Debemos prepararnos para afrontar un periodo de anomalías en el clima con fenómenos extremos que causarán graves daños
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Ola de frío en Chicago. ENRIQUE GARCÍA FUENTES EFE
Mientras la ciudad australiana de Adelaida alcanzaba temperaturas de 46,6 °C, gran parte de Canadá y 14 Estados del Medio Oeste y el Este de EE UU recibían una ola de frío ártico que ha hecho bajar los termómetros de los 40 °C bajo cero. De momento, el frío se ha cobrado ya 12 vidas. Las gélidas temperaturas alcanzadas en ciudades como Chicago, con una sensación térmica que ronda los 50 °C bajo cero, son incompatibles con una actividad humana y productiva normal. Vuelos cancelados, colegios cerrados, oficinas vacías, calles y autopistas heladas, ese es el panorama en EE UU, mientras en Australia las altas temperaturas dejan millones de peces muertos y medidas de emergencia por los altísimos niveles de ozono.
Aunque muy alejados geográficamente, no son fenómenos desconectados. El clima siempre ha tenido variaciones y eso dificulta establecer una relación directa entre estos extremos y el cambio climático, pero hace tiempo que los científicos vienen advirtiendo de que el calentamiento global puede afectar también las condiciones de circulación general atmosférica. Eso explicaría el desplazamiento anormal de unos vientos gélidos que solían quedarse en el Ártico. En todo caso, una de las manifestaciones del cambio climático es precisamente la alteración del clima, con manifestaciones extremas cada vez más intensas y más frecuentes. Lamentablemente, muchos de los gobernantes que han de tomar medidas para frenarlo no estan a la altura del desafío. En algunos casos, como el del presidente norteamericano, Donald Trump, da la impresión de que ni siquiera lo comprenden. Los acuerdos de la Cumbre de París encuentran las mayores resistencias precisamente en el país, Estados Unidos, que más contribuye al calentamiento global. El problema es que cuando los objetivos de reducción de emisiones se cumplan, los efectos beneficiosos aún tardarán en notarse. Hay que exigir pues una mayor ambición en la reducción de las emisiones y prepararnos al mismo tiempo para afrontar un periodo de anomalías persistentes en el clima con fenómenos extremos que causarán graves daños.
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