Syria and the Twists and Turns of Gringo Politics

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Siria y las vueltas de la política gringa

Cuando el presidente republicano George W. Bush atacó militarmente Afganistán, en 2001, e Irak en 2003, para impulsar la guerra contra el terrorismo, fue condenado por los políticos e intelectuales de izquierda de Estados Unidos. Ahora, esos mismos políticos e intelectuales de izquierda piden al presidente demócrata Barack Obama que ataque a Siria y castigue al régimen de Bachar al Asad, por usar armas químicas de exterminio masivo contra la población civil de su propio país.

También ahora, los mismos intelectuales de derecha que apoyaron las guerras de Bush hijo en Afganistán e Irak, se oponen a que el presidente Obama ordene bombardear sitios estratégicos de Siria, ese desdichado país árabe que está sumido en una sangrienta guerra civil que dura ya más de dos años y ha causado más de cien mil muertos y más de seis millones de refugiados.

El reconocido centro de pensamiento estadounidense de derecha, Fundación Heritage, ha difundido un escrito de James Carafano, uno de sus principales analistas, quien da “cinco razones para no recurrir a ataques con misiles” contra Siria. Primero, que la obligación internacional de proteger a los pueblos de los crímenes de guerra, establecida en 2005 por una cumbre mundial de las Naciones Unidas, “no es una justificación adecuada para una intervención militar directa” de Estados Unidos. Segundo, que en Siria no están en juego intereses vitales de Estados Unidos. Tercero, que no sería inteligente usar la fuerza militar en este caso. Cuarto, que un ataque contra Siria “únicamente haría que el presidente Obama pareciera más débil”. Y quinto, que Estados Unidos se distraería de lo que en realidad debería estar haciendo, que es trabajar con otros países para acelerar el final del régimen de Bachar al Asad.

Pero en la acera opuesta, el periodista y escritor estadounidense de izquierda y columnista estrella del periódico The New York Times, Nicholas D. Kristof, ha publicado un artículo titulado “La peculiar definición de paz de los que rechazan un ataque”, contra Siria, en el cual imputa a quienes se oponen, que no ofrecen ninguna alternativa. “Está muy bien —dice Kristof— reclamarles a las Naciones Unidas y a la Liga Árabe que se ocupen más, pero eso significa que los sirios seguirán siendo asesinados a un ritmo de 5,000 al mes”. El periodista estadounidense, quien ha sido galardonado con el Premio Pulitzer por su trabajo por los derechos humanos, interpela: “¿Qué proponen? ¿Que nos quedemos de brazos cruzados mientras un gobierno usa armas químicas contra su propio pueblo? Ya probamos el método del consentimiento paciente y no funcionó. Cuanto más se estira la guerra en Siria, más elementos de Al Qaeda se van fortaleciendo, más inestables se vuelven el Líbano y Jordania y más gente muere”.

Kristof cita al Observatorio Sirio de Derechos Humanos, el cual dice en su sitio web que el movimiento que se opone a la acción militar contra el régimen sirio “es antibélico en las formas, pero belicista en su esencia”. Y concluye que, en realidad, no hay mucha diferencia en este caso entre estar a favor de la paz y estar a favor de Al Asad, resignándose a que continúe la matanza de civiles.

Kristof tiene razón: las interminables y estériles discusiones en las cumbres de jefes de Estado y en los organismos de Naciones Unidas, no impedirán que continúe la carnicería humana en Siria, ni harán que Rusia y China dejen de apoyar a Bachar al Asad y lo obliguen a no seguir matando civiles inocentes.

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