Terrorismo puro y duro. Un enmascarado con acento británico decapitó en cámaras a Steven Sotloff, periodista independiente, colaborador de Time y Foreign Policy.
La noticia, que oficialmente no confirma Washington, sería la segunda brutal puesta en escena de un asesinato a sangre fría de un periodista estadounidense a nombre de una Guerra ‘Santa’ fanática.
La decapitación se inscribe en la acción del grupo autodenominado Estado Islámico (EI), que busca instaurar un nuevo califato fundamentalista y opera, por ahora, en Iraq y Siria.
Las víctimas de los ataques armados y terroristas son pobladores civiles y fuerzas militares convencionales de los dos Estados. Las normas impuestas en las zonas que han conquistado se refieren a las tradiciones sociales y religiosas más anacrónicas desde la visión de una facción islamista: los sunitas.
La idea de exponer a las víctimas es la más simple y cruda de los métodos terroristas: causar temor y pánico en la gente común y corriente e intimidar al establecimiento político, no solo de las colectividades invadidas ilegítimamente sino de la comunidad mundial.
A los guerrilleros que buscan instaurar un califato fundamentalista se une un nutrido grupo de partidarios europeos de distintas naciones. A su cargo están las ejecuciones, que cobran mayor impacto por el acento de los verdugos.
El presidente Barack Obama no cede ante el chantaje pero el reguero de sangre inocente sigue y el crimen de lesa humanidad genera un clamor mundial.
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