Life is not defended through death, nor is liberty defended through tyranny. I would like to know what passes through the minds of those conservatives in the U.S. and in Europe who defend the right to life with expeditious tactics – or should I say “fascist tactics” – and religious dialogue with clubs. The matter of Pastor Jones and his call to burn the Koran brings to mind the pyres of the inquisition or the piles of burning books in Nazi Germany.
Yesterday marked the ninth anniversary of the attack on the United States, which was carried out by a shadowy conglomeration of individuals, belonging to a diverse group of Islamic nations and organized in a group with diffuse outlines, called al-Qaida. This began a new form of war, no matter what the “activists” disguised as pacifists may say, to which the U.S. was not accustomed. The utter failure of the war in Iraq, and the unmanageable conflict in Afghanistan, is proof of that.
Pope Benedict XVI has made enormous efforts to foster religious dialogue based not on imposing but on proposing. Of course it is not by burning the Koran that we resolve our differences but by ensuring that our democratic societies treat men and women equally and uphold religious freedoms — something democratic constitutions require. The decision to locate the “Cordoba” mosque at ground zero is not only absurd but also ill-intentioned. This controversy reminds me, on a smaller scale, of the one that erupted when the Carmelites moved into the outskirts of Auschwitz. A place for everything, and everything in its place. Truth is not imposed, it is proposed, with love — a word in disuse – and not blood or fire.
La vida no se defiende con la muerte ni la libertad imponiendo la tiranía. Me gustaría saber qué pasa por esas mentes conservadoras que defienden en los Estados Unidos, y también en Europa, el derecho a la vida con métodos expeditivos —para que no digan que les llamo «fascistas»— y el diálogo entre religiones, a garrotazos. Lo ocurrido con el pastor Jones y su llamamiento a la quema del Corán nos remonta a esas épocas pretéritas de las quemas inquisitoriales o de las pilas de libros ardiendo en Alemania durante la persecución nazi.
Ayer conmemorábamos el noveno aniversario del ataque a los Estados Unidos perpetrado por un impreciso conglomerado de individuos, pertenecientes a las más diversas nacionalidades islámicas, agrupados en torno a la organización de contornos difusos denominada Al Qaeda. Se inauguró una nueva forma de guerra, digan lo que quieran los «activistas» disfrazados de pacifistas, contra la que los estados no estaban acostumbrados a enfrentarse. El rotundo fracaso de la guerra de Irak y el indomable conflicto de Afganistán es una buena muestra de ello.
Benedicto XVI ha hecho un enorme esfuerzo para establecer un diálogo religioso basado en la proposición y no en la imposición. Desde luego no es quemando el Corán como resolveremos las diferencias, sino haciendo cumplir en nuestras sociedades democráticas las leyes sobre igualdad de sexos y sobre libertad religiosa, que es a lo que obligan todas nuestras constituciones democráticas. La elección del emplazamiento de la denominada mezquita «Córdoba» en la «zona cero» es no sólo disparatada sino malintencionada. Esta polémica me recuerda, aunque a menor escala, a la que se armó con las carmelitas que se instalaron en las afueras de Auschwitz. Cada cosa y cada casa tiene su lugar. La verdad no se impone sino que se propone, con amor, esa palabra tan en desuso. Y no a sangre o fuego.
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