One of the many lessons that Mexico has learned in its fight against organized crime is that without the full cooperation of the United States the problem cannot be eradicated. In its discourse, President Obama’s administration has given signs that it understands this, but we are still awaiting actions that would confirm it.
In this light, the Congressional confirmation of the new ambassador to Mexico takes on particular importance. The ambassador’s arrival will be the perfect opportunity to renew relations between our two countries, particularly in terms of security.
It should be noted that relations between the countries are not at a high point. President Calderon never considered the previous ambassador, Carlos Pascual, a legitimate and impartial counterpart, and the situation only worsened with the news that U.S. security agencies had brought arms into Mexico illegally during Operation Fast and Furious. The words of ambassadorial candidate, Anthony Wayne, spoken yesterday before Congress, now take on added importance: “I am firmly convinced of the need to be fully transparent with every operation the United States federal agencies carry out, with the ambassador and with the country in which we have a responsibility. And not only because of the ambassador’s responsibility, but also to ensure the effectiveness of these operations."*
Perhaps the only aspect of Wayne’s Congressional appearance that merits criticism is that from his point of view there are no other alternatives in the fight against the drug cartels. He did not specify if this absence of alternatives included the U.S. policy of allowing citizens to possess weapons and consume drugs while at the same time prohibiting the entry of illegal substances into the country. The last thing Mexico hopes for is the continuation of this failed strategy.
Next year will be the end of Obama’s first four-year term, as well as President Calderon’s six-year term. It is likely that crime-fighting methods will change, even if the Democratic leader is re-elected. In any case, no matter the focus of the fight, any anti-drug policy should include consumption reduction and the restriction of the buying and selling of high-powered weapons in the U.S.
Politicians say the time is not right when they believe that taking a stand could create a backlash in public opinion. This will put U.S. and Mexican security at risk next year. Both sides should approve the ambassador’s appointment in order to overturn this false limitation.
Bilateral problems cannot remain at the mercy of special interests groups.
*Editor's Note: This quotation, accurately translated, could not be verified.
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Una de las muchas lecciones que el combate al crimen organizado le ha dejado a México es que sin la cooperación plena de Estados Unidos el problema no puede ser erradicado. La administración del presidente Barack Obama ha dado muestras de entender esto, en el discurso, pero aún se esperan acciones que lo confirmen.
En ese sentido cobra particular importancia la confirmación que el Congreso estadounidense haga del nuevo embajador de ese país en México. La llegada del mismo será la oportunidad perfecta para relanzar las relaciones entre ambas naciones, en particular en el ámbito de la seguridad.
Cabe recordar que la convivencia entre los países no pasa por el mejor momento. El pasado embajador, Carlos Pascual, fue desconocido como interlocutor válido e imparcial por parte del presidente Calderón, lo cual empeoró con la noticia de que agencias de seguridad estadounidenses introdujeron armas a México ilegalmente bajo el operativo “Rápido y furioso”. De ahí la trascendencia de las palabras de Anthony Wayne, candidato a embajador, ayer frente a congresistas de su país: “Soy un firme convencido de la necesidad de ser transparentes con cualquiera de las operaciones de las agencias federales de Estados Unidos, con el embajador y con el país en el que tengamos una responsabilidad. Y no sólo por la responsabilidad del embajador, sino por la efectividad de estas operaciones”
Quizá lo único criticable de la comparecencia de Wayne sea que desde su punto de vista no existan “otras alternativas” en la lucha contra los cárteles de la droga. No precisó si esa ausencia de opciones incluye la política estadounidense de permitir armas y consumo mientras se prohíbe la entrada de sustancias ilegales a su país. Lo que menos espera México es la continuación de esa fallida estrategia.
El próximo año termina el primer cuatrienio de Obama, así como el sexenio del presidente Calderón. Es probable que las formas de combate al crimen cambien, incluso si el mandatario demócrata es reelecto. Sin embargo, sea cual sea el enfoque de la lucha, cualquier política antinarcóticos debe pasar por la reducción del consumo en Estados Unidos y la restricción a la compra-venta de armas de alto poder en ese país.
“No hay condiciones”, dicen los políticos, cuando creen que definirse respecto de un tema puede afectarlos frente a la opinión pública. Ese es el riesgo que corre la seguridad en Estados Unidos y México el próximo año. La confirmación de embajador debería ser aprovechada por ambos para darle la vuelta a esa falsa limitación.
Los problemas bilaterales no pueden seguir a merced de susceptibilidades y agendas de grupo.
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En la vida, economía y sobre todo en la política lo importante es el Mood...el único claro es AMLOGUILLERMO OSORNO
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En los tres días que lleva aquí encerrada,no extraña la luz del día,menos con conferencia de Al Gore
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The madness lies in asserting something ... contrary to all evidence and intelligence. The method is doing it again and again, relentlessly, at full volume ... This is how Trump became president twice.
It wouldn’t have cost Trump anything to show a clear intent to deter in a strategically crucial moment; it wouldn’t even have undermined his efforts in Ukraine.