Después de la visita de Barack Obama
Rigoberto Chinchilla*
Mons. Oscar Romero fue asesinado un 24 de Marzo de 1980, por orden del Mayor Roberto D’abuisson fundador del partido ARENA y de los escuadrones de la muerte, eso ya es una historia irrefutable que nunca se olvidará.
El joven entonces Barack Obama, tenía 19 años, a su paso por Los Ángeles, interactúa con hispanos, estaba por ingresar a la Universidad de Columbia en New York, de donde se graduaría con honores y luego iría a Harvard.
Fue en el entorno de la académico que conoció sobre Mons. Romero el Salvadoreño, más universal “La voz de los sin voz”, el que fue capaz de entregar por los demás, lo más grande que tenemos los humanos: la vida.
Barack Obama, también fue marcado por el desprecio a las minorías, entendió la compleja realidad de las luchas de sus ancestros de las generaciones que lo presidieron, las gestas de los 50´s, 60´s y 70´s por la reivindicación por los Derechos Humanos.
Comprendió de la lucha de Martín Luther King y se conmovió cuando supo de su entrega a los demás y de su asesinato, del despreció a su raza, pero no reservó rencor, durante su camino a la presidencia demostró que no se puede conseguir mucho removiendo el pasado, pero que sí, se puede hacer mucho por el futuro, para que no se repita.
Sobre esta visita, vimos a un Barack Obama, desenfadado que no utiliza las cámaras para soltar megalomanía, ni para mandar mensaje a sus adversarios Republicanos, o a sus propios miembros de equipo de colaboradores, fue explicito, y no generó falsas expectativas como muchos auguraban.
El autor del libro “la audacia de la esperanza”, el trabajador social, de Chicago, Illinois, que llegó a ser el presidente de Estados Unidos, fue pragmático, invitó al abandono del paternalismo, nunca se refirió al señalamiento del carácter imperialista de su nación, respetó el protocolo cuando debía hacerlo y lo obvió cuando lo consideró fundamental.
Llamó a su homólogo Mauricio Funes, “socio estratégico”, aseguró que debe existir un esfuerzo de parte de los Salvadoreños para la reactivación de la economía y el fortalecimiento de la democracia anunció mayores niveles de cooperación y se cuidó de comprometerse con el tema migratorio, pues él sabe que pese a ser promesa electoral, su concretización depende de la política doméstica de su nación.
Posarse frente a la tumba de Monseñor Romero, a meditar y encender una vela en su tumba, quedará registrado como un acto fuertemente simbólico, digno de imitar por aquellos cuya soberbia les empodera y les mantiene cegados sin aceptar que el mundo ha cambiado.
Sobre su visita muchos analistas se desacen en falsos elogios o en acertados comentarios, pero nadie podrá negar que así como los más humildes hijos de esta nación le manifiestan reconocimiento a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, hubo un Jefe de Estado Norteamericano que concurrió a reconocer en Romero, el profético anuncio de resucitar perennemente en el pueblo Salvadoreño.
*Periodista Salvadoreño, galardonado como periodista del año en 1999, por la APES.
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