemos leído en un periódico guatemalteco que un gringo fue juzgado por los crímenes cometidos en nuestra patria? Quizá no en la actualidad, pero sí en la época de la United Fruit Company, sobre todo en la época en que botaron a nuestro presidente Jacobo Árbenz Guzmán, quien fue perseguido en todos los lugares que estaba porque era “comunista” o sospechoso de serlo.
Aún revivo el inmenso dolor que sentí cuando pusieron a Castillo Armas en su lugar. Me dolía leer los periódicos o ver la televisión. Todas las noticias a favor de él y todas las acciones malas en contra de Árbenz. Aquel hombre que, además de bello, era inteligente y no se había querido vender. Todo lo que hablaban contra él me dolía en el alma, pero debía permanecer callada pues trabajaba en el “Colegio La Preparatoria”, de secretaria, con mis tías Molina Llardén que eran rematadas castilloarmistas. Silencio por fuera y dolor por dentro.
Solo a mi novio me atreví a decirle mis ideales, allá él si los aceptaba o no, allá él si rompía conmigo por lo que pensaba. Pero estaba muy enamorado de mí, así que guardó él también mi silencio frente a su familia totalmente castilloarmista.
Pero llegó un día en que Castillo Armas fue asesinado. Con tal asesinato no cambió nada. Los que le siguieron fueron sobre todo militares, todos reaccionarios, ninguno con algún afán revolucionario. La izquierda fue barrida por dentro y fuera de Guatemala. Pero en absoluto éramos comunistas, revolucionarios no quiere decir, necesariamente, comunistas.
Yo era muy joven para escribir en los periódicos mis pensamientos. En esa época, además, solo escribía poesía, que Pedro Julio García y César Brañas me publicaban en El Imparcial —diario ya desaparecido— y el nuevo periódico Prensa Libre, en sus inicios.
Sin embargo, tenía dos buenas amigas que pensaban como yo: Ruth Álvarez y Mimí Díaz Lozano, hija de la escritora hondureña Argentina Díaz Lozano, quien trabajaba conmigo en el Instituto de Antropología e Historia, cuando este quedaba en el Parque Nacional La Aurora.
No creíamos en la justicia estadounidense, éramos, primero arevalistas y, luego, arbencistas. Nos reuníamos las tres para cambiar opiniones, pues teníamos los mismos ideales.
Ahora surge el caso de Alfonso Portillo, a quien se le juzga en Estados Unidos culpable o no. Debe ser juzgado en Guatemala, su patria, no fuera de ella.
Me atrevo a alzar mi voz a favor de él como guatemalteca que soy. Que no lo entreguen a los gringos, que se quede en Guatemala. Nosotros no somos unos imbéciles y sabemos de las actuaciones justas e injustas.
Portillo no es un asesino. No ha matado a gringos ni a guatemaltecos. Si ha robado, es otra cosa. Aquí tenemos también Tribunales de Justicia. Puede que funcionen bien en su caso, pues parece que nadie lo quiere. Así que si se le juzga en Guatemala, de seguro se le declarará culpable. Antes de probarlo, ya todo el mundo lo sabe. Todo el mundo parece odiarlo. ¿Tendrá amigos que lo oigan? ¿Amigos que le perdonen si en algo muy serio los dañó? ¿Qué será de su caso en Estados Unidos?
“El juez estadounidense Robert Patterson fija audiencia para el 28 de junio”. Estoy segura de que las pruebas en su contra abundarán. Estoy segura de que será condenado y que será recluido en una cárcel gringa. Estoy segura de que Guatemala agachará la cabeza como tantas veces lo ha hecho.
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