Roe v. Wade, or the End of Liberalism

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Roe vs. Wade, o el fin del liberalismo

Esta semana, el sitio Politico, uno de los medios políticos más influyentes de Estados Unidos, obtuvo una primicia que volteó de cabeza a Estados Unidos: según un borrador de sentencia que pudieron consultar sus reporteros, el caso paradigmático que en 1973 permitió el aborto, Roe vs. Wade, se convertirá en letra muerta.

Esto se debe a que la Corte Suprema de Estados Unidos, compuesta por nueve justices, ha cambiado su composición durante los últimos años. Entre artimañas del partido Republicano para evitar que el partido Demócrata nominara a un candidato –cuando se inventaron un precedente para que no pudiera siquiera ser considerado–, y entre las circunstancias que permitieron a Trump cargar la balanza a su favor –la muerte de Ruth Bader Ginsburg–, la extrema derecha se hizo de la mayoría de los asientos.

En contra de la opinión nacional, donde existe una mayoría clara a favor del aborto, y en contra de lo que piensa una abrumadora mayoría de mujeres –“mi cuerpo, mi decisión”–, seis personas están por decretar que nuestro vecino del norte regresará al medioevo.

Y no sólo eso: con base en los argumentos que aparecen en el borrador de sentencia, cuya autenticidad fue confirmada por la propia Corte, la puerta está abierta para que las autoridades atenten contra los derechos de otros grupos, como el LGBTTTI.

El partido Republicano, como ya es costumbre, ha ofuscado con el fin de distraer de lo importante. Al saber que su opinión es minoritaria, sus representantes y senadores colman los medios para decir que el problema no es el contenido del borrador, sino el hecho de que se haya filtrado. Como si la Corte Suprema de Estados Unidos tuviera un derecho particular a ser opaca.

Al enfocarse en la filtración y no en lo filtrado, los derechos de las mujeres pasan a segundo plano. Que todos menos ellas decidan, es el mensaje.

Este método distractor no es único en Estados Unidos, sino es parte de un movimiento más amplio, de democracias iliberales que tienden a la autocracia. Si en lugar de hablar de lo principal nos enfocamos en lo secundario, la atención queda desviada y la discusión pública se empantana.

La estrategia, si bien no es perfecta, es altamente efectiva. La opinión pública, la discusión, la política, todo lo que define nuestro futuro como sociedad, terminan enredadas en una tangente de poca trascendencia, y el oscurantismo sale vencedor.

Esto tampoco es nuevo, pero sí es más común ahora que la distracción es tan sencilla. Nuestra adicción a redes y la adicción a nuestros teléfonos, entre otras tantas características de esta posmodernidad, hacen que lo en verdad importante se pierda en el ruido diario.

Que las mujeres pierdan derechos fundamentales debería ser un escándalo mayúsculo, pero ahora quizás sea un tema de escasas horas porque ahí viene la resolución del juicio entre Johnny Depp y Amber Heard.

Lo que sea con tal de evadir el tema de fondo: los tiempos del liberalismo y los derechos terminan.

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