Recuerdo bien la invasión estadounidense a Panamá en 1989. Apenas abandonaba la adolescencia cuando en la madrugada de diciembre 20 tropas norteamericanas bombardearon los aeropuertos y bases militares panameñas. Sentí un dolor profundo, visceral.
Edificios civiles alcanzados por el armamento “inteligente” con el cual el más poderoso ejército de la Tierra, 26.000 soldados de la 82ª División Aerotransportada, enfrentaba a 12.000 mal equipadas Fuerzas de Defensa del istmo que antes había sido Colombia. El empobrecido barrio El Chorrillo sufrió la peor violencia. ¿Es ésta más admisible que forzar a los ricos separarse de sus riquezas? La radio transmitía en directo el desarrollo de la Operación Justa Causa, así denominada por un comando militar afecto a derrotar en el lenguaje la verdad de sus actos.
¿Justa causa? Antonio Noriega era un personaje indefendible. Dictador, narcotraficante. Se trataba además de “defender la democracia y los derechos humanos”, como dijo el entonces presidente George Bush Sr.
Sólo que el mismo Noriega había sido un cercano colaborador de la agencia de inteligencia dirigida por el mismo Bush. En Internet circula una foto. Puede verse a un muy jovial Noriega en un sofá junto a un muy amistoso vicepresidente Bush. Noriega estuvo en la paga de la CIA hasta febrero de 1988. ¿De qué hablarían estos colegas? Quizás de la época en que Noriega permitió a los EE.UU. usar a Panamá para que los dineros del Cartel de Medellín compraran armas iraníes que culminarían en manos de la Contra nicaragüense, cuando el presidente Ronald Reagan defendía su justa causa. Antes de Reagan fueron Kissinger y Nixon, quienes no podían “hacerse a un lado porque un pueblo irresponsable ha elegido a un comunista”. Nixon engendró a Reagan quien engendró al primer Bush quien engendró al segundo Bush, cuya administración apoyó el golpe del 2002 contra Hugo Chávez.
A todos ellos les sigue Obama, tras declarar a EE.UU. en “emergencia nacional” por la amenaza del gobierno socialista elegido en Venezuela. Algo tan carente de sentido como prohibir el término “cambio climático” en el estado de Florida, lo que parece hicieron el tercer Bush, próximo candidato presidencial, y sus sucesores. Como aquellos, Obama también ha invocado la democracia y los derechos. Y como en el pasado, nuestros intelectuales de vanguardia dirán que es exagerado hablar de golpe: el gobierno venezolano se lo buscó por apresar opositores, atentar contra la propiedad o la opinión, y financiar a Podemos. Ello explica o justifica la declaratoria. En últimas, la culpa es del irresponsable pueblo venezolano por haber elegido a un comunista.
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