How Long Did It Take for News of Kennedy’s Assassination To Spread across the Globe?

<--

¿Cuánto tardó la noticia del asesinato de Kennedy en dar la vuelta al mundo?

comentarios0

Se ha dicho que la noticia del asesinato de John F. Kennedy en 1963 tardó tres minutos en llegar a las Redacciones de los periódicos desde que Lee H. Oswald apretó el gatillo. Y que poco después había dado ya la vuelta al mundo. Eso demostraría la fuerza de la imagen del presidente americano y sobre todo la velocidad que habían alcanzado las transmisiones periodísticas hace medio siglo. Es imposible confirmar tales datos, pero minutos arriba o abajo, no cabe duda de que el impacto emocional de la noticia la hizo circular a velocidad desconocida hasta entonces en el sector de los medios y expandirse aceleradamente entre la gente conmocionada por la súbita destrucción de quien era ya un mito popular.

Recuerdo bien cómo conocí la noticia y la impresión general que causó. La leí a eso de las ocho y media de la tarde en una pizarra que el diario vespertino que entonces se editaba en Valladolid, Libertad, colgaba en la fachada de su sede, situada en la calle de Santiago, en el centro de la ciudad. No era un letrero de neón, que entonces no se conocían en el lugar, sino un tablero que podía haber sido arrancado del aula de un colegio, y de ese modo el periódico anunciaba cada día los asuntos de que se ocupaba. Paseaba con amigos por aquella zona, la más concurrida todos los días al final de la tarde, Santiago, Plaza Mayor, Zorrilla…, y pude comprobar que la conmoción causada por el atentado entre la gente fue mayúscula, como si hubiera ocurrido muy cerca de allí.

Había pasado una hora como máximo desde el asesinato en Dallas y ya la noticia se extendía por la ciudad. Poco después, las calles iban quedándose desiertas. Las emisoras de radio eran en aquellos inicios de la noche las principales fuentes de información hasta la salida al día siguiente de los dos diarios matutinos de la ciudad, Diario Regional y El Norte de Castilla. La televisión, que tenía entonces ocho años de vida, empezaba a mostrarse como el más atractivo medio de comunicación y, aunque su expansión era aún limitada, contribuyó a satisfacer, directa o indirectamente, la necesidad informativa de una parte ya considerable de la gente.

Sin posibilidad de certificar los datos, no merece la pena polemizar sobre si la noticia de la muerte del presidente Kennedy fue la que se expandió hasta entonces con más rapidez. Pero la agilidad de su propagación no tiene punto de comparación con la alcanzada ahora gracias al desarrollo tecnológico. El primer atentado a las torres gemelas de Nueva York, hace doce años, pudo ser visto al instante en todo el mundo gracias a las cámaras de televisión instaladas en multitud de enclaves de Manhattan y el segundo atentado fue visto en directo mientras la televisión emitía imágenes del primero.

También en el suceso de Kennedy hubo un decisivo episodio que captaron las cámaras, el asesinato de Oswald por Jack Rudy mientras era trasladado a prisión. Pero ahora los medios tecnológicos sirven gran parte de las noticias en el mismo momento en que se producen. Se ha llegado a hacer familiar la transmisión instantánea cuando no la simultaneidad. Las nuevas tecnologías han logrado hacernos espectadores de lo que está ocurriendo, pero no lancemos las campanas al vuelo porque la fiesta de la comunicación no puede ser completa ya que aún quedan en el mundo grandes zonas de sombra donde la información escasea o es inexistente.

La transmisión que las nuevas tecnologías han hecho inmediata y general en grandes partes del mundo no es inmediata ni general. Quedan en pie aún numerosas barreras levantadas por partidos y gobernantes que administran el conocimiento y niegan el derecho humano a la información. En eso el mundo ha avanzado poco durante los cincuenta años transcurridos desde el asesinato de Kennedy. Los sistemas comunistas que permanecen (China, Corea del Norte, Cuba…) y las dictaduras extendidas por Asia, África y una parte de Latinoamérica impiden la información independiente y la sustituyen por mensajes propagandísticos y mendaces. Allí circula la información procedente del exterior que es inocua o favorable a sus intereses. La demás queda detenida a las puertas de sus fronteras. No tiene sentido hablar en ellos de la velocidad de circulación de las noticias, porque simplemente las noticias son inexistentes.

About this publication