The True Enemy Is Cronyism

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El verdadero enemigo es el amiguismo

En días pasados, Barack Obama dijo que su prioridad es acabar con la inequidad de ingresos. Este discurso político, utilizado en Latinoamérica por décadas, es hoy el mismo que promulga el presidente de Estados Unidos, país cuyo éxito económico se debe al casi nulo intervencionismo “equiparador” de ingresos en sus inicios.

Es evidente que la economía americana y en general todas las economías estuvieran mejor si hubiese menos pobreza. Sin embargo, lo que parece realmente incomodar a Obama y a muchos gobernantes en Latinoamérica no es tanto la pobreza, sino lo que ellos llaman “ofensiva riqueza”. Es verdad que la desigualdad e inmovilidad de ingresos es un problema, pero no es correcto afirmar que la riqueza lo es. En efecto, no existe relación entre la desigualdad de ingresos y el hecho de que una pequeña fracción de la población sea más rica. La única excepción a esta regla es si la riqueza de estos “privilegiados” proviene del gobierno.

Un reciente estudio de las universidades de Michigan y Columbia sugiere que un incremento en la desigualdad de ingresos es perjudicial para las economías cuando los ricos obtienen su riqueza por medio de conexiones con el gobierno, es decir, cuando “gran parte de la riqueza nacional está en manos de un pequeño número de familias con conexiones políticas”. Si bien en principio esto suena bastante latinoamericano, en Estados Unidos hoy en día existen muchos millonarios que no lo fuesen si no existiese un favoritismo del gobierno.

Cuando el gobierno intenta equiparar los ingresos por medio de subsidios, impuestos o aranceles, se dificulta el dinamismo de la economía. Pero cuando el gobierno mueve descaradamente dinero de las arcas estatales hacia cuentas bancarias de ciudadanos cuyo único mérito fue amistarse con políticos, la brecha entre ricos y pobres crece aún más, pero sin dinamizar la economía. ¿Dónde queda entonces la retórica de desigualdad?

El hecho de que una fracción de la población sea más rica no destruye oportunidades ni empobrece al resto. Lo que sí empobrece al resto es la movilidad de ingresos conocida como “amiguismo”; esto es, los favores del gobierno que causan riqueza mal habida y desigualdad.

Si Bill Gates repartiera toda su bien habida fortuna, esto poco ayudaría a subir al resto en la escala de ingresos: no incrementaría los salarios, ni se reduciría la cantidad de gente encarcelada, ni se mejoraría la movilidad de ingresos para empujar a más gente hacia la clase media. Lo único que sí se lograría es que Bill Gates empobreciera, y con ello que las personas que dependen de su fortuna queden desempleadas.

Si la gente puede hacerse rica por ofrecer valiosos productos y servicios a buenos precios, toda la economía se beneficia. Si por el contrario, la fuente de ingresos de una fracción de la población es el resultado de utilizar al Estado para aplastar a los competidores, esta fracción se enriquece a costa de los demás. En Indonesia, un banco del Estado realizó préstamos con condiciones absurdamente generosas al hoy multimillonario empresario Prajogo Pangestu. Luego se impusieron aranceles estatales para proteger su negocio de la competencia. Hacerse rico con favores del gobierno crea una desigualdad nociva para la economía.

La próxima vez que oiga un discurso contra la desigualdad de ingresos recuerde que esta no es perjudicial al menos que sea el resultado del perverso “amiguismo”

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