Market Realities Put the Brakes on Trump

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Nuestros problemas en la frontera son otros, lo que pase o deje de pasar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte no es un problema. Las empresas que exportamos a Estados Unidos sabemos que su capacidad manufacturera no sirve, no les alcanza, se han convertido, a lo sumo en empresas ensambladoras, su economía no pasa por la manufactura; mis clientes en Nueva York, en Los Ángeles, en Texas, me dicen sí voté por Trump, pero yo quiero mis productos, y esos productos o componentes vienen de México, de China, de todo el mundo, pero muy poco de Estados Unidos. Esto es parte de lo que me dijo, apenas ayer, un grupo de empresarios con los que me reuní en el consejo consultivo de Grupo Salinas en Tijuana.

Comparten la idea de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte es bueno, que ha permitido integrar cadenas productivas, que es necesario, pero que la capacidad exportadora, por lo menos en la frontera, no se podrá frenar con las medidas anunciadas por la Casa Blanca por la sencilla razón de que no hay forma de reindustrializar a Estados Unidos con esas fórmulas y la única consecuencia sería un aumento de entre 30 y 40 por ciento de los productos que consumen los estadunidenses, algo que su propio mercado no puede aceptar. Y tienen razón. Las empresas nacionales que son verdaderamente competitivas en el último cuarto de siglo, lo seguirán siendo con o sin Tratado de Libre Comercio de América del Norte y no se les podrá cerrar el mercado del otro lado de la frontera por la sencilla razón de que sin su participación buena parte de lo que queda de la industria estadunidense no funcionaría o lo haría a costos altísimos.

En un editorial de ayer, Bloomberg agregaba un dato que hace más fuerte ese razonamiento: por cada cien empleos que crea una empresas estadunidense en el exterior, está creando unos 250 en su propio país. Las empresas que están fracasando son las que no integran su producción, las que no crean plantas fuera, porque dejan de ser competitivas y terminan cerrando.

Hay muchas normas que se podrían revisar para hacer mucho más eficiente aún los mecanismos de integración regional, pero lo que hará la receta que propone Trump es dificultar ese proceso y ponerlo en riesgo cuando es evidente que sí funciona.

Me decían esos empresarios de Tijuana que en el centro no terminan de entender cómo funcionan las cosas en la frontera. Se reían de la visión que se tiene en la Ciudad de México de la industria maquiladora y de lo que implica. Ponían el ejemplo de las muchas plantas que dejaron la frontera para irse a China y que ya han regresado a nuestro país porque los costos, la calidad de la mano de obra, la integración empresarial y el transporte terminan haciendo una diferencia importante a la hora de producir.

En apenas diez días de gobierno la serie de conflictos que ha iniciado el presidente Donald Trump no parece tener fin. En estos días se ha enfrentado radicalmente con los medios diciendo que los periodistas son las personas más deshonestas del mundo; con los ecologistas, al romper las leyes ambientales aprobadas por la administración Obama; con los judíos, minimizando el Holocausto; con los musulmanes, al prohibir la entrada de ciudadanos de siete países árabes; con México, por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el muro; con la Unión Europea, por su amenaza de dejar la OTAN, por apoyar el Brexit y por su acercamiento con Rusia (el Consejo Europeo declaró ayer a Trump como una “amenaza para la seguridad” de la comunidad europea); con Gran Bretaña, en particular, por meterse en su agenda interna (ayer el parlamento decidió debatir si se acepta o no la próxima visita de Trump), con China a la que quiere declararle una guerra comercial; con las mujeres por las órdenes ejecutivas antiaborto. Hoy, con Trump en el poder, Estados Unidos está más solo que nunca. Por todo esto no es extraño que luego de los primeros días de euforia después de la elección, Wall Street se esté moviendo constantemente a la baja desde la toma de posesión e incluso el dólar ha perdido valor.

La agenda de Trump es cada vez más ideológica y se comienza a topar con la realidad y los mercados. Quien está diseñando esta estrategia de confrontación permanente, antimexicana, antimusulmana, antijudía, antifeminista, antiecologista, antieuropea y antiliberal, es, según The New York Times, su asesor en jefe y excoordinador de campaña, Steve Bannon, exdirector de la página web Breitbart, desde donde se lanzaron las mayores mentiras y agresiones en la campaña electoral, un ultraderechista y racista al que, además, Trump acaba de incorporar al Consejo Nacional de Seguridad.

La realidad y los mercados son los que le están poniendo a Trump, mucho antes de lo previsto, límites dentro y fuera de Estados Unidos. Unos mercados y una realidad que un gobierno teocrático, ideológico hasta el más rancio conservadurismo y ajeno a la realidad no pueden ni podrán controlar. Mis amigos empresarios de Tijuana tienen razón: con o sin Tratado de Libre Comercio de América del Norte ellos seguirán produciendo y comerciando con sus socios del otro lado de la frontera, sencillamente porque de aquel lado los necesitan.

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