Joe Biden’s foreign policy and strategy with respect to Russia and China place world stability and peace in grave danger. Likewise, he endangers the international consensus needed to address the ecological and climate crises caused by capitalism’s war against nature. These crises demand immediate action and a profound, systemic course correction toward a system that allows the concentration of social forces in favor of the national and international public interest, while acting against the catastrophic ecological and bio-climatic deterioration linked to greenhouse gas emissions. These emissions are the result of the profit-seeking private energy and transportation corporations that produce carbon dioxide and methane, among other greenhouse gases.
The regulation of greenhouse gas emissions has been proposed for decades, with an urgency that is only accentuated by rising temperatures and the increasing intensity and duration of floods, forest fires and droughts around the world. The effects are being felt from California, Canada and Greece to Turkey, Russia and large cities like New York City and Mexico City.
Into the midst of this vast ecocide, Biden reappears with the same Trumpian diplomatic and military designs against Russia and China, ignoring the advice of cautious experts who warn against a new “Cold War.”
This offensive is incredibly provocative, including rhetoric about the supposed “worsening” of the threat in the official narrative, and exacerbated by the vast array of NATO military bases, troops and missiles positioned in the territory and seas around both Eurasian powers. Over 400 of the just under 1,000 U.S. military bases in the world are located on the periphery of Russia and China, as well as the majority of the U.S. blue-water fleet.
To understand the essential elements of this diplomatic and military plan, you cannot do better than reading John Bellamy Foster’s piece in The Monthly Review (July-August 2021), “The New Cold War on China.” It is a precise analysis that presents ample evidence of the unprovoked hostility and accompanying diplomacy of force that the U.S. has levied at the Eurasian powers. It observes that China is in full technical and economic ascent, and Russia is modernizing its military-industrial and nuclear capabilities. Both, I repeat, in the face of constant harassment by the agents of NATO throughout their territorial and sea borders.
Foster shows how the aggressive rhetoric of the U.S. diplomacy of force was manifest shortly after Biden's election, during the first high-level bilateral summit between the People’s Republic of China and the U.S., which took place on March 18 in the city of Anchorage, Alaska. The meeting was attended by U.S. Secretary of State Antony Blinken and National Security Advisor Jake Sullivan, and their counterparts, Yang Jiechi, the Director of the Office of the Central Commission for Foreign Affairs, and Wang Yi, the Foreign Minister.
Among the most important details of the summit in Anchorage, important for Mexico, Latin America, the Caribbean and Canada, are the more varied manifestations of the U.S.’s diplomatic and military arsenal. In a clean break with all diplomatic convention, Blinken arrogantly began the conversation by speaking about his lengthy meetings with the head of the Pentagon to discuss what he considers “China’s questionable actions.” Later, Blinken and Sullivan referenced meetings with other military allies of the United States located around China’s sea and land borders.
Blinken and Sullivan continuously brought up a litany of grievances against China. After many displays of hostility by Blinken, Sullivan continued to reference Biden’s meetings with coalition members in the area, stating that his Asian allies have expressed “deep concerns” with respect to China’s “use of economic and military coercion” and its “assault on basic values” in which the U.S. welcomed stiff competition with China, but adding in an intimidating tone that “it is also necessary to prepare for full-scale conflict.”
Thanks to press reports, the public was able to hear the details of this conversation. Foster notes: "Yang responded that he had ‘felt compelled to make this speech because of the tone on the U.S. side,’ in which the U.S. diplomats chose ‘to speak to China in a condescending way from a position of strength,’ with all the appearance of having carefully ‘planned’ and ‘orchestrated’ this confrontation. Wang followed by returning to Blinken’s veiled reference to Japan and South Korea regarding their concerns about coercion from China. He indicated that it was not clear whether this was actually coming from these countries themselves or was simply a U.S. projection.”
La política exterior y estratégica de Biden contra China y Rusia es de alto riesgo para la estabilidad y paz mundiales, así como para el necesario consenso internacional ante la vasta grieta ecológico-climática gestada por la guerra del capitalismo contra la naturaleza, misma que exige una acción inmediata y un profundo cambio de rumbo sistémico que permita concentrar fuerzas sociales del interés público nacional e internacional contra un catastrófico deterioro ecológico y bioclimático vinculado a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes del accionar con fines de lucro de grandes corporaciones privadas de la energía y del transporte, empezando por el uso de combustibles fósiles, que entre otros GEI produce dióxido de carbono y metano.
Durante décadas se pospuso la regulación de los GEI, apremio que se acentúa con el aumento de la temperatura, la intensidad y duración de las inundaciones, los incendios forestales y sequías que cubren el orbe: California, Canadá y Grecia hasta Turquía, Rusia, así como vastas urbes como Nueva York y México.
En medio del vasto ecocidio climático y socavando la agenda contra el deterioro climático reaparece con Biden el diseño diplomilitar de Trump contra Rusia y China, desoyendo consejos de cuidadosos expertos contra una nueva guerra fría.
Es una ofensiva de la más alta provocación incluir un presunto “agravamiento” de la amenaza en la narrativa oficial alentada por el vasto despliegue de bases, tropa y cohetería de la OTAN en las cercanías terrestres y marítimas de ambas potencias euroasiáticas. Alrededor de China y Rusia, EU despliega más de 400 bases de las poco más de mil que tiene en el orbe y ahí también lo principal de su flota de aguas profundas.
Para percibir los elementos esenciales de ese diseño diplomilitar nada mejor que el ensayo de John Bellamy Foster The New Cold War on China en Monthly Review (julio-agosto de 2021), un certero análisis con abundante evidencia de la inusitada hostilidad que conlleva la diplomacia de fuerza de EU dirigida hacia las dos potencias euroasiáticas, China en pleno ascenso técnico-económico y Rusia en creciente modernización industrial-militar y balístico-nuclear, ambas, insisto, ante el acoso de operativos de la OTAN en las cercanías de sus fronteras terrestres y marítimas.
Foster muestra cómo la agresiva narrativa de la diplomacia de fuerza de EU contra China se hizo presente poco después de la elección de Biden en el primer encuentro bilateral del más alto rango de la diplomacia de la República Popular China con su contraparte de EU, realizada el 18 de marzo en la ciudad de Anchorage, Alaska, con la asistencia de Antony Blinken, secretario de Estado de EU, y el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en reunión formal con Yang Jiechi, director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Externos, y el ministro de Exteriores Wang Yi.
Entre los detalles más importantes de esta reunión en Anchorage, de importancia para México, América Latina, el Caribe y Canadá, sobresalen las más variadas manifestaciones del arsenal diplomilitar de EU, detallando cómo, con prepotencia, desdén y rompiendo con toda norma diplomática, Blinken inició la conversación formal con China hablando de sus reuniones sostenidas con el jefe del Pentágono para discutir lo que consideró eran “cuestionables acciones de China”. Luego Blinken y el asesor de seguridad Jake Sullivan, quien le acompañó a Alaska, hicieron referencias a reuniones con otros países en coalición militar con Estados Unidos, localizados en el área inmediata a las fronteras terrestres y marítimas de China.
Blinken y Sullivan no dejaron de mencionar el rosario de quejas contra China. Después de otra animadversión de Blinken, Sullivan siguió refiriéndose a las reuniones de Biden con algunas de sus coaliciones en el área, mencionando que sus aliados asiáticos habían expresado “áreas de preocupación” con relación al “uso de China de coerción económica y militar”, en sus “asaltos a valores básicos” por lo que EU daba la bienvenida a una competencia intensa con China, agregando en tono intimidante, “pero también es necesario prepararse para un conflicto a toda escala” (sic).
Gracias a informes de la prensa el público pudo enterarse de los detalles de esta conversación. Foster indica que “el ministro Wang dijo que “se había sentido obligado a responder a causa del tono adoptado por el lado de EU “en el que los diplomáticos estadunidenses descendieron a hablarle a China de manera condescendiente desde una posición de fuerza, con la apariencia de haberlo planeado cuidadosamente” y (haber) “orquestado” esta confrontación. Wang se refirió también a la velada referencia de Blinken sobre Japón y Corea del Sur con relación a sus preocupaciones sobre la supuesta coerción económica y militar de China, indicando que “no estaba claro si ese dicho venía de esos países directamente o si era una mera proyección de EU”. ( ibíd)
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.