Barack Obama ha demostrado con su discurso sobre el estado de la Unión que ha aprendido la lección de Bill Clinton, el presidente demócrata que tuvo que acomodarse a una situación política caracterizada por el control de las dos cámaras del Congreso por los republicanos. No es que Obama haya renunciado a las reformas que le llevaron en volandas a la Casa Blanca. Pretende ocupar el centro político, como hizo Clinton.
La popularidad de Obama ha mejorado desde su extraordinario discurso después de la matanza de Tucson. Los republicanos, especialmente su ala ultraliberal, el Tea Party, no han abandonado la idea de hacerle imposible la segunda mitad de su mandato. Pero Obama aún tiene recursos. No sólo se trata de que los demócratas siguen controlando el Senado, por lo que pueden rechazar las contrarreformas que promueva la Cámara de Representantes controlada por los republicanos. La cuestión es que Obama parece haber recuperado la iniciativa política y se prepara para ser un presidente de dos mandatos.
En su discurso, Obama fue más claro cuando propuso las grandes metas para el futuro inmediato que cuando trató de explicar cómo se pueden alcanzar los objetivos. En política exterior, y tan sólo una semana después de la visita oficial a Washington de Hu Jintao, presidente de China, Obama planteó el desafío que Estados Unidos, la única superpotencia, tiene ante el ascenso de nuevas potencias. Después de haber admitido ante Hu Jintao que el ascenso de China es inevitable, Obama expuso en su discurso la cuestión de manera inequívoca. Es más, lo hizo echando mano de la rivalidad con la Unión Soviética durante la guerra fría. No se trata de que sea inevitable la confrontación con China, sino que lo fundamental es que Estados Unidos debe esforzarse para mantener su liderazgo mundial. “Este es el momento Sputnik de esta generación”, dijo el presidente para describir el peligro de que otra nación supere a Estados Unidos en el siglo XXI. El lanzamiento del Sputnik soviético, en 1957, fue la demostración del poderío de Moscú, lo que hizo que Washington iniciara la carrera espacial cuyo momento culminante fue la llegada del primer hombre a la Luna.
Con la alusión al Sputnik, Obama apeló a la capacidad de reacción de la sociedad estadounidense para, a continuación, centrarse en los dos elementos fundamentales en la política interna: el desempleo y el gasto público. La economía estadounidense da señales de recuperación, pero el desempleo sigue siendo alto, por encima del 9%, y la otra gran preocupación es la contención del gasto público. Obama, en este contexto, optó por una vía intermedia: mantener la inversión pública en algunos programas esenciales, como la formación, la educación y la sanidad, pero, al mismo tiempo, se comprometió a reducir el déficit público. Una cuadratura del círculo que los republicanos consideran insuficiente, por cuanto lo que pretenden es que se regrese al nivel de gasto público del 2008, el último año de la presidencia de George W. Bush.
Obama no lo va a tener fácil de aquí a las elecciones presidenciales del 2012. Las diferencias con los republicanos son notables y el clima de crispación no ayuda. Por eso los llamamientos del presidente al entendimiento y el trabajo bipartidista pretenden situarle en el centro del espectro político, que es donde precisamente se decide el resultado de las presidenciales.
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