Tuesday of Horror for Obama

Published in La Cronica De Hoy
(Mexico) on 3 November 2010
by Concepción Badillo (link to originallink to original)
Translated from by Analin Saturria. Edited by Sam Carter.
It’s been exactly two years since Barack Obama was elected president of the United States. Back then, the great joy of his followers did not allow one to clearly see the political divisions prevalent in the country and that today are on the scale with two totally different versions of the government and society the Americans want.

This Tuesday, there were elections. At the moment of writing this column results are partial, but there are 37 governor’s seats, 37 Senate seats and the total 435 House of Representatives seats at stake. Obama was not on the ballot, but, in practice, his two years of government were, because this election is considered as a referendum on the 24 months he’s been in office.

All polls suggest that neither Obama nor his Democratic party will benefit from this election. With an economy that doesn’t show signs of recovery and unemployment on the rise, most likely Republicans will gain control of the lower chamber, and possibly of the Senate as well.

So far the president has decided to cancel all his scheduled public appearances and spent Tuesday at the White House, awaiting, like the rest of the nation, the results of what is predicted to be the greatest Democratic defeat in decades.

The president, who promised to publicly address the elections on Wednesday, is pondering, according to some experts, how to carry on with a Washington controlled by his opponents.

Obama, who had been actively participating in campaigns favoring Democrats, looked tired and without much energyin the last couple of days . At the same time, his proselytizing speeches were lacking the shine and eloquence that characterized him in the race to the Oval Office.

And no wonder. Not only did a recent poll assure that only 35 percent of the public thinks that he will be reelected, but, from tomorrow on, possibly none of his projects and initiatives will come true. That’s without considering the possible setbacks on victories already won, like the health care system reform.

Unlike other countries, in the United States political campaigns don’t end the day before voting. Even on voting day, propaganda is everywhere: on the streets, radio and television.

And if these campaigns were abundant in poison, they were even more abundant in money. It’s estimated that candidates spent over $4 billion in promote themselves and attack each other, to the extent that some broadcasting stations have had to reject electoral advertisements due to time and space constraints.

And that’s nothing. Analysts predict that in 2012, when the presidential battle comes around, this amount of money will double as a consequence of the Supreme Court decision that authorized corporations, unions and private groups to donate unlimited amounts to parties and candidates, without having to disclose it or even identify themselves.

But while money played a key role at this election, the main factor was the so-called tea party movement. They used the strongest rhetoric and the more accentuated ideological division. Its members, right-wing conservatives, believe in a smaller government participation in the citizens’ life and look for a reduction in taxes.

This group, which is said to be made up of Americans angry and frustrated with their country’s political life, has even rejected moderate Republicans, and at the same time presents Obama as a Communist with an agenda against his own country.

By the way, even if it’s said that victory has parents to spare but defeat is always an orphan, here, the blame for the great Democratic failure is thrown, starting today, at Obama. But his most faithful followers claim that the simplest explanation is the economy.

At any rate, as expected, Republicans will obtain majority and the control of at least one of the bodies of Congress; we have probably seen everything the Obama administration was going to accomplish. From here on it will be hard for the president, who promised so much, to turn into law any of his promises.


Justo hace dos años que Barack Obama fue electo presidente de los Estados Unidos. En ese entonces el gran júbilo de sus simpatizantes no dejó ver claramente las profundas divisiones políticas que prevalecían en este país y que hoy están de nuevo en la balanza con dos versiones totalmente diferentes del gobierno y la sociedad que los estadunidenses quieren.

Este martes hubo elecciones. Al momento de escribir esta columna los resultados son parciales, pero en juego están 37 gubernaturas estatales, 37 escaños del Senado y el total de los 435 diputaciones de la Cámara de Representantes. Obama no estuvo en la boleta, pero prácticamente sus dos primeros años de gobierno sí, porque estas elecciones son consideradas como un referéndum a los 24 meses que el mandatario lleva en el cargo.

Y todas las encuestas sugieren que ni Obama ni su partido demócrata saldrán bien librados. Con una economía a la que no se le ve señales de recuperación y un desempleo a la alza, lo más seguro es que los republicanos tomarán control de la Cámara baja y podría ser que hasta del Senado.

Por lo pronto el presidente decidió cancelar todos sus actos públicos programados y pasó el martes metido en la Casa Blanca, esperando como el resto de la nación los resultados de lo que se predice será la peor derrota demócrata en décadas.

El mandatario, que ha prometido hablar públicamente este miércoles sobre las elecciones, estudia, dicen los expertos, cómo seguir adelante con un Washington controlado por sus oponentes.

Obama, que había venido participando activamente en campañas a favor de los demócratas, en los últimos días lucía cansado y sin mucha energía, a la vez que sus discursos proselitistas han carecido totalmente del brillo y la elocuencia que lo caracterizaron cuando luchaba por llegar a la Oficina Oval.

Y tal vez no es para menos. No sólo una última encuesta aseguró que sólo 35 por ciento del público piensa que llegado el día será reelecto, sino que a partir de mañana lo más seguro es que ninguno de sus proyectos o iniciativas serán alguna vez realidad. Y eso sin contar que hay posibilidades de que se dé marcha atrás a victorias ya ganadas como la reforma al sistema de salud.

A diferencia de otros países, aquí las campañas políticas no concluyen antes de la elección. Aun en el día de votar la propaganda está por todas partes, en las calles, la radio y la televisión.

Y si estas campañas fueron abundantes en veneno, lo fueron más en dinero, estimándose que los candidatos gastaron en total más de cuatro mil millones de dólares en promoverse y atacarse unos a otros. Al grado que algunas empresas trasmisoras han tenido que rechazar publicidad electoral por falta de tiempo y espacio.

Y eso es nada. Los analistas predicen que para el 2012, cuando la batalla por la presidencia esté aquí, esa cantidad de dinero se duplicará como consecuencia del dictamen emitido por la Suprema Corte que autorizó a empresas, sindicatos y grupos privados a donar fondos sin límite a partidos y candidatos, sin tener que revelarlo o siquiera identificarse.

Pero si bien el dinero jugó un papel primordial en estas elecciones, el factor principal fue el movimiento del llamado Tea Party. Fueron ellos los que usaron la retórica más fuerte y la división ideológica más acentuada. Sus miembros, conservadores de derecha, creen en una menor participación del gobierno en la vida de los ciudadanos y buscan una reducción a los impuestos.

Este grupo, del que se dice está integrado por los estadunidenses enojados y frustrados con la vida política de su país, ha llegado a rechazar inclusive a republicanos moderados, al tiempo que presentan al presidente Obama como un comunista con una agenda en contra de su propio país.

Por cierto que aunque dicen que a la victoria le sobran padres pero la derrota siempre es huérfana, aquí la culpa del gran fracaso demócrata se la echan ya desde hoy a Obama, aunque sus fieles seguidores argumentan que la explicación más simple es que fue la economía.

En todo caso, si como se espera, los republicanos obtienen la mayoría y el control de cuando menos una de las dos cámaras del Congreso, lo más seguro es que habremos visto ya todo lo que el gobierno de Obama podría lograr. De aquí en delante será difícil que el presidente que tanto prometió pueda convertir en ley promesa alguna.
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