La tragedia de Sherrod
La persecución de una modesta funcionaria del Departamento de Agricultura de EE UU deja en mal lugar a la prensa, la clase política y al propio Obama
Una desconocida funcionaria del Departamento de Agricultura se ha convertido en la protagonista de una apasionante historia que ha concentrado la atención del país a lo largo de toda la semana y que debería ser recordada eternamente como un ejemplo del daño que la temeridad del periodismo, el oportunismo político y el revanchismo ideológico son capaces de infligir a una sociedad. El caso, en el que solo la propia víctima ha mostrado un comportamiento sensato y humano, constituye una afrenta para toda la élite dirigente.
Todo pareció acabar ayer cuando el propio Barack Obama se disculpó ante el país por el perjuicio causado a Shirley Sherrod, del que él no es el único culpable pero sí uno entre tantos. El jueves la llamó por teléfono para presentarle excusas de forma personal. “Esto ha ocurrido en parte porque vivimos en una cultura de medios de comunicación en lo que algo aparece en
YouTube o en un blog y enseguida se monta el gran lío”, dijo el presidente en una entrevista en televisión.
El nombre de Sherrod, que es de raza negra, fue mencionado por primera vez en los medios el lunes pasado, cuando una página web de extrema derecha, Breidbart.com, reprodujo una frase de ella incluida en un discurso que hacía pensar que, en el pasado, había discriminado a un granjero por ser de raza blanca.
En pocos minutos, esa frase estaba recorriendo todas las páginas de Internet y los canales de noticias de las televisiones junto a los comentarios de sus analistas, que condenaban el intolerable comportamiento de una funcionaria pública y exigían su dimisión. Menos de 24 horas después, un ayudante del secretario de Agricultura, Tom Vilsack, la llamó para solicitarle la renuncia.
Sherrod trató de explicar que todo era un error, que sus palabras habían sido distorsionadas, pero nadie se molestó en escucharla. Sólo después, cuando ya estaba despedida y los medios habían consumido por completo la carnaza, Sherrod pudo repartir una copia completa de su discurso y demostrar que su comportamiento, no solo no fue racista, sino altamente generoso.
El famoso discurso, que había sido pronunciado en marzo en Georgia en una reunión de la NAACP -la principal organización negra-, duró 45 minutos. En él, Sherrod aludió a un caso ocurrido hace 24 años, cuando trabajaba para una ONG que ayuda a los agricultores modestos, en el que ella convenció a un granjero blanco de que se encontraba en las mismas circunstancias dramáticas que muchos granjeros negros habían sufrido durante mucho tiempo. El corte de dos minutos que reprodujeron los medios dejaba la impresión de que Sherrod había discriminado a ese hombre, pero lo cierto es que le salvó su negocio y su vida. El propio granjero, ante el escándalo organizado, ha salido a recordar que guarda eterna gratitud por Sherrod.
Pero ninguno de los que reprodujeron el manipulado corte de vídeo o de los que reaccionaron a su contenido se ocupó antes de llamar al granjero, ni los periodistas ni el secretario de Agricultura. Nadie se molestó en escuchar el discurso completo de Sherrod. Nadie exigió a Breitbart.com las pruebas sobre la solvencia de su denuncia. Por supuesto no hubiera ocurrido lo mismo si el denunciado hubiera sido Bill Gates, pero Sherrod era una desconocida a la que se podía atacar sin riesgo.
Nadie se permitió siquiera sospechas de la extraña coincidencia de que el supuesto vídeo racista de Sherrod apareciera después de un fin de semana en el que una convención de la NAACP había formulado quejas bien fundamentadas por el racismo de los integrantes del Tea Party, un movimiento ciudadano extremadamente conservador.
“Me he cansado de decir: esperen un poco, lean el discurso completo. Pero nadie me escuchaba”, dijo Sherrod el miércoles, amargada y frustrada. Para entonces el secretario de Agricultura ya le había pedido reincorporarse a su puesto, pero ella no está ahora con ganas de aceptarlo.
Queda evidente en este caso la perfidia de algunos de los agentes de la acción política diaria, la negligencia de gran parte de los medios de comunicación -los periódicos más serios no se hicieron eco de la historia y The New York Times ha publicado un editorial de condena, pero la cadena Fox la convirtió en su propia causa- y el pánico que algunos políticos sienten ante la crítica. Falta por conocerse por completo cuál es la responsabilidad del propio Obama.
La hay, de entrada, como superior directo de Vilsack. Pero puede haber más. El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, ha asegurado que el presidente no fue informado de este caso hasta el martes por la mañana y que nunca pidió emprender acciones concretas contra Sherrod. Aunque así fuese, es cierto que el primer presidente negro de EE UU, igual que sus colaboradores, es un rehén del miedo a aparecer ante la opinión pública como un defensor de su raza.
“Si hay una lección que aprender de este episodio”, dijo ayer Obama, “es la de no precipitarse a llegar a conclusiones o a apuntar con el dedo contra otros. He comunicado a mi equipo y a los departamentos del Gobierno que es preciso concentrarse en hacer las cosas que hay que hacer, no las que parezcan políticamente convenientes en cada momento”.
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