Why Are Oil Prices Falling?

Published in El Universal
(Venezuela) on 22 October 2014
by Alfredo Toro Hardy (link to originallink to original)
Translated from by Rachael Robinson. Edited by Kyrstie Lane.
Oil prices are now around $80 per barrel, their lowest in four years. Prices used to be around $110 up until summer, when there was a sudden plunge. With problems in Iraq, Libya, Syria and Nigeria, prices should be increasing, not decreasing. So what’s going on?

The global economy is weak. Japan’s GDP fell for a second consecutive quarter, and Germany, the engine of Europe, seems to be heading toward a recession. China is facing an uphill battle to maintain its anticipated growth, and the U.S. is growing, albeit slowly, in comparison to its historical standards. The IMF has lowered its 2014 global economic growth projections for a third time, reducing it to 3.3 percent.

However, a low level of demand cannot justify such a drastic drop in prices – 15 percent in three months – especially in moments of instability for relevant producers. Thus, the answer should essentially be found in the output factor: last year’s production rate is currently being exceeded by over 2.8 million barrels per day. The U.S. and Saudi Arabia may be mainly responsible for this.

The U.S. situation seems to be more transparent: a 65 percent increase in its oil production in just five years as a result of the shale revolution, raising its output rate to 8.8 million barrels per day, its highest level in almost 30 years. In pursuit of private interests, Saudi Arabia opens its oil floodgates, increasing production output to almost 10 million barrels per day.

What is the latter country seeking? In strictly commercial terms, a larger market share or more precisely, a larger share in the Asian market which accounts for 75 percent of global demand growth. With its low-cost production and flexibility for production increase, Saudi Arabia can steal clients from many of its OPEC partners. Its intentions are so apparent that apart from forcing prices down, it reduced its barrel price by a dollar for Asian countries. According to analysts, the Saudi monarchy also seeks to make U.S. shale oil less profitable, but this is a baseless argument. Around 80 percent of shale oil production would only become unprofitable when one barrel costs $60.

Nevertheless, it would be naive to not assume that there is also a political objective behind the commercial one. Let’s not forget that Saudi Arabia is the head of the Sunni bloc, which rivals the Shiite bloc led by Iran, and that both countries have indirectly come face to face in Syria. When Tehran began its recovery through sanction flexibility, along came this new blow. Slipping from number eight in the list of top OPEC producers (due to sanctions), Iran has successfully endured these penalties through high prices. The drop in prices is consequently devastating.

If we take our suspicions to the level of political realism, we must presume that Saudi Arabia is not alone in this attempt to lower prices for geopolitical reasons. Just as Riyadh is interested in outflanking Tehran, Washington wishes to do the same with Moscow. In fact, in recent days, the New York Times’ star columnist, Thomas Friedman, wondered whether the U.S.’ and Saudi Arabia’s outstretched hands could possibly be behind the drop in prices. Nothing would make more strategic sense to both countries.

In 1985, the fall in oil prices unleashed an economic crisis in the USSR and set in motion the dynamics which led to its implosion. Conversely, it was the sustained increase in oil prices that gave Moscow back a part of its lost influence. If Moscow has to endure a reduction in its economy’s vital intelligence in addition to the sanctions imposed by the West, the impact will be tremendous.

If this is the reality, it is worth wondering how long Washington and Riyadh can maintain current price levels. Given that Saudi Arabia’s production costs total $6 per barrel, this may be deemed to last forever. But this is not the case. Maintaining the kingdom’s political and social stability requires massive social expenses and costly infrastructure projects. In order to keep the ball rolling, it will have to tap into international reserves, that is, $750 billion, to go a long way. However, nobody wants to eat up their reserves. U.S. shale oil production costs are substantially higher than those of Saudi Arabia, though still below current prices. These are some of the advantages and disadvantages for this country. On one hand, its economy has now become dynamic, but on the other hand, there is much ambivalence regarding one of its key economic sectors: shale. This undoubtedly discourages investment.

By all accounts, prices will remain down for a while.


¿Por qué caen los precios del petróleo?

Así como Riyadh tiene interés en llevar a las cuerdas a Teherán, EEUU desea hacerlo con Rusia

Los precios petroleros rondan 80 dólares por barril, su nivel más bajo en cuatro años. Hasta verano los precios estaban sobre 110 dólares y de pronto el tobogán. Con Iraq, Libia, Siria y Nigeria en problemas los precios deberían moverse hacia arriba, no hacia abajo. ¿Qué ocurre entonces?

La economía global está débil. El PIB de Japón cayó por segundo trimestre consecutivo y Alemania, la locomotora europea, pareciera enrumbarse a una recesión. China da una dura batalla para mantener el crecimiento anticipado y Estados Unidos, aunque crece, lo hace débilmente en relación a estándares históricos. Por tercera vez el FMI bajó sus proyecciones de crecimiento para la economía mundial en 2014, situándola en 3,3%.

Sin embargo, la debilidad de la demanda no puede explicar una caída tan drástica en los precios: 15% en tres meses. Máxime en momentos de inestabilidad para productores relevantes. Lo fundamental de la respuesta debe buscarse por tanto en la oferta: una producción que sobrepasa en 2,8 millones de barriles diarios a la de hace un año. Estados Unidos y Arabia Saudita serían los principales responsables de ello.

El caso estadounidense pareciera más transparente: 65% de incremento en su producción petrolera en apenas cinco años como resultado de la revolución del esquisto, lo que la ha llevado a 8,8 millones de barriles diarios, su mayor nivel en casi 30 años. Arabia Saudita, persiguiendo intereses particulares, abre el chorro petrolero, llevándolo a casi 10 millones de barriles diarios.

¿Qué busca este último país? En términos estrictamente comerciales, mayor porcentaje de mercado. O más concretamente mayor porcentaje del mercado asiático, donde se sitúa 75% del crecimiento mundial de la demanda. Dados sus bajos costos de producción y su flexibilidad para aumentarla, Arabia Saudita puede sustraer clientela a muchos de sus socios de la OPEP. Tan evidente es su intención que aparte de empujar los precios a la baja, redujo en un dólar la cotización de su barril para Asia. Según algunos analistas la monarquía saudita buscaría también hacerle perder rentabilidad al petróleo de esquisto estadounidense, pero esto no se sostiene como argumento. Alrededor de 80% de la producción petrolera de esquisto solo dejaría de ser rentable a partir de 60 dólares por barril.

Sin embargo, habría que ser ingenuo para no suponer que detrás del objetivo comercial hay también otro político. No olvidemos que Arabia Saudita lidera al bloque sunita contrapuesto al chiita que encabeza Irán y que ambos han venido enfrentándose en Siria por vía interpuesta. Cuando Teherán comenzaba a levantar cabeza gracias a la flexibilización de las sanciones, viene este nuevo golpe. Habiéndose deslizado al octavo rango como productor OPEP, debido a las sanciones, Irán había logrado sobrellevarlas gracias a los altos precios. La caída de éstos resulta devastadora.

Si llevamos la suspicacia a nivel de realismo político, deberíamos suponer que Arabia Saudita no está sola en este intento de bajar los precios con fines geopolíticos. Así como Riyadh tiene interés en llevar a las cuerdas a Teherán, también Washington desea hacerlo con Moscú. De hecho el columnista estrella del New York Times, Thomas Friedman, se preguntaba en días pasados si detrás de la baja de los precios no se encontrarían las manos estrechadas de Estados Unidos y Arabia Saudita. Nada tendría mayor sentido estratégico para ambos.

La caída de los precios petroleros, a partir de 1985, desató la crisis económica de la Unión Soviética y puso en movimiento la dinámica que condujo a su implosión. A la inversa, fue el aumento sostenido de los precios petroleros el que devolvió a Moscú parte de su influencia perdida. Si en adición a las sanciones impuestas por Occidente Moscú debe sobrellevar una merma en la sabia vital de su economía, el impacto será tremendo.

De ser ésta la realidad cabría preguntarse por cuanto tiempo pueden Washington y Riyadh sostener el actual nivel de precios. Dado que los costos de producción de Arabia Saudita son de 6 dólares por barril, podría suponerse que por siempre. Pero no es así. Mantener la estabilidad política y social del reino requiere de ingentes gastos sociales y de costosos proyectos de infraestructura. Para sostener la rueda en marcha deberá echarse mano a las reservas internacionales, pero siendo estas de 750 millardos de dólares alcanzará para rato. Nadie desea sin embargo comerse sus reservas. El costo de producción del petróleo de esquisto estadounidense es sustancialmente más alto que el saudita, aunque todavía por debajo de los actuales precios. Estos últimos le representan ventajas y desventajas a ese país. De un lado dinamiza a su economía pero del otro introduce mucha incertidumbre en un sector clave de ésta: el esquisto. Ello indudablemente desestimula las inversiones.

Todo indica que los precios permanecerán bajos por un rato.

altohar@hotmail.com

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