Dos nacionalismos en busca de convivir
De creer a The Washington Post, la relación entre EU y México estará en un estado de irritación mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador, al que describe como “un populista caprichoso”, esté en el poder.
En otras palabras, formalmente hasta el 1 de octubre de 2024, cuando cumpla su periodo y entregue el poder, aunque según todas las señales, mantendrá a querer o no una considerable influencia política, pese a sus intenciones declaradas de alejamiento.
Es posible, incluso probable. Si el texto refleja el estado de ánimo en los corredores de poder en Washington, vamos a ver dos años de forcejeos y llamados nacionalistas en ambos lados de la frontera: para el gobierno de AMLO puede ser la política energética; para Estados Unidos, migración y seguridad.
Ciertamente, López Obrador puede recurrir –y de hecho lo hace– al patriotismo como fórmula para suscitar un apoyo doméstico que ya tiene en gran medida. El costo puede ser disputas legales con sus socios de Norteamérica, pero informalmente, de frenar la economía y aún la posposición de inversiones externas, ante las acusaciones de incumplimiento de compromisos internacionales.
Esa acusación no es nueva, infortunadamente, y ha acompañado al gobierno lopezobradorista desde el principio de su gestión.
Para la administración estadounidense se trata de una cuestión de imagen doméstica, y sí, de nacionalismo. El presidente Joe Biden ha sido acusado de “blando”, y ese señalamiento acompaña a los demócratas, que enfrentan una posibilidad de perder en noviembre su mayoría en el Congreso.
Los republicanos se quejan, entre otras cosas, de que el gobierno de EU ha fallado en proteger sus intereses externos y en resguardar sus fronteras ante la “invasión” de migrantes.
El hecho, en todo caso, es que la disputa y lo que bien podría considerarse como planteamientos iniciales de negociación ocurre en los momentos en que AMLO parece más fuerte y Biden y los demócratas más asediados. No es el momento ideal.
La realidad también es que Estados Unidos necesita seguridad en su frontera e integrar una alianza duradera en términos geopolíticos y de producción de bienes y servicios.
México, a su vez, necesita impulsar su economía y atraer inversiones productivas.
Así, es importante hacer notar que pese al ruido y los sombrerazos, ninguna de las dos partes se ha dicho dispuesta a abandonar el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). Al contrario.
El hecho real es que las tres naciones de Norteamérica están indefectiblemente vinculadas en todos los niveles.
Sin duda, algunos románticos hablan de mareas de izquierda y vocaciones latinoamericanistas, pero la realidad geográfica, geopolítica, social y económica dictan otra cosa.
Muchos estadounidenses, impresionados con el tamaño de su país, creen que son autosuficientes o pueden arrebatar cuando lo necesiten. Pero esas son nociones del siglo XIX.
A ninguna de las partes le interesa dejar de arreglarse.
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