Hillary, in a Fix

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Hillary, en aprietos

¿Podemos estar viviendo dentro de los demócratas con Sanders una “revolución izquierdista” como la de Corbyn dentro de los laboristas británicos?

En este inicio del largo proceso de primarias, después del debate entre los candidatos demócratas, conociendo la influencia de las maquinarias partidarias, especialmente en los Estados Unidos y la herencia recibida por boca del presidente, es difícil que pueda consolidarse en los próximas semanas un candidato demócrata mejor colocado que Hillary Rodham Clinton para sustituir a Obama en la Casa Blanca. Sin embargo, el “fenómeno Bernie Sanders”, el “anti-candidato socialista” representante del ala izquierda de los demócratas, puede tener un recorrido mayor de lo esperado, a tenor de los apoyos políticos y financieros reunidos, pero sobre todo por la percepción que los electores puede tener de la candidatura de Clinton.

¿Podemos estar viviendo dentro de los demócratas con Sanders una “revolución izquierdista” como la de Corbin dentro de los laboristas británicos?

La candidatura de Hillary —la del establishment— cuenta con grandes fortalezas. Frente al escándalo por la utilización de servidores privados como Secretaria de Estado y de algunas críticas actuales que le achacan una inmadurez caprichosa, es evidente que su figura política y personal ha ido creciendo con el tiempo. Tuvo un papel protagonista frente al reaganismo que nunca gustó a la clásica y tradicional sociedad norteamericana que incluso, a pesar de las grandes similitudes con la pareja del Camelot americano, no encontraba en Hillary la dulzura e inteligencia de Jackie Kennedy.

Hasta su actual candidatura presidencial, ha pasado por una muy activa labor legislativa en uno de los distritos más complicados como es el de Nueva York —la primera vez que una primera dama sale elegida en un cargo público de elección popular— y también por una larga experiencia internacional, como colaboradora inseparable en los temas internacionales del presidente Clinton primero y como Secretaría de Estado con Obama después. Con toda seguridad, ella puede ser el candidato presidencial que mejor ha conocido los entresijos de la política exterior estadounidense; con la dificultad añadida que supuso gestionar la complicada adaptación de los Estados Unidos a esta era multipolar.

Las muchas dudas sobre su candidatura, siguiendo el formato de electoral show —que tanto gusta en ese país—, se ven reflejadas en la mujer televisivamente en boga en los Estados Unidos: Claire; personaje central de la serie más vista en ese país y de mayor éxito global, House of Cards. Una ambiciosa Claire que no se resiste a ese papel asignado a la primera dama de mera comparsa y se dispone a formar un equipo implacable, primero con el gobernador, luego con el senador y después con el presidente. No es justo identificar a Hillary con esa ambición desmedida urdida a la sombra del trono de dos presidentes. Sin embargo, esa duda ha sido sembrada con éxito en la opinión pública estadounidense, está dejando huella y le puede pasar factura electoral.

Hay muchos que consideran que ha llegado la hora de pasar página de esas dinastías aristocráticas como son las de los Kennedy, los Bush o los Clinton.

Las encuestas previas al debate demócrata revelaron que la recepción de su candidatura pasa más por las percepciones emocionales que despierta entre los electores y simpatizantes que por sus méritos, historial y experiencia. Son muchos los que pueden considerar que su figura política está ya amortizada, especialmente los más jóvenes incorporados con fuerza en el espectro electoral —casi un 12 % de los posibles electores— que no están familiarizados con esa trayectoria. ¿Podrá Hillary asegurar el apoyo de más del 60 % de los menores de 30 años que tuvo Obama en 2013?

Por no hablar de los jóvenes y viejos electores que consideran llegada la hora de pasar página de esas dinastías aristocráticas de la política americana como son las de los Kennedy, los Bush o los Clinton.

Otra de las claves en la pasada victoria electoral presidencial fue el apoyo latino, superior en pocas décimas al 71%. ¿Podrá Hillary, que no ha tenido un papel de apoyo decidido a las decisiones de la actual administración en materia de inmigración —dicen que con un silencio buscado—, mantener ese porcentaje e, incluso, presentar esta decisión como un éxito partidista para propiciar el apoyo dentro de los más de nueve millones de inmigrantes regularizados? Objetivo complicado teniendo en cuenta la lista de candidatos latinos en las filas republicanas, especialmente Jeb Bush.

En las últimas elecciones presidenciales el voto estuvo más centrado en una cierta sensación por parte del electorado, especialmente en la clase media —a que pone y quita presidentes en ese país— que era necesario, ante el efecto demoledor de la crisis y el crecimiento de los umbrales de pobreza, mantener algunos puntos centrales en el ticket demócrata, como el de facilitar con ayudas y/o con protección estatal algunos derechos fundamentales como el acceso a la protección de la salud o el ingreso a la educación en todos sus niveles. Esos calculados silencios o posiciones ambiguas mantenidos hasta ahora por Hillary Clinton en ámbitos como la reforma sanitaria, la reforma educativa y la nueva política de inmigración, no sólo serán insostenibles conforme avance la campaña, sino que provocan poca confianza —especialmente entre los jóvenes y dentro de los graneros populares de voto demócrata— sobre su verdadera voluntad para continuar e impulsar el imprescindible viraje social en las políticas centrales en los Estados Unidos. Y es ahí en donde Bernie Sanders puede hacerse un hueco con un apoyo electoral dentro y fuera de las filas demócratas.

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