Trump and His Administration

Published in El Heraldo de México
(Mexico) on 16 January 2025
by José Carreño Figueras (link to originallink to original)
Translated from by Stephen Routledge. Edited by Laurence Bouvard.
Much has been said about the personal style of Donald Trump, who will return to the White House on Jan. 20 after a four-year period during which he promised revenge against those who, in his opinion, had cheated him in the 2020 elections or betrayed him by paying more attention to laws than to his demands to “correct” the voters' mistake.

When he takes office next Monday, Trump will have a federal government aligned by conviction or fear, with the Democratic opposition on the defensive. But part of the way he will govern has been defined as personalized, where “politics will give way to loyalty.” Loyalty is a virtue Trump cherishes, especially when it is to his person.

Perhaps it is a consequence of what some political scientists see as a systemic crisis favoring the arrival of a “strongman.” Beyond that, the reality is that Trump's electoral triumph in the Nov. 6, 2024 elections thrust the United States into a moment where the presidency and the Congress are in the hands of the same party, while the Supreme Court is ideologically inclined toward the religious right.

Trump has been accused of authoritarian tendencies and his cabinet is full of loyalists, while in Congress, Republican majority leaders seem bent on imposing a discipline that is more "Trumpist" than partisan.

In fact, in some agencies, there are already reports of questions being asked of government personnel about their political views or their adherence to Trump's ideas. This is the approach of Michael Waltz, the next national security advisor.

Indeed, certain characteristics have already been noted in officials’ first confirmation hearings: In the one dedicated to Secretary of Defense-nominee Peter Hegseth, controversial for his views on the role of women in the armed forces, fundamentalist religious beliefs and accusations of sexual harassment have been in evidence, as well as the fact that he was a news anchor on the FOX network until a couple of months ago. Contrary to custom, the majority rule has literally marginalized the Democratic minority, which, with few exceptions, had no access to an investigation of the candidate.

“Majoritarianism,” however, is a process that is not uncommon in countries where there is partisan competition, and Democrats in the United States used their legislative majorities to overwhelm Republicans — though rarely, if ever, to stifle them.

In the current U.S. Congress, where the Republican majority literally seems to prevail, it will be loyal to Trump’s will.

Certainly, several political scientists agree, in different ways, that Trump's presidency comes at a time when the United States is in a systemic crisis, with a government described as dysfunctional and a Congress that is frequently immobilized by partisan or ideological disagreements.


Mucho se ha hablado del estilo personal de Donald Trump, que el próximo 20 de enero retornará a la Casa Blanca tras un período de cuatro años durante los cuales prometió venganza

Mucho se ha hablado del estilo personal de Donald Trump, que el próximo 20 de enero retornará a la Casa Blanca tras un período de cuatro años durante los cuales prometió venganza contra quienes en su opinión le hicieron trampa en las elecciones de 2020 o le traicionaron al prestar más atención a las leyes que a sus demandas de "corregir" el error de los votantes.

Cuando asuma la presidencia, el próximo lunes, Trump tendrá un gobierno federal alineado por convicción o por temor con la oposición demócrata a la defensiva. Pero parte de la forma en que gobernará ha sido definida como una personalizada, una en la que "la política cederá el sitio a la lealtad". La fidelidad es una virtud que Trump aprecia, especialmente cuando es hacia su persona.

Tal vez sea consecuencia de lo que algunos politólogos consideran como una crisis sistémica y favorece la llegada de un "hombre fuerte". Más allá, la realidad es que el triunfo electoral de Trump en las elecciones del seis de noviembre de 2024 puso a los Estados Unidos en un momento donde la presidencia y el Congreso están en manos de un mismo partido mientras la Suprema Corte de Justicia se encuentra ideológicamente inclinada hacia la derecha religiosa.

Trump ha sido acusado de tendencias autoritarias y su gabinete está lleno de leales, mientras que en el Congreso, los líderes de las mayorías republicanas parecen empeñados en imponer una disciplina más "trumpista" que partidista.

De hecho, en algunas dependencias ya hay reportes sobre cuestionamientos al personal del gobierno sobre sus ideas políticas o su adhesión a las ideas de Trump. Es de entrada el planteamiento de Michael Waltz, próximo Consejero Nacional de Seguridad.

De hecho, ya en las primeras audiencias de confirmación de funcionarios se han notado algunas características: en la dedicada al nominado para secretario de Defensa, Peter Hegseth, polémico por sus puntos de vista sobre el rol de las mujeres en las Fuerzas Armadas, creencias religiosas fundamentalistas y acusaciones de hostigamiento sexual, amén de que hasta hace un par de meses era presentador de noticias en la cadena FOX. Contra la costumbre, la regla de la mayoría marginó literalmente a la minoría demócrata, que salvo excepciones no tuvo posibilidad de acceso a una investigación sobre el aspirante.

El "mayoriteo", sin embargo, es un proceso que no es raro en países donde hay competencia partidista, y los demócratas en Estados Unidos emplearon sus mayorías legislativas para abrumar a los republicanos. Pero rara vez, si acaso, para sofocarlos.

Y en el actual congreso estadounidense, donde la mayoría republicana literalmente lo que aparentemente se impondrá será la lealtad a la voluntad de Trump.

Ciertamente, varios politólogos coinciden, en formas distintas que la presidencia de Trump llega en un momento en que los Estados Unidos se encuentran en una crisis sistémica, con un gobierno descrito como disfuncional y un congreso que frecuentemente está inmovilizado por desacuerdos partidistas o ideológicos.

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