El mensaje de la Unión de Obama, escaso de ambición, refleja su falta de apoyo en el Congreso
Pocos niegan al presidente Barack Obama su capacidad para hacer discursos brillantes, pero gobernar es otra cosa. Su quinto mensaje sobre el estado de la Unión, en la madrugada del miércoles, ha venido a convertirse en implícita declaración de impotencia ante un Congreso hostil, en vez de expresión de un programa político ambicioso. Si como objetivo resulta indiscutible estrechar en EE UU la brecha entre ricos y pobres, que el presidente juzga intolerable, las órdenes ejecutivas, a las que Obama ha anunciado que recurrirá para compensar la falta de apoyo parlamentario, son una herramienta insuficiente.
Obama ha pretendido, con un discurso centrado en lo doméstico, aportar vigor a su declinante agenda y presentarse como líder que puede gobernar al margen de un Congreso que ignora sus llamadas a la cooperación. Pero eso es ilusorio.
Las órdenes ejecutivas representan una minusvalía política como método de gobierno y no son aptas para iniciativas relevantes. No solo carecen del alcance y la permanencia de la legislación parlamentaria; implican también el reconocimiento de que el presidente es incapaz de alistar al Congreso en sus prioridades. Obama se arriesga gravemente a reducir aún más su influencia en un Legislativo dominado por los republicanos y acelerar el declive de su presidencia, que quedaría definitivamente maniatada si los demócratas perdieran el Senado en las decisivas elecciones de noviembre.
El presidente, con su popularidad bajo mínimos, tiene además un problema de credibilidad, que reflejan las encuestas. La mayor parte de los objetivos anunciados en su anterior mensaje de la Unión no se han cumplido. Muchas otras veces antes que ayer, Obama ha declarado que “el cambio climático es un hecho”, sin aportar solución alguna; como tampoco al anunciado control de armas de fuego que siguió a la matanza de Newton. Por enésima vez, Obama ha prometido cerrar la infamia de Guantánamo. Y Siria, cuyo bombardeo iba a ordenar hace cinco meses para detener a un régimen genocida, mereció una línea en su discurso.
El “año de la acción” anunciado por Obama corre el riesgo de seguir el mismo camino. Quizá con la excepción de un acuerdo de mínimos en el Congreso sobre la inmigración, habida cuenta el rechazo republicano a conceder la ciudadanía a los 11 millones de inmigrantes adultos que están ilegalmente en el país.
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