La visita de Nancy Pelosi a Taiwán no se produce en un escenario de cambio del ‘statu quo’ de la isla, pero supondrá para Washington y Pekín el inicio de la reconstrucción de la confianza mutua
La calculada visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán va a marcar el inicio de una nueva etapa en el estado de las relaciones entre Washington y Pekín. A tres meses de la celebración del XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China, que seguramente reafirmará a Xi Jinping en un tercer mandato, la intensa agenda de Estados Unidos en el Indo-Pacífico incorpora activamente a Taiwán en una compleja estrategia de la que todo el tablero geoestratégico de esa región será testigo.
Al permanente estado de alerta en el que se encuentra el estrecho de Taiwán hay que añadirle la mención del presidente Biden hasta en tres ocasiones durante sus dos años de mandato del compromiso de Estados Unidos de involucrarse militarmente en su defensa. En un escenario de elevada tensión, la reiteración del apoyo de Washington al principio de “una sola China” durante la llamada telefónica entre Biden y Xi hace apenas una semana plantea, por tanto, un escenario de compleja geometría que tendrá que acomodar la contundente reacción de China ante la advertencia de que la visita de Nancy Pelosi supondría “jugar con fuego”.
En el contexto general, la agenda asertiva de Pekín avanza en su cuenta atrás para completar el gran rejuvenecimiento de la nación china anunciado por Xi Jinping en 2017. Un proceso que no estará completo si no incluye la reunificación con Taiwán en algún momento, con un calendario establecido que marca 2049 como la fecha para cumplir dicho objetivo. El escenario militar de un posible conflicto en el que intervenga Estados Unidos podría plantearse, sin embargo, para finales de esta década o principios de la siguiente, cuando el equilibrio de poder entre ambas potencias sea mayor y la resiliencia financiera de China sea más fuerte.
La visita de Nancy Pelosi a Taiwán, la de más alto rango de un funcionario estadounidense en 25 años, no se produce en un escenario de cambio del statu quo de la isla, pero supondrá para ambas administraciones el inicio de la reconstrucción de la confianza mutua. Más allá de las demostraciones militares que se producirán de forma contundente cuando la portavoz de la Cámara de Representantes abandone la isla, una respuesta militar abierta a Washington no entraría en el planteamiento de Pekín ante el imperativo de que se mantenga la estabilidad actual ante la cercanía de la trascendental celebración del Congreso Nacional del Partido Comunista de China en otoño, y ante la posibilidad de que se eleve aún más la tensión entre ambos países. Tampoco Pekín estaría dispuesto a entrar en un conflicto militar con Estados Unidos que considere que no pueda ganar.
La reacción asertiva sí será más visible, sin embargo, hacia la opinión pública de Taiwán con acciones que mostrarán la determinación de China de que la reunificación sigue vigente. Las prohibiciones de más de 100 productos de importación de la isla de la industria de alimentación y agrícola son apenas la punta del iceberg del estrangulamiento de la economía taiwanesa. China es el mayor socio comercial de Taiwán, y las restricciones también podrían retomar anteriores prohibiciones de viajes individuales o en grupo de ciudadanos chinos a la isla, aunque el mayor debilitamiento se produciría reduciendo la competitividad de la industria de semiconductores de Taiwán, su pilar económico. La manufactura de chips supone el 35% de las exportaciones de la isla, y la política de potenciar la fuga de talento taiwanés para impulsar la ambición de autosuficiencia tecnológica de China ya está implícitamente debilitando la economía de la isla.
El desafío geopolítico de la visita de Pelosi plantea, asimismo, un impacto en las ambiciones de estabilidad en el Indo-Pacífico que, de nuevo, se ven inmersas en el juego de equilibrio de poder entre Washington y Pekín en la región. La creciente esfera de influencia regional que ha conseguido desplegar China ha reactivado la estrategia Pivot to Asia de la Administración estadounidense para contrarrestar el despliegue de la diplomacia china, principalmente en materia de seguridad y defensa.
Los países asiáticos aspiran, sin embargo, a que se mantengan sus ambiciones de paz y seguridad regional ante el escenario de escalada de tensión ya evidente en las relaciones entre Estados Unidos y China antes de la llegada de Pelosi a Taiwán, y que se elevarán a nivel mayor con su visita a la isla. La fortaleza de la economía china ha convertido al gigante asiático en socio preferente de sus vecinos en Asia con los que conjuntamente ha creado el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, promoviendo el desplazamiento del eje de la economía mundial hacia el Este.
Mantener el enfoque en las relaciones entre Estados Unidos y China con respecto a la paz y seguridad en el Indo-Pacífico ha sido la demanda de Singapur a Nancy Pelosi, un anhelo geopolítico de toda la región. Washington, mientras tanto, evalúa la reacción de Pekín.
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