Kamala Harris se convierte en la tercera mujer de toda la historia de los Estados Unidos en integrar una fórmula presidencial. Primero fue Victoria Woodhull, en 1872, incluso antes que se permitiera el sufragio femenino, y mucho más acá en el tiempo, Hillary Clinton, en 2016. Harris, que se desempeña como senadora desde 2017 por California, es la primera en postularse como vice y la primera negra en formar parte de un ticket para la Casa Blanca. Su candidatura puede aportarle a Joe Biden una potencia histórica de la cual él carece. Harris es una figura política reconocida a nivel nacional por sus críticas a Trump.
En un país que compra de manera voraz los mitos fundacionales, un hombre blanco, representante tradicional de la clase política estadounidense, y de edad avanzada como Joe Biden, no es un material “vendible” para la refundación del American Dream. Sin embargo, en tiempos del Me Too, y del Black Lives Matter, Kamala Harris cumple con el zeitgeist. Harris es hija de padre jamaiquino y madre india. De profesión abogada, antes de ser senadora fue Fiscal General de California, siendo la primera mujer en ostentar dicho cargo. También fue la segunda mujer en ser electa como senadora por su Estado y disputó las últimas primarias demócratas que finalmente ganó Biden.
Desde su banca en el Senado, ha apoyado la legalización del cannabis, la atención médica de pagador único, la ley DREAM para el apoyo de los menores extranjeros residentes en Estados Unidos, así como también la reducción de impuestos para las clases media y trabajadora. Al mismo tiempo, es una fuerte defensora de aumentar la presión tributaria sobre el 1% más rico de los estadounidenses. Si bien es una dirigente más de centro, parte de su discurso va en línea con lo que propone un sector del ala izquierda del Partido Demócrata. Aunque se encuentra lejos de ser una candidata radical como Bernie Sanders, tampoco es una representante tradicional del establishment político como su compañero de fórmula.
Biden apeló al recuerdo de su hijo Beau, fallecido a causa de un cáncer en 2015, al momento de anunciar la elección de Harris. A su vez, utilizó un discurso en línea con lo que esperan las bases del Partido, al referirse sobre cómo ambos “se enfrentaron a los grandes bancos, apoyaron a la gente trabajadora y protegieron a las mujeres y a los niños del abuso”. Sin embargo, Harris no es la candidata más “radical” que podría haber elegido la oposición. Aunque había opciones aún más centristas que Harris, la mayoría de los sectores de izquierda demócratas preferían a candidatos más progresistas como Elizabeth Warren.
La élite de Hollywood, alineada con los demócratas y furiosamente anti Trump, se posicionó a favor de su nominación. La respuesta del presidente también fue rápida: tuiteó un video donde asegura que Harris representa a la “izquierda radical”. Jugando con las declaraciones de Biden, donde se ha denominado a sí mismo como un “candidato de transición”, Trump afirma que la formula sirve para entregarle las riendas de la Casa Blanca a la ultra izquierda de cara al futuro. El Partido Republicano intentará agitar estos fantasmas durante la campaña para forzar una polarización ideológica como no se recuerda en las últimas décadas de la política estadounidense. La suerte no está echada para los comicios de noviembre y cualquier cosa puede suceder. En un país tan divido como derruido moralmente, la candidatura de Harris pretende refundar la idea del sueño americano. Mientras los estadounidenses buscan recuperar el prestigio internacional perdido durante la Administración Trump, se enfrentan a su propia historia al mismo tiempo que delinean su futuro. Estados Unidos debe resolver si quiere ser realmente la “tierra de la libertad” donde las minorías tengan un lugar acorde a su representatividad, o si continúa esta especie de espiral descendente. Kamala Harris puede erigirse en símbolo del nuevo sueño americano, o al menos, servir para que el país salga de lo que muchos de sus ciudadanos considera una verdadera pesadilla.
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