Should I swear that Apple did not pay me to write this article? I swear. Apple does not need a writer from the remote tropical mountains to declare his love for a little telephone.
We quickly grow accustomed to magic. Barely five years ago, one of the most incredible technological inventions in history was born — the iPhone — and we already take it for granted, failing to compare Steve Jobs favorably with Johannes Gutenberg. But the mental and cultural revolution that the German inventor created five centuries ago is comparable in scope and depth to the one that the gringo has produced today.
This pocket-sized treasure is perhaps the most important extension of the human brain that has been produced in the last half century — a half-century which, incidentally, has been one of the most prodigiously inventive in all of human history. If we did not glimpse its importance, we would not have bought 250 million of these hand-held computers, and they would not be marketed with a passion that verges on madness. The iPhone is a toy, a secretary, a pet, a companion that is so intelligent that you don’t even have to read a manual to understand it — a child picks it up and immediately, by interacting with it, learns how it works and how to use it. In fact, it is so versatile that it tells you by itself how to use it.
When writers speak of the decline of the West, it makes me smile. Here is a person who spends half his life on the internet — invented jointly by CERN in Geneva, MIT in Boston and various technological advances developed in California. If he is of advanced years he probably takes Viagra — invented in Great Britain and patented in the United States — checks facts on Google and Wikipedia and uses a laptop made by Dell or Apple, all of which are gringo corporations. Not to mention the companies that design the microprocessors (whose names we may not recognize), which allow us to pay a bill online, book an airline flight, download a song or movie, take our blood pressure or view an obstructed artery on a video screen.
As I am a bit old for the digital world, I prefer to read printed books, but if I’m in the dentist’s waiting room I read a book on the screen of my telephone, or I learn about the latest battle between the president and the former president on Twitter, or I watch scenes from an old Buster Keaton movie.
In my hand, I have a compass, and altimeter, a GPS that tells me my exact position on the planet and the number of kilometers I have walked, the nearest place to buy a bottle of wine. If I’m tense, I put on headphones and listen to Beethoven’s “Triple Concerto” or Bach’s viola da gamba sonatas until calm returns, or I read three Leopardi poems, or two by Garcilaso, or a canto by Dante. They are all there, in my hand, the quiet music of poetry and the celestial music of the two great B's. How can I help but be amazed and grateful? It’s not only a simple telephone to call my mother or a chat with my children (seeing their faces on the screen) from the other side of the earth, it is also an aid to my bad memory, which saves me from my disdain for names and dates.
The silly old erudite arguments (In what year was Brahms born? When was Arango’s “Manifiesto Nadaísta” published? What type of plant does hemlock come from?) can be resolved with a click and a question. Or, to use a more literary form of expression: What the iPhone most resembles is Aladdin’s lamp, because the genie awakens when you rub it. Isn’t it magic to touch a crystal and receive answers to nearly all your questions?
The great genius behind intelligent machines is named Alan Turing. He dreamed up a test to decide when we can say that artificial intelligence was beginning to behave like a human being. Not until the arrival of the iPhone have we come so close to this astonishing point. Recently, I heard a heard friend asking her iPhone in English: “Is there any better phone than you?” And the iPhone answered: “Are you kidding me?” All discussion aside: I am still amazed by this wonderful device.
Haga de elespectador.com su página de inicio REGISTRO >>INGRESO >>Ayudas | Contáctenos | Foros El Espectador | Suscripciones Impreso
Opinión
Edición Online
Domingo, 8 de Jul de 2012
Última Actualización: 10:45 am
INICIO
NOTICIAS
OPINIÓN
ECONOMÍA
DEPORTES
CULTURA
ENTRETENIMIENTO
TECNOLOGÍA
BLOGS
MULTIMEDIA
¿Dónde estoy? Opinión
Opinión |8 Jul 2012 - 1:00 am
La magia en la mano
Por: Héctor Abad Faciolince
¿Debo jurar que Apple no me paga por este artículo? Lo juro. Apple no necesita que un lejano escribidor de las montañas del trópico le declare su amor a un telefonito.
Imprimir Enviar
Opiniones
0
Nos acostumbramos muy fácilmente a la magia. Hace apenas cinco años nació uno de los inventos técnicos más increíbles de la historia —el iPhone— y ya no nos parece gracia ni se compara lo suficiente a Steve Jobs con Johannes Gutenberg. Pero la revolución mental y cultural que produjo el alemán hace cinco siglos, es comparable en dimensiones y en hondura con la que ahora produce el gringo.
Este tesoro del tamaño de un librito de bolsillo es quizá la más importante extensión del cerebro que ha surgido en el último medio siglo, un medio siglo, además, que es uno de los más prodigiosos en inventiva de toda la historia humana. Si no sospecháramos su importancia, no se habrían vendido 250 millones de este computador manual: no hay marketing que logre esta pasión que limita con la locura. El iPhone es un juguete, un secretario, una mascota, una compañía tan inteligente que ni siquiera hay que leer un manual para entenderlo; un niño lo coge y al momento —interactuando con él— sabe cómo funciona, cómo puede usarlo, pues es tan versátil que él mismo te enseña a manejarlo.
Cuando algunos hablan de la decadencia de Occidente, se me sale una sonrisa: esa persona se pasa la mitad de la vida en la red —un invento compartido entre el CERN de Ginebra, el MIT de Boston, y los avances tecnológicos de California—; si es hombre añoso probablemente toma Viagra —descubierto en Gran Bretaña, patentado en Estados Unidos—; busca datos en Google y en Wikipedia, y usa un portátil producido por Dell o por Apple, corporaciones gringas. Para no hablar de las empresas que diseñan microprocesadores (que ni sabemos cómo se llaman), los cuales permiten pagar una cuenta por internet, hacer volar un avión, bajar una canción o una película, tomarnos la presión o ver en la pantalla una arteria obstruida.
Como soy viejo para el mundo digital, prefiero leer en papel, pero si estoy en una sala de espera del dentista leo capítulos de un libro en la pantalla de mi teléfono, me entero por Twitter de la última pelea entre el presidente y el expresidente o veo fragmentos de una vieja película de Buster Keaton.
En mi mano tengo una brújula, un altímetro, un GPS que indica mi posición exacta sobre la tierra, los kilómetros que duró mi caminata, el sitio cercano donde puedo comprar una botella de vino. Si estoy tenso, me pongo los audífonos y oigo el Triple concierto de Beethoven o las sonatas para viola da gamba de Bach, y regreso a la calma, o leo tres poemas de Leopardi, dos de Garcilaso, o un Canto de Dante: todos están ahí, en mi mano, la música callada del poema y la música celestial de las dos B gigantes. ¿Cómo no voy a estar maravillado, agradecido? No es un simple teléfono para llamar a mi madre, para hablar con mis hijos (y verlos en la pantalla) al otro lado del mundo, es también un auxilio para mi mala memoria, lo que me salva de mi desdén por los nombres y las fechas.
Las viejas y tontas discusiones de eruditos (¿en qué año nació Brahms, cuándo se publicó el Manifiesto Nadaísta, de qué planta se saca la cicuta?) se resuelven con un clic y una pregunta. O, para decirlo de un modo más literario: a lo que más se parece el iPhone es a la lámpara de Aladino, pues el genio se despierta con solo acariciarlo. ¿No es magia frotar un cristal y recibir la respuesta a casi todas las preguntas?
El gran genio que está detrás de estas máquinas inteligentes se llama Alan Turing. Él mismo se craneó un test para definir cuándo podíamos creer que la inteligencia artificial empezaba a funcionar como la humana. Nunca como con el iPhone nos habíamos acercado tanto a este asombro. Hace poco oí a una amiga preguntándole en inglés a su aparatico: “¿Existe algún teléfono mejor que tú?”. Y el iPhone contestó: “¿Estás bromeando?”. Fuera de charlas: no salgo de mi asombro ante esta maravilla.
Elespectador.com| Elespectador.com
Tags de esta nota:
Héctor Abad FaciolinceAlan TuringAppleiPhone
Opinar| Enviar | Imprimir |
0
Opiniones
Este es un espacio para la construcción de ideas y la generación de opinión.
Este espacio busca crear un foro constructivo de convivencia y reflexión, no un escenario de ataques al pensamiento contrario.
Columna 30 de 30 en Héctor Abad Faciolince
Publicidad
Paute Fácil
Enlaces relacionadosANUNCIE AQUÍ
Bancolombia y Xoom.com
Por ventanilla o abono.
Hasta $2,999 por $4.99.
www.xoom.com/Bancolombia
No hay que Ser Millonario
Invierta desde 64 millones
Obtenga rentabilidad.
Bdbacata.com
Giros a Colombia Más Económicos.
Envía hasta $2,999 por sólo $4.99.
Pago en ventanilla o Pago a cuenta.
www.xoom.com/Colombia
Más columnas de Héctor Abad Faciolince
1 Jul 2012
Una lección de humildad
24 Jun 2012
El nivel de la discusión
17 Jun 2012
(“¿,;:.¡- –´/*!~•’_¨?...”)
10 Jun 2012
Cui bono
3 Jun 2012
Violaciones, ácidos, canibalismo
Más columnas de Opinión
El Valle
Cartas de los lectores
Conociendo los resultados y las consecuencias de la elección por gobernador en el Valle del Cauca, no termina uno de sorprenderse en este extraño país, pues intento encontrar alguna explicación...
México vs. Brasil
Alejandro Gaviria
A comienzos de 2011 el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presentó un estudio sobre las perspectivas económicas de los países latinoamericanos. El estudio identificó dos grupos de países.
Publicidad
On-line
últimas noticias
Mapa de noticias
SERVICIOS:
Contáctenos
Quiénes Somos
Ayudas
Registro
Suscripciones RSS
Suscripciones impresas
Círculo de experiencias
Mapa del sitio
Móvil
EE.com su página de inicio
Foros El Espectador
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones de COMUNICAN S.A. Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial,así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2012
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.