El incendio de Trump sigue vivo
Tal es la situación de alarma sobre la división de EEUU y la tensión entre dos supuestos bandos que proliferan los libros que especulan sobre una guerra civil
Se dice del amor. Donde hubo fuego, quedan cenizas. Pero bien podría decirse de Estados Unidos a cuento de la violenta polarización que vivió el país bajo la presidencia Trump y que ahora amenaza con propagarse de nuevo, a raíz de los escándalos judiciales del expresidente y su tentativa de volver a la Casa Blanca en 2024.
“Espero ciertamente que mi presidencia salga bien. Si no, no estoy seguro de que vayamos a tener un país”. El apocalíptico mensaje no lo ha trasladado ningún analista en busca de atención. Es una cita atribuida a Biden, incluida en un reciente libro de Jonathan Martin y Alexander Burns, dos periodistas del ‘New York Times’.
El país se resiste a pasar página y los peligros son difícilmente exagerados. Trump ha sido el único presidente sometido dos veces al ‘impeachment’ y simpatizó –quizás también organizó– una tentativa de golpe de Estado en una de las democracias más antiguas del mundo. Parecería demasiado arriesgado volver a dejar en sus manos el país, pero un enésimo escándalo judicial vuelve a proyectar su figura sobre el posible retorno a la Casa Blanca en 2024.
El FBI registró hace días la mansión del expresidente en Florida, incautando documentación reservada que Trump se habría llevado ilegalmente en su salida del poder. El ‘Washington Post’ ha publicado que algunos de estos documentos conservarían secretos relacionados con armamento nuclear.
Según una encuesta del medio ‘Politico’, un 49% cree que la investigación obedece a que Trump haya podido cometer un delito, mientras que un 38% cree que en el fondo hay motivos políticos. Los republicanos han puesto en la diana al fiscal general Merrick Garland, a quien acusan de actuar de parte contra Trump, para dañar sus perspectivas de victoria en 2024.
Los pesos y contrapesos del sistema democrático hacen ‘crack’. En teoría, el Partido Republicano debería contribuir a mantener a Trump y sus mentiras y teorías de la conspiración a raya, porque suponen una grave amenaza para el sistema. Pero en la práctica un partido de gobierno, de mayorías, ha quedado abducido por una espiral de radicalización. Aunque parezca increíble, una mayoría de los simpatizantes republicanos todavía cree que al magnate le robaron la elección.
Tal es la situación de alarma sobre la división del país y la tensión entre dos supuestos bandos que proliferan los libros que especulan sobre una guerra civil. Los ejes identitarios y raciales que separan a republicanos y demócratas de a pie parecen insoldables. Los primeros son mayoritariamente blancos y viven en zonas rurales, mientras que los segundos habitan en grandes urbes y son multiétnicos.
Más de un tercio de los republicanos y demócratas creen que la violencia está justificada para conseguir fines políticos, comparado con menos de una décima de quienes respondieron a la pregunta en 2017, año de la llegada de Trump. Armas en las casas y una espiral de odio político es una combinación demasiado tóxica. Biden conoce los peligros. El país necesita sus aciertos.
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