Obama Fights Chaos

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Obama lucha contra el caos

• EEUU quiere evitar que Siria emule el caso de Libia, o Afganistán en los años 80.

• Washington sigue exigiendo que Asad deje el poder y se produzca una transición pactada

PABLO PARDO Especial para EL MUNDO Washington

Actualizado: 31/12/2013 19:00 horas

A falta de poco más de tres semanas para el inicio de las negociaciones de paz en Siria, el 22 de enero, Estados Unidos está tratando de unificar a los grupos islamistas menos radicales y a lo que queda de la oposición moderada a Asad. “No descartamos la posibilidad de reunirnos con el Frente Islámico”, afirmó Marie Harf, portavoz del Departamento de Estado, en alusión a una coalición de siete grupos creada en noviembre que tienen en común su rechazo de la democracia y la imposición de la ley islámica.

El objetivo de Washington, según la revista Foreign Policy citando a fuentes de la oposición a Asad en Turquía, es hacer que el Frente Islámico acepte en sus filas al Consejo Militar Supremo (CSM), una organización secular que ha sido reducida a la irrelevancia por los islamistas. El CSM era el grupo de oposición mejor visto por EEUU y la UE. Washington había entregado a esa organización 189 millones de euros en ayuda que no incluía armas ni munición pero sí equipos de comunicaciones, de transporte y medicinas. Ahora, el apoyo ha quedado congelado tras el avance imparable del Frente Islámico.

El problema es de qué pueden hablar Estados Unidos y el CSM con los yihadistas del Frente Islámico, para los que “Dios es el único soberano”, y cuyo comandante militar, Zahran Alloush, se ha comprometido a “limpiar de la Gran Siria la asquerosidad” que son los alauíes, como el presidente Asad. La aproximación es un acto de realismo. Esta coalición conquistó a principios de mes los cuarteles generales del CSM y, según las estimaciones del think tank proisraelí Instituto de Washington para Oriente Próximo, es la mayor fuerza de la oposición, con entre 45.000 y 60.000 hombres en armas.

El Frente Islámico es una opción mejor que el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, según sus siglas en inglés), afín a Al Qaeda y que está ganando posiciones en la guerra. Estados Unidos está entregando misiles y aviones no tripulados (drones) a las Fuerzas Armadas de Irak para que combatan al ISIS.

Apertura de las negociaciones de paz

Oficialmente, la posición con la que EEUU llegará a la apertura de las negociaciones de paz no ha cambiado. Washington sigue exigiendo que Asad deje el poder y que se produzca una transición pactada a la democracia. También mantiene su rechazo frontal a que Irán juegue ningún papel en las conversaciones.

Pero, en la práctica, EEUU está mirando la guerra civil siria de forma diferente a hace apenas unos meses. La presión de parte del Congreso para que el Gobierno de Obama “haga algo” en ese país se está desvaneciendo, a medida que los legisladores se concentran más en las elecciones de noviembre de 2014, que van a estar, salvo sorpresa, centradas en cuestiones domésticas. Y el riesgo de atacar a Siria o de acabar apoyando a grupos integristas es demasiado grande. Asad no es un tipo agradable, pero para Estados Unidos e Israel, su conducta es, al menos, predecible.

Estados Unidos quiere evitar a toda costa que Siria se desintegre en el caos, como ha pasado en Libia tras la intervención de la OTAN -que fue impulsada por Francia y Reino Unido más que por EEUU- o, aún peor, que acabe pasando como en Afganistán en los 80, cuando Washington apoyó a las guerrillas más fundamentalistas que combatían a la Unión Soviética.

El problema para Estados Unidos es, sin embargo, el mismo que Afganistán: sus aliados. Pakistán y Arabia Saudí fueron quienes se encargaron de que los fundamentalistas afganos llevaran la voz cantante en la guerra, y ahora, según el prestigioso ‘think tank’ de Washington Brookings Institution, Kuwait se ha convertido en uno de los principales soportes de los fundamentalistas sirios. A ese país se suma Qatar que habría dado más de 2.000 millones a la oposición siria. Todos esos países son suníes, y por tanto se oponen al Gobierno de Asad, que está aliado con la gran potencia chií de la región, Irán.

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