The massive espionage scandal requires a policy response from the White House.
One of the urgent issues that Barack Obama must address is how the National Security Administration (NSA) should operate. In January, the U.S. president will announce his plans to regulate the surveillance activities carried out by the intelligence services. It is a promise that cannot be postponed. The uncontrolled appetite of U.S. espionage, exposed by Edward Snowden, demands an immediate policy response from the White House.
The slow leak of information by the former NSA employee and his colleagues has eroded the American image and ability to maneuver. It has affected U.S. relations with even its closest allies. Leaks reveal the global monitoring of phone calls and the Internet in pursuit of terrorists as well as direct spying for political, and sometimes even commercial, ends. In fact, last Friday it came out that NSA had intercepted cell phone calls made by Joaquín Almunia, vice president of the European Commission, when, at the dawn of the 2008 crisis, he was responsible for the economic affairs.
Since June, Obama has not stopped excusing himself to the leaders in question. Now he should take the next step of acting in concrete ways to end to the abuse. The report created by a committee of experts (which he appointed) is on his desk. It proposes ways to limit the reach of espionage, including greater presidential control of certain decisions and the placement of a team of lawyers inside the secret court which — seemingly as just a formality — authorizes NSA operations. Other suggestions, such as leaving the collection and storage of metadata to telephone companies or some private entity, have been rejected by those responsible for intelligence.
The report is linked to a judicial decision that questions — appropriately — the constitutionality of electronic surveillance programs created after 9/11 based on the grounds of arbitrary and indiscriminate invasion of privacy. This case and at least three others will likely reach the Supreme Court.
Obama should restore confidence because terrorist networks create challenges that require international collaboration. Thus, it is essential that NSA be adequately supervised. This might also be the right moment to review the Patriot Act, which has enabled these and other serious excesses.
EDITORIAL
Un reto para Obama
El escándalo del espionaje masivo exige ya una respuesta política de la Casa Blanca
Entre los asuntos perentorios que Barack Obama debe resolver está el funcionamiento de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). El presidente estadounidense anunciará en enero su plan para regular las tareas de vigilancia de los servicios de inteligencia. Un compromiso que no puede posponer; la voracidad incontrolada del espionaje estadounidense, puesta al descubierto por Edward Snowden, exige una respuesta política de la Casa Blanca sin más dilación.
El goteo de filtraciones, administrado por el extécnico de la NSA y sus socios, ha erosionado la imagen y el margen de maniobra de Estados Unidos, y lo ha indispuesto incluso con sus más cercanos aliados. No era solo un barrido planetario de llamadas e Internet en pos de terroristas, sino, además, espionaje directo con fines políticos e incluso comerciales. Sin ir más lejos, este pasado viernes se ha sabido que la NSA interceptó el teléfono móvil del vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, cuando ocupaba la cartera de Economía en los albores de la crisis de 2008.
Desde junio, Obama no ha parado de disculparse con los líderes afectados. Ahora debe dar el siguiente paso y tomar medidas concretas para poner fin a los abusos. Sobre su mesa tiene el informe de una comisión de expertos que él nombró y que propone medidas para limitar el alcance del espionaje. Entre ellas, un mayor control del propio presidente en ciertas decisiones, y que haya un equipo de abogados en el tribunal secreto que autoriza —y por lo que se ha visto, es un mero formalismo— las operaciones de la NSA. Otras sugerencias, como dejar en manos de compañías telefónicas o una entidad independiente la recolección y almacenamiento de metadatos, han suscitado el rechazo de los responsables de inteligencia.
El informe se une a un fallo judicial que cuestiona la constitucionalidad de los programas de vigilancia electrónica establecidos tras el 11-S, calificados, con razón, de “invasión indiscriminada y arbitraria”. Este expediente y al menos otras tres demandas irán probablemente al Supremo.
Obama debe restaurar la confianza, entre otras cosas porque las redes terroristas plantean desafíos que exigen la colaboración internacional. Para ello es esencial que la NSA tenga una supervisión adecuada. Este puede ser, además, un buen momento para revisar la Ley Patriota, que ha amparado estos y otros graves excesos.
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These costly U.S. attacks failed to achieve their goals, but were conducted in order to inflict a blow against Yemen, for daring to challenge the Israelis.