The most important international meeting on climate change will take place in a few days in Copenhagen. Heads of state and government delegations will come together in attempts to create a worldwide agreement meant to give effective attention to challenging climatic changes. The primary goal of this meeting is to find a political and financial formula that resolves the one great obstacle that, until now, has sabotaged multiple past negotiations on the subject: how to distribute between countries the unavoidable economic burden that accompanies efforts to stem climate change.
For some countries - those with higher incomes - the focus is centered on generating mechanisms that ensure that the growing emission of greenhouse gases are stabilized first and then reduced over the coming decades. For other nations, the main concern is that there be financial schemes in place that enable them to more cheaply adapt to the inevitable effects of climate variation, which are already beginning to show.
The great actors in the negotiations are the United States, Europe, China and India. The U.S. and Europe are relevant due to the volume of their emissions and income level. China and India are major players due to their current and expected future emissions in addition to their economic dynamism, especially in the case of China. Brazil (holder of the largest carbon sink in the world - the Amazon), Japan, and even Russia and Australia have important roles in the new agreement as well.
Additionally, it seems Mexico will play a more important role now than was originally expected, considering it generates no more than 1.5 percent of global emissions. The country’s proactive position - though a bit radicalized - shows that it’s building a national climate change policy, and the direct involvement of President Calderon has made it a major player. Moreover, as the country set to host the next summit in late 2010 and hold the yearlong presidency of the Conference of the Parties (COP) going to Denmark, our country has a position that should not be missed.
However, the overall environment is not easy. Even in the most recent meeting in Barcelona just a few weeks ago, the international community failed to work out the benchmarks outlined in the Bali Action Plan of 2007 and expected to be formally agreed upon in Copenhagen. Marked by a heterogeneous environment with varying national interests and strategic positions - a most exciting scenario for game theorists, but also conducive to a climate of mistrust - the negotiations would require a major breakthrough in order for large sections of the population not to be disappointed.
When will that breakthrough come? Some argue there may be a clear U.S. commitment now that President Obama has shown signs of wanting to reverse his predecessor’s apathy and link climate change to the energy security and economic recovery of his country. But we cannot forget that the U.S. Senate has not yet approved a bill that would allow Obama the domestic backing to move forward. There are segments of the U.S. population who view a climate compromise with suspicion when China, the emerging economic power with whom the U.S. competes, refuses to be a true counterpart.
However, China and the U.S.’s recent announcement stating their interest in a climate agreement should be seen as an encouraging sign, since it is these two countries that account for nearly half of global emissions. Also, some of the major players in this game of chess have been acting behind the scenes, not only through formal forums (G-20, G-8 +5, Major Economies Forum), but also through informal bilateral consultations and in small groups of countries.
In any event, a meaningful agreement in Copenhagen will include: 1) some type of commitment by the major emitters to make cuts by 2020, 2) approval, perhaps in general terms, of one or more schemes for countries with higher per capita income to ensure resources for those with lower levels and 3) some type of evaluation method for the medium term, for example, standardized measurements and other efforts to permit international comparability.
If this occurs, Copenhagen could have a happy ending, resulting in part from informal agreements and the presence of senior political leaders. But, perhaps we should not expect too much.
Carlos Muñoz Villarreal
¿Qué esperamos de Copenhague?
26 de noviembre de 2009
En pocos días se celebrará en Copenhague la reunión internacional más importante sobre cambio climático que haya tenido lugar en mucho tiempo. Contará con la presencia de jefes de Estado y de gobierno encabezando delegaciones y se buscará un acuerdo mundial que dé atención efectiva al reto del cambio climático. En el fondo, se busca una fórmula política y financiera que resuelva el gran obstáculo que han encontrado hasta ahora las múltiples negociaciones sobre el tema: cómo distribuir entre todos los países la carga económica que —ineludiblemente— la atención del cambio climático representa.
Para unos países —los de mayor ingreso— la atención se centra en generar mecanismos que garanticen que la creciente emisión de gases efecto invernadero se estabilice, primero, y se reduzca en las décadas venideras. Para otras naciones la preocupación es que haya esquemas financieros que les permitan adaptarse en forma menos onerosa a los efectos inevitables de la variación climática que ya comienza a manifestarse.
Los grandes actores de la negociación son EU, la UE, China e India. Los dos primeros por el volumen de sus emisiones y por su nivel de ingreso. Los dos últimos, por su participación actual y futura en las emisiones globales, así como por su dinamismo económico, particularmente China. También Brasil (poseedor del mayor sumidero de carbono en el mundo en la selva amazónica), Japón e incluso Rusia y Australia pueden jugar un papel importante en un nuevo gran acuerdo.
México parece tener un papel más importante del que en principio le correspondería, tomando en cuenta que genera no más de 1.5% de las emisiones globales. Su posición poco radicalizada y proactiva, las señales de construcción de una política nacional de cambio climático y el involucramiento directo del presidente Calderón lo han hecho actor importante. Más aún, al tratarse del país que albergará la siguiente reunión cumbre, a finales de 2010, y que ejercerá durante un año la presidencia de la Conferencia de las Partes, sucediendo a Dinamarca, nuestro país tiene una posición que no debiera desaprovecharse. Sin embargo, el entorno general no es fácil.
La comunidad internacional no ha logrado, ni siquiera en la más reciente reunión en Barcelona, apenas hace unas semanas, avances en los temas delineados bajo el Plan de Acción de Bali (2007), que se preveía fueran formalmente acordados en Copenhague. Marcada por un entorno no sólo de heterogéneas condiciones nacionales y de posicionamientos estratégicos que lo vuelven quizá el más apasionante caso de análisis desde la teoría de juegos, sino también por un clima de desconfianza, la negociación requeriría un salto de gran envergadura para que las expectativas de amplios grupos de la población no se vean defraudadas.
¿De dónde podría provenir ese salto? Algunos opinan que de un compromiso claro de EU, ahora que el presidente Obama ha dado muestras de querer revertir el desdén de su antecesor y vincular la atención del cambio climático con la seguridad energética y el relanzamiento económico de su país. Pero no podemos olvidar que el Senado de EU no ha aprobado aún una iniciativa de ley interna que permitiría a Obama moverse con soltura, y que existen segmentos de su población que ven con recelo un compromiso climático en el que no exista una contrapartida de China, potencia económica en ciernes con quien compiten.
El muy reciente anuncio conjunto de China y EU respecto del interés en lograr un acuerdo climático debe ser visto como un signo alentador, porque se trata de los dos países que concentran cerca de la mitad de las emisiones globales. También se tienen puestos los ojos en las negociaciones tras bambalinas de algunos de los principales jugadores en este tablero de ajedrez, no sólo a través de espacios formales (G-20, G-8+5, Foro de las Grandes Economías), sino también a través de consultas informales bilaterales o de pequeños grupos de países.
En cualquier caso, un acuerdo importante en Copenhague habrá de pasar por: 1) alguna forma de compromiso de reducción por parte de los principales emisores hacia 2020, 2) la aprobación —así sea en términos generales— de uno o varios esquemas que garanticen recursos financieros de los países con mayor ingreso per cápita a aquéllos con un nivel menor y 3) alguna señal de viraje en el mediano plazo por parte de estos últimos, a través, por ejemplo, de mecanismos de medición y comparabilidad internacional de esfuerzos.
Siendo así, Copenhague podría tener un feliz desenlace apalancado por los acuerdos informales y la presencia de los líderes políticos de alto nivel, pero tal vez no deberíamos esperar demasiado.
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.
The attempted assassination of Hamas negotiators marks a turning point. ... Added to the genocide and ethnic cleansing in Gaza, international law has finally died.