Adicionales criterios acerca de los niños
MARIO ANTONIO SANDOVAL
LOS HECHOS MUCHAS veces ayudan a cimentar las creencias, las sospechas, las deducciones lógicas. A mi juicio es muy fácil comprender la validez de los refranes o de algunas frases, como por ejemplo: “la guerra saca a flote lo mejor y lo peor de los seres humanos”. Este criterio no necesariamente se refiere a los conflictos bélicos, sino a cualquiera de otro tipo. El caso de la emigración sin documentos a Estados Unidos, no podía ser la excepción. Ciertamente ha sacado lo peor de muchos políticos estadounidenses, unos por su odio a estos refugiados, pero también cada vez es posible enterarse de acciones humanitarias cuyo valor se afianza porque las realizan personas sin obligación de actuar. Hoy quiero hablar de un claro ejemplo.
GRACIAS A UNA noticia aparecida ayer en la publicación californiana ImpreMedia, hace veinte años —nada más y nada menos— se creó un grupo de mujeres bautizadas como Las Patronas, provenientes de Veracruz, en México, quienes acompañan a los indocumentados simple y sencillamente para atenderlos en algo, ayudarlos, reconfortarlos cuando están tristes o llorosos. La tarea es ahora, obviamente, más necesaria desde la perspectiva de los derechos humanos, porque en los últimos meses viajan familias completas: padres, hijos, a veces mujeres embarazadas. Y ahora se han dedicado con especial atención a atender a los patojos, los más débiles entre los débiles. Ellas no se fijan en los papeles, sino en la parte humana del peligroso viaje.
POR APARTE, LA PERIOdista María Peña, del diario La Opinión, relata lo expresado por tres adolescentes indocumentados, residentes desde hace varios años: “No nos deporten a la muerte y la violencia”. Se trata de una joven guatemalteca y dos salvadoreños, quienes han sufrido ataques, fueron testigos de hechos delictivos o simplemente condenados a muerte por una mara. En el artículo, la colega se refiere a la reunión de estos muchachos con miembros del llamado Caucus Progresista de la Cámara de Representantes. Alguna ley estadounidense permite la permanencia a quienes están en peligro en sus países. A mí me es fácil entender la existencia de este riesgo real, como consecuencia de la decisión de algún jefe marero. Pero debe ser difícil…
EL ARTÍCULO INFORMA de una encuesta del Instituto Público de Investigación Religiosa. El 70% de los ciudadanos consultados cree que los niños migrantes no deben ser deportados, sino tratados como refugiados, y 27% está de acuerdo con la expulsión de los niños. Y una querida amiga guatemalteca residente desde hace dos décadas opina en una carta: “Es muy difícil dar una opinión ecuánime… desde luego que por humanidad no podría abandonar a esos niños y dejarlos a su suerte… Los medios hispanos están tomando una bandera con respecto a esta situación que me suena como “represalia” porque la reforma migratoria no ha sido aprobada… Me daría mucha pena que se estuviera usando a estas criaturas para fines obscuros”.
AGREGA SU COMENTArio: “Además, este país puede ser tan peligroso o más que los países de estos niños. Cuando se lo propone puede ser inhóspito, indiferente y frío. Hay tanta tela que cortar, pero en definitiva se está convirtiendo en un gran problema. ¿Cómo este país va a ayudarlos si en algunos estados no se están ocupando ni de sus propios niños? Me duele el alma solo de imaginarme lo que puedan estar pasando esas criaturas que han llegado sin aviso”. Incluyo este escrito porque comprueba la complejidad del problema y a mi criterio también ayuda a analizar con serenidad cuáles son las formas, tanto dentro de Estados Unidos como de México, Guatemala, El Salvador y Honduras para acabar con las razones del éxodo.
marioantoniosandoval@gmail.com
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