Avanza la campaña presidencial en los Estados Unidos y la candidatura de Trump, que antes se tomaba como un factor que imprimía colorido al proceso electoral, se está empezando a considerar con atención.
Ha tenido gran habilidad para canalizar el descontento contra el “establecimiento” y los partidos políticos. Expresa bruscamente lo que aparentemente está en la mente de mucha gente: arremete contra la inmigración, previene contra los musulmanes y censura lo que algunos perciben como una declinación del poder y prestigio de los Estados Unidos, tal como sucedió en la época de Jimmy Carter. Su lema es “Let’s make America great again”.
Profiere ofensas que no afectan su popularidad, que si fueran expresadas por otros candidatos, no se lo hubieran perdonado. Cuando critica clava dardos: por ejemplo “Cruz no es elegible para la presidencia”; “Hilary habla mucho sobre las mujeres pero su ‘asesor’ es Bill, que es el hombre más abusivo con las mujeres y ella lo apoya”.
Es un narcisista y un bufón pero muy efectivo y tiene la ventaja de que financia su propia campaña y no adquiere compromisos con nadie como generalmente sucede en la política norteamericana.
Es muy dudoso que tenga chance de ser el próximo presidente, que es posible que sea republicano. Los demócratas, fuera de Franklyn Delano Roosevelt, nunca han logrado la victoria en tres administraciones seguidas. Las reelecciones de Roosevelt además, fueron antes de que se modificara la constitución en el sentido de que solamente eran posibles dos reelecciones.
Hay muchos descontentos con Obama, no obstante que ha introducido cambios importantes en la parte social, como el plan de salud “ObamaCare”, contra el que Trump y todos los republicanos, se han ido de frente.
Además el mismo “establecimiento” republicano lo está atacando para lograr un candidato que sea “aceptable” para ellos como Marco Rubio. Si Trump no se perfila como ganador en Iowa, New Hampshire, o South Carolina, podría darse un “retiro teatral” de su precandidatura. De todas maneras, no tiene nada que perder y ha ganado mucho al lograr expresar el descontento de muchos, lo que Sanders, por el lado demócrata y en forma muy distinta, está logrando.
La gente quiere el cambio. Hay un hecho psicológicamente interesante: no importa el partido al que pertenezca o si detesta o no a Trump, frente a cualquier hecho de alguna relevancia, desde un concurso de belleza hasta el acuerdo nuclear con Irán, la primera pregunta que se hace el americano medio es “¿y sobre esto que dice Trump?”.
Es una especie de “entretenimiento nacional”. Una figura igualmente discutida y con seguidores en la derecha, la ex candidata a la vicepresidencia Sarah Palin lo apoyó recientemente, mientras su hijo, veterano de Irak, amenazaba en la casa a su esposa con un fusil de asalto.
En el parlamento británico se hizo un debate sobre la visita de Trump, como evento sacado de la época de Enrique VIII. No sería raro que como consecuencia del renacimiento del “nacionalismo” impulsado por el precandidato, algunos norteamericanos recuerden la confrontación entre Inglaterra y los Estados Unidos en el siglo XIX, sobre el control geopolítico del Caribe y la apertura del canal interoceánico. Pugilato que se definió a favor de los Estados Unidos con la firma del Tratado Hay-Pauncefote de 1901, que abrió la puerta para que el Presidente Theodore Roosevelt, de actitudes similares a las de Trump, dijera luego “I took Panama”.
Sin embargo después de ser Presidente, Theodore Roosvelt se ofreció como voluntario para comandar las fuerzas norteamericanas que intervinieron en Europa en la primera guerra mundial y su sucesor se vio a “gatas” para evitarlo. Más adelante emprendió una excursión al Brasil, en medio de zancudos y culebras, para “descubrir” un río afluente del Tocantis, que desemboca en el Amazonas, que se denominó “el Río de la Duda”. Trump no parece ser de esa línea.
A sus comentarios xenófobos tipo Ku Klux Khan sobre los mexicanos, que causaron indignación mundial y que fueron criticados por nuestra anterior Miss Universo Paulina Vega, siguió su “solución salomónica” para el “oso” de Las Vegas, una corona para la elegida y otra para Ariadna Gutiérrez.
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