What’s Keeping the US Awake: A Frenzied and Dramatic Avalanche of Undocumented Children

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El nuevo desvelo de EE.UU: un desesperado y dramático aluvión de chicos sin papeles

Entre enero y mayo, 47.000 menores de Honduras, El Salvador, Guatemala y México cruzaron sin compañía adulta la frontera, el doble que en todo 2013

Por Laura Castellanos

REYNOSA, México.- Hace tres meses, y con sólo 14 años, Bryan dejó su pueblo cafetalero Quebrada María, en Honduras, a sus padres y a cinco de sus hermanos, y con el equivalente a 10 dólares partió hacia Estados Unidos.

El chico -menudo en tamaño, de piel color tostado y ojos grandes- lleva dos misiones: una, es ayudar a su familia; la otra, comprarse unos anteojos, porque ve todo borroso y la cabeza le duele todo el tiempo.

Si Bryan fracasa en su intento, nutrirá las filas de los 47.000 menores centroamericanos y mexicanos a los que, huyendo de la pobreza o la violencia, se los detuvo al cruzar a Estados Unidos entre enero y mayo de 2014, cantidad que duplica a la registrada en todo 2013 y que provocó una crisis migratoria sin precedente en ese país.

Un hermano mayor de Bryan, que ya había hecho la travesía, se comprometió a acompañarlo, pero en cuanto arribaron a la ciudad fronteriza de Tonalá, en Chiapas, le mostró su rostro pandillero, “marero”. “Se portó bien mal conmigo, se juntaba con los «drogos» -narra Bryan-. Yo pedía dinero y él me lo quitaba a la fuerza para comprar droga y me golpeó todito.”

Herido y sin dinero, Bryan huyó de su hermano y decidió proseguir solo su viaje en tren, en La Bestia, como le llaman, pero a pesar de su miopía se dio cuenta del peligro que corría. “Me subí en el tren y vi que había «mareros» tatuados y me dio miedo, quería decirle a la gente: «¡Bájense porque les van a hacer daño! ¡Los asaltan y los vuelan del tren!».” El tren arrancó. Un sobresalto sacudió a Bryan y se lanzó del transporte en movimiento. Luego deambuló hasta llegar a un parque. Se acercó a un camionero y obtuvo lo imposible: lo llevó, en un viaje de tres días, a la ciudad de Reynosa, Tamaulipas. Toda esta historia la cuenta Bryan en Senda de Vida, el modesto albergue cristiano para migrantes en Reynosa.

Luis, por su parte, es de Catemaco, Veracruz, y tiene 17 años. En tres meses lleva dos intentos de ingreso a Estados Unidos para reunirse con su padre, que vive en Los Ángeles. En el primer viaje, su padre le pagó 1300 dólares a un traficante o “coyote”, que terminó abandonándolo a él y a otras 36 personas en el desierto de Coahuila, por lo que vagaron 15 días sin agua y con sólo 10 latas de atún. El chico logró alcanzar la ruta y sobrevivió.

En el segundo intento, el muchacho pudo cruzar el río Bravo con apoyo de otro “coyote”, pero la patrulla fronteriza lo detuvo y remitió en Texas a un centro migratorio.

Lo recluyeron en una celda con otros menores. “Había muchísima gente”, dice. Las cifras de la patrulla fronteriza de Estados Unidos revelan que de 2009 a lo que va de 2014 se deportó del país a 159.000 menores sin acompañamiento, de los cuales los mexicanos representaron 53%, es decir, 84.397.

México es el país al que más se deporta por la cercanía.

En ese lapso, según el Pew Research Center, los centroamericanos tuvieron dramáticas tasas de crecimiento de niños que viajan solos: Honduras, 1272%; Guatemala, 930%, y El Salvador, 707%.

Michelle Brané, de la organización Women’s Refugee Commission, basada en Washington, advierte que, de 2003 a 2011, hubo un promedio de llegada de 7000 menores solos por año; en 2012 esa cifra creció a 13.000, pero en 2013 saltó a 47.000.

Añade que el gobierno norteamericano está sobrepasado porque para 2014 “por el nuevo ingreso se calcula que [los chicos sin compañía] serán más o menos 90.000 y para 2015 esperan más de 100.000”.

Katarine, una niña hondureña de 8 años, delicada y temerosa, está en el Centro de Atención a Menores Fronterizos (Camef) del gobierno tamaulipeco, ubicado en Reynosa.

En las manos trae un papelito destrozado en el que tiene escrito el teléfono de su papá que está en “los Estados” y que la “mandó traer”. El padre le pagó a una “coyota” para que le llevara a la niña, pero la mujer la abandonó en Reynosa.

Katarine explica su drama con una vocecita apenas audible: “La mujer agarró un taxi y se fue”.

En el Camef son canalizados los menores centroamericanos detenidos por oficiales de migración mexicanos y los menores mexicanos deportados de Estados Unidos.

El director del Camef, José Guadalupe Villegas, asegura que en un año la cantidad de menores ahí canalizados creció cerca de 250%.

Actualmente el centro alberga a 22 menores que, en el 95% de los casos, buscaban reunirse con su madre o padre en Estados Unidos. Villegas explica que, si bien los motivos generales pueden ser económicos, un número creciente de infantes huye de la violencia de sus lugares de origen.

José tiene 15 años es salvadoreño y se escapó de su país hace tres meses por amenazas de pandilleros. Detalla: “Se metieron a la escuela y, al salir, me estaban esperando cinco tipos armados, me rodearon y me dijeron que si tenía patas que corriera”. Su madre vive en Virginia y trabaja en un restaurante. Su familia le pagó a un “coyote” 3500 dólares para que lo llevara a Estados Unidos.

En su viaje lo tuvieron tres días en una bodega junto con 25 personas y lo detuvieron en Reynosa. El chico lleva unas zapatillas Nike llamativas, dos talles más grande que las suyas, pero que intercambió con Luis, el chico mexicano que suma dos intentos de cruzar hacia Estados Unidos. “Voy a volver a subir -dice-. Si me descubren las pandillas me van a querer matar.” Lo mismo comparte su nuevo amigo, Luis, que está por ser regresado a Catemaco. Señala: “Estoy sufriendo muchos riesgos, soy consciente, pero quiero ayudar a mi familia”. Por lo visto, este río humano pretende derribar fronteras..

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