El cese del fuego conseguido en el sureste de Ucrania el 5 de septiembre constituye otra derrota de los intentos estadunidenses de usar ese Estado como ariete contra Rusia y saquear sus riquezas. Anteriormente, el golpe de Estado de Maidán facilitó la brillante jugada geopolítica del presidente ruso, Vladimir Putin, que permitió la reintegración de la península de Crimea a Rusia mediante la abrumadora decisión soberana de sus ciudadanos y con ello el regreso a territorio ruso de la estratégica Flota del Mar Negro.
Más de un observador internacional ha afirmado que mientras Obama es jugador de damas chinas, Putin es un diestro ajedrecista, juicio con el que coincido. Pero, al parecer, Putin, quien practicó también el judo, ha desarrollado como Fidel Castro la habilidad de aplicar a la política el principio fundamental de ese deporte, al utilizar contra el contrario toda su fuerza para derrotarlo. Washington ha tenido que calarse unas cuantas palizas de Fidel a lo largo de los años en que el comandante, como ahora Putin, ha hecho gala de una excepcional destreza para reducir al adversario sin apenas despeinarse.
Los intentos de Estados Unidos para cercar y destruir a Rusia y a China no se han detenido nunca pese a la desaparición de la Unión Soviética y a los estrechos vínculos económicos que unen a Washington con Pekín. Se suponía que la OTAN, aunque fue creada primero (1949), tenía como razón de ser el enfrentamiento a los ex estados socialistas de Europa agrupados en el Pacto de Varsovia (1955).
De modo que la alianza atlántica debió disolverse una vez que dejó de existir su contraparte (1991) y que se dio por oficialmente concluida la guerra fría. Pero no fue así. De la misma manera que se vulneró escandalosamente por Washington la promesa realizada a Mijail Gorvachov por George W.H. Bush de que la OTAN no se ampliaría hacia el este, en dirección a la antigua frontera soviética. Resulta que la casi totalidad de los ex países socialistas europeos han ingresado a la alianza occidental desde 1999 y en varios de ellos se han instalado bases militares del grupo.
La criminal campaña de bombardeos de la alianza contra las ciudades e infraestructura civil de la antigua Yugoslavia (1999), llevada a cabo totalmente al margen de la legalidad internacional, pues no tuvo la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, fue una clara señal de la deriva antirrusa contenida “en el ADN” de la OTAN, según la gráfica definición realizada por la diplomacia de Moscú después de la ridícula cumbre de la OTAN de la semana pasada en Reino Unido.
Mientras esta concluía entre histéricos graznidos antirrusos, los nazis instalados por Washington en el gobierno de Kiev se veían obligados a aceptar íntegramente el plan de cese el fuego en el este de Ucrania propuesto por Putin. No tenían de otra pues simplemente el ejército que habían lanzado en abril a lo que se llamó una operación antiterrorista, reforzado por los nazis del Sector Derecho y los mercenarios reunidos en la Guardia Nacional, había sido puesto de rodillas por los audaces golpes y maniobras de las autodefensas de las repúblicas autónomas de Donietsk y Lugansk, proclamadas y refrendadas en plebiscito por la gran mayoría de sus habitantes.
El antiterrorismo consistió en una cobarde guerra contra la población civil de la región, cuyas ciudades fueron bombardeadas por aire y tierra durante semanas, mientras los facinerosos del Sector Derecho asesinaban prisioneros y ni siquiera daban digna sepultura a sus muertos. Esta carroña, admiradora del criminal de guerra nazi y asesino de judíos y campesinos polacos Stepan Bandera, es la que Estados Unidos y sus socios europeos están alebrestando y tratando como heroicos combatientes por la libertad. Otro Estado Islámico pero derrotado ignominiosamente al nacer.
Rusia tuvo que imponer la llegada de la ayuda humanitaria a la zona por la renuencia criminal de Kiev a que le fuera proporcionada a una población que no tenía ni agua que tomar desde hacía semanas.
Si los militares rusos dieron algún apoyo y asesoría a las autodefensas, estaban en todo su derecho, como antes en la recuperación de Crimea, aunque nadie ha podido presentar prueba alguna de ello.
Lo que sí está muy claro es que los agitadores y protagonistas del golpe en Kiev han estado empujando las cosas hacia una guerra nuclear, pues un enfrentamiento bélico de Washington y Moscú no puede terminar de otra manera.
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