There are some people who persist in believing that ludicrousness belongs exclusively to developing countries, despite recurring evidence which shows the sometimes tragic as well as entertaining side of reality, just like in the movies. The United States is the perfect example of this.
There are two recent incidents worthy of any Mr. Bean, Sacha Baron Cohen or Woody Allen film. The first is the series of protection code violations involving the world’s most powerful man and his family; the second is the blunder committed by a medical team at a first-rate hospital in Texas, which, by the end of the day, ended up being the first case of Ebola diagnosed in the United States.
Although Julia Pierson was appointed director of the U.S. Secret Service to restore order and efficiency after the prostitution scandal involving a group of agents during President Obama’s visit to Columbia, her lengthy professional experience was of no use to the Secret Service. During a House of Representatives Committee hearing, Pierson’s facial expression was one of emotion and bewilderment. Her face said more than all the words she actually spoke, and of course, a few hours later, she broke down. She was faced with resignation.
A man carrying a knife jumped over the White House fence, which is under 24-hour sniper and alarm surveillance. Without being detected in any way whatsoever, he made it across the garden, entered the residence and threatened a civil servant a few steps away from the staircase leading to the presidential family’s rooms, after which he was brought down and apprehended. Just like in Hollywood’s best film studios.
The performances do not stop here, since The Washington Post revealed in yet another of its countless exclusives that three days earlier in Atlanta, an armed man with a criminal record — outsourced by a security team! — had entered an elevator with President Obama and recorded the entire thing on his cellphone. Again, just like in Hollywood.
The scene would have been perfect for a good movie, given that this “scoop” newspaper is no less than the one which kept the most powerful nation, along with the entire world, hanging in suspense with its impeccable series of reports by Bob Woodward and Carl Bernstein, two journalists who put an end to the presidency of an intelligent, well-prepared yet ethically corrupt man. Richard Nixon’s boundless corruption in advancing his own goals was brought to light, while the Post taught us about the colossal strength found in freedom of expression and the press. Nixon wanted to silence the press, but he could not. His resignation caused an uproar, leaving him one step away from being imprisoned.
In another “film,” a Liberian named Thomas Eric Duncan went to a hospital with fever and abdominal pain on Sept. 24, several days after arriving in Dallas, Texas. It was there that medical staff asked him whether he had recently traveled, and he replied that he had come from Africa. Notwithstanding that information, the medical staff merely prescribed some antibiotics and sent him back home, where he was in contact with relatives and friends. It is now estimated that between 70 and 80 people could have been exposed to the risk of contamination. Of course, the hospital authorities said afterward that on the one hand, the symptoms noted were not related to Ebola and on the other, the information on Duncan’s migratory history was not relayed to decision-makers. Just like in developing countries!
No one can deny that medicine in the United States is advanced. So what happened? Two days later, the patient was rushed to the same health care establishment, the Texas Health Presbyterian Hospital, where he was diagnosed with the terrible disease Ebola, and where he now remains in critical condition.* Was anyone else infected? No one knows, even though Governor Perry himself was quick to send reassuring messages to the public. There was some delay in taking measures to isolate Duncan as well as in taking other precautions regarding those who were in contact with him. This was much worse than in the movies!
*Editor’s note: Since this article was originally published, Thomas Duncan has died.
Ébola, Obama y el Servicio Secreto
RICARDO ESCALANTE | EL UNIVERSAL
lunes 6 de octubre de 2014 12:00 AM
Todo tan rocambolesco como en el mundo subdesarrollado
Hay quienes se empecinan en creer que lo rocambolesco es propiedad exclusiva de los países subdesarrollados, a pesar de los repetidos hechos que presentan realidades unas veces trágicas y otras tan divertidas como en cualquier película. Y Estados Unidos es el mejor ejemplo de lo aquí afirmado.
Acaban de ocurrir dos hechos dignos de cualquier buena película de Mr. Bean, Sacha Baron Cohen o Woody Allen. El primero es la serie de violaciones a los códigos de protección del hombre más poderoso del planeta y su familia; el segundo es la metedura de pata protagonizada por un equipo médico de un magnífico hospital de Texas frente a lo que a la postre resultó ser el primer caso de ébola diagnosticado en Estados Unidos.
Al Servicio Secreto no le sirvió de nada la larga experiencia profesional de Julia Pierson, que había llegado a la Dirección para rescatar la eficiencia y poner orden después del escándalo de prostitución de un grupo de agentes durante un viaje del Presidente Obama a Colombia. El rostro de la señora Pierson durante la audiencia de un comité de la Cámara de Representantes era dramático, de desconcierto. Hablaba más que todas sus palabras juntas y, por supuesto, pocas horas después ella se derrumbó. Tuvo que renunciar.
Un hombre con un cuchillo saltó la cerca de la Casa Blanca, protegida las 24 horas del día por francotiradores y alarmas. Sin que nadie lo detectara recorrió un buen trayecto del jardín, entró a la residencia y a corta distancia de las escalinatas que conducen a los aposentos de la familia presidencial amenazó a un funcionario, después de lo cual fue derribado y apresado. Todo como en los mejores estudios de cine de Hollywood.
Ahora bien, las actuaciones no terminaron ahí porque The Washington Post en una más de su interminable lista de exclusivas, reveló que tres días antes un hombre con antecedentes policiales, ¡subcontratado por un equipo de seguridad!, había entrado con un arma a un ascensor en Atlanta con el presidente Obama y lo filmó con su teléfono celular. Otra vez, como en Hollywood.
La escena habría sido ideal para un buen film porque, además, el periódico del tubazo era nada más y nada menos que el mismo que mantuvo en vilo a la nación más poderosa y al mundo entero, con aquella serie de reportajes impecables de Bob Woodward y Carl Berstein que dieron al traste con la presidencia de un hombre inteligente y bien preparado pero con resortes éticos corroídos. La corrupción sin límites de Richard Nixon para alcanzar sus propósitos quedó en evidencia, mientras el Post dictaba cátedra sobre la descomunal fortaleza de la libertad de expresión y de prensa. Nixon quiso silenciarlo pero no pudo. Su renuncia fue estruendosa y estuvo a un paso de la cárcel.
Como en otra película, después de haber llegado varios días antes a Dallas, Texas, procedente de Liberia, Thomas Eric Duncan, acudió el 24 de septiembre pasado a un hospital con fiebre y dolores abdominales. Allí le preguntaron si había viajado recientemente y él dijo que venía de África, no obstante lo cual se limitaron a prescribirle algunos antibióticos y lo enviaron de regreso a casa, donde estuvo en contacto con familiares y amigos. Ahora se calcula que entre 70 y 80 personas pudieron estar expuestas al riesgo de contaminación. Claro, las autoridades del hospital dijeron después que, por una parte, los síntomas observados no habían sido de ébola y, por la otra, que la información sobre el movimiento migratorio de Duncan no fue transmitida a los responsables de la toma de decisiones. ¡Como en países subdesarrollados!
Nadie ignora que la medicina en Estados Unidos es avanzada. ¿Qué pasó entonces? Dos días después el paciente fue llevado de urgencia al mismo centro asistencial, el Presbiterian Hospital, donde le diagnosticaron la terrible peste y ahora está grave. ¿Habría contagios? Nadie lo sabe, aunque hasta el gobernador Perry se ha apresurado a transmitir mensajes de tranquilidad a la población. Con cierta demora se tomaron entonces medidas de aislamiento y otras precauciones con quienes estuvieron en contacto con Duncan. ¡Peor que en el cine!
ricardoescalante@yahoo.com
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