The US and Cuba: Looking to the Future

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El gobierno cubano llegó a la Cumbre de Panamá con un propósito claro: buscar inversión procedente del Norte y acercarse más a Estados Unidos para allanar el camino hacia una relación diplomática plena y, sobre todo, económica.

Que la Cumbre haya cerrado sin declaración final, queda como un detalle poco importante frente a la trascendencia histórica de la reunión entre Barack Obama y Raúl Castro que, de hecho, marca el principio de una nueva relación política y económica de Washington con Latinoamérica, no solo con Cuba.

Son 2,500 millones de dólares anuales los que necesita Cuba en inversión extranjera para sacar a flote su economía rezagada por décadas. Por eso, lo primero que hizo en Panamá el ministro cubano de Comercio Exterior, Rodrigo Malmierca, fue reunirse con el presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Tom Donahue, para buscar una forma de llevar pronto inversiones norteamericanas a la isla.

Los empresarios estadounidenses también ven a Cuba como una oportunidad para hacer buenos negocios y necesitan pronto la derogación del embargo comercial impuesto por Washington a La Habana en 1962, porque si tardan en llegar podrían quedar en desventaja ante inversionistas europeos, chinos y canadienses, que ya operan en la isla o están por arribar.

“Cuba ha venido aquí con un mensaje de integración, de ampliar los negocios y diversificar nuestra relación económica”, dijo Malmierca al líder empresarial estadounidense, palabras que luego repitió a los periodistas que cubrían la Cumbre como si descartara cualquier duda de que para el gobierno cubano lo primordial hoy es lo económico y el mejor socio a la vista es su vecino más cercano, Estados Unidos.

Los discursos ideológicos pasaron a un segundo plano en esta Cumbre donde prevaleció el pragmatismo de la potencia del Norte y de la isla socialista. Cuando Obama dijo: “No estamos atrapados en la ideología, al menos no yo”, es un mensaje dirigido tanto a Latinoamérica como a los políticos de Estados Unidos, donde algunos congresistas y senadores ven mal que Washington y La Habana se den la mano tras más de medio siglo de confrontación.

Si Cuba no es una amenaza para Estados Unidos, como afirmó Obama, y la nación norteamericana puede ayudar a la isla a salir del atraso y la pobreza, lo más práctico es que ambos gobiernos miren hacia el futuro por el bien de sus sociedades, dejando de lado diferencias ideológicas que en su momento el mismo progreso y las nuevas generaciones se encargarán de disipar.

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