La semana pasada, en su página editorial, el New York Times se refirió al pánico que ha cundido entre un puñado de senadores y representantes demócratas ante la posibilidad de perder su relección en los comicios que se efectuarán mañana en Estados Unidos. Tal vez una de las más significativas referencias del texto es la deslealtad de los legisladores que llegaron al Congreso en 2008 gracias a la popularidad y propuestas de campaña de Barack Obama. La esperanza que despertó su campaña y proyecto de gobierno fueron decisivos en los millones de votos que obtuvo el Partido Demócrata en las urnas.
Seis años después, resultado de una campaña de zapa del Partido Republicano a sus propuestas de campaña, la popularidad de Obama ha caído estrepitosamente. El editorial en cuestión menciona la estampida de candidatos demócratas que han abandonado los proyectos que Obama y ellos mismos suscribieron y aplaudieron en 2008, cuando fue elegido, e incluso en 2012, cuando ganó la relección. Es lamentable que algunos candidatos demócratas se han mimetizado con los republicanos y han ignorado los logros más importantes de esta administración: la salida de la profunda crisis económica heredada de Bush; el abatimiento del desempleo, que de 11 por ciento ha disminuido a 6; la reducción del déficit fiscal, y tal vez, el más significativo, la reforma al sistema de salud. A sabiendas del beneficio que ha significado para millones de estadunidenses y del triunfo que logró Obama, el Partido Republicano la ha torpedeado una y otra vez.
Ya no por lealtad, sino por conveniencia propia, cabe preguntarse: ¿por qué en lugar de aprovechar los principales logros del gobierno para resaltarlos en sus campañas muchos compañeros de partido del presidente ahora los ignoran e incluso se distancian de ellos?
En un medio en el que campea la ignorancia y donde para millones de personas el vademécum de su existencia diaria lo determinan la opinión de personajes ultraconservadores como Rush Limbaugh y la cadena Fox de noticias, los ataques a la agenda del Presidente, principalmente a la reforma de salud, han sido campo fértil.Por ignorancia, más que por convicción, los electores han rechazado todo lo que tenga que ver con Obama y su partido.
Aún está por verse si Obama será derrotado en las urnas al margen de que no aparezca en las boletas electorales. De ser así, existe la posibilidad de que la reforma en materia de salud se revierta, que se recorten los programas sociales, que aumente la brecha entre el 90 y el 10 por ciento de la población, que las tropas estadunidenses regresen a medio oriente y que la reforma migratoria continúe en el limbo. No está claro si el presidente cederá a esos propósitos que han sido bandera de sus opositores o imponga sus propuestas mediante decretos. En resumen, la pregunta es si los estadunidenses son capaces de construir una sociedad en la que el desarrollo sea más equitativo y justo, o una en la que prevalezcan la desigualdad y los intereses de una minoría sobre los de la mayoría.
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