Hernán Pérez Loose
Martes, 8 de abril, 2014
Trilogía del éxito
Un estudiante del último año de un colegio público de Nueva York, Kwasi Edin, y cuyos padres emigraron de Ghana en los años ochenta, acaba de provocar un revuelo mediático. El año pasado envió su solicitud de ingreso a ocho de las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos, incluyendo Princeton, Harvard y Yale. Y para su asombro todas lo aceptaron.
Una combinación de factores jugaron a su favor. Su puntaje de 2.250 en el test estándar de admisión es impresionantemente alto, como es el haber tomado varios cursos avanzados de nivel universitario en sus últimos años de secundaria y liderar una serie de actividades sociales, entre otros.
El hecho no hace sino reflejar algunos cambios importantes que vienen ocurriendo en una sociedad marcadamente multiétnica y multicultural como la estadounidense respecto de los flujos migratorios. En los últimos años hay un notorio ascenso económico y social de nuevas minorías, incluyendo los llegados de naciones del África occidental, como Nigeria y Ghana. Estadounidenses nacidos en India, China, Vietnam y Corea ganan espacios. Así como minorías de origen iraní y libanés.
La experiencia casi épica de los inmigrantes judíos –quienes hoy ocupan un puesto destacadísimo en la política, cultura y ciencia a pesar de constituir apenas el 2% de la población– o la de los cubanos ya no son los únicos modelos. Otros grupos minoritarios vienen abriéndose campo.
Pero no es un fenómeno linear. Hay grupos que ascienden dentro de las minorías, pero que con el tiempo decaen. Así, los jóvenes de origen asiático de tercera generación ya no superan a los blancos en las escuelas como lo hicieron sus ancestros, o como lo hacen los hijos de los asiáticos recién llegados. Lo que implicaría que hay factores culturales realmente en juego.
Amy Chua y Jeb Rubenfeld, profesores de la Universidad de Yale, intentan explorar este fenómeno en un reciente estudio. Ellos creen encontrar en estas minorías tres variables que le son comunes y que explicarían su éxito. En primer lugar, observan una actitud de superioridad en estos grupos a los demás. En segundo lugar –y esto parecería contradictorio con lo anterior– hay en ellos un pronunciado grado de incertidumbre y hasta miedo. Muchos vienen escapando de persecución y guerras, y temen no poder insertarse y superarse en un medio tan competitivo como el estadounidense.
Y, en tercer lugar, en estos grupos hay una fuerte dosis de sacrificio, así como una gran apuesta a la educación, que lleva a sus miembros a postergar para más tarde en la vida la cosecha de los frutos de su trabajo presente. No hay ningún determinismo biológico o similar en estas claves del éxito de estas minorías, sostiene Chua. El que ellas sean observables en ciertos grupos no implica que no puedan adquirirlas mediante la educación y formación en casa.
El estudio ha causado polémica, críticas y elogios. Pero mientras el debate sigue, el joven Edin tiene hasta mayo para evaluar cuál de las universidades que lo aceptaron le ofrece el mejor plan financiero.
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