Global Movements

<--

Movimientos Globales

Ayer sábado hemos asistido a un evento único, una manifestación simultánea en decenas de ciudades del mundo contra la opacidad de las formas de gobierno actual. Es propiamente un movimiento social único, compuesto fundamentalmente por jóvenes, global en su naturaleza, basado en las redes sociales construidas en torno al internet, al Twitter y Facebook; con un enemigo bien definido: la colusión entre gobiernos y grandes corporaciones, financieras y extractivistas principalmente, a quienes visualizan como culpables de la crisis actual y los miles de desempleados y sin casa; construido en torno a una actitud, la de indignación y una consigna: “ocupemos juntos” los espacios públicos del poder; una forma de acción social que ha sido descrita muy bien por Bernard Harcourt, como desobediencia política. Allí se juntó el movimiento Ocupar Wall Street que escoba en mano se manifiesta en Nueva York (y desde allí en las grandes ciudades norteamericanas), el movimiento español 15-M y su protesta contra el paro y el recorte de derechos sociales, los movimientos similares de Grecia, Francia o Inglaterra, los movimientos de protesta de la primavera árabe contra los gobiernos autoritarios nacionalistas, el movimiento estudiantil chileno y sus protestas contra la mercantilización de la educación y la inequidad, los movimientos indígenas contra la destrucción de su hábitat a nombre del progreso, sean carreteras o minería a cielo abierto; en fin, decenas de grupos en todos los continentes cuyo denominador común es indignarse contra una forma de gobierno demasiado alejada de los ciudadanos y una economía cada vez más inequitativa.

Las protestas son difíciles de visualizar en términos de nuestras tradicionales referencias ideológicas: derecha-izquierda, neoliberales-socialistas; de hecho se manifiestan con igual dureza contra los gobiernos socialdemócratas de Obama o de Zapatero, que frente a los conservadores Sarkozy o Cameron, contra los nacionalistas Assad o Gadafi o el aliado tradicional de Estados Unidos, Mubarak, o respecto a Morales en Bolivia, Correa en nuestro país o Piñera en Chile. Es que como dice Harcourt en su artículo del New York Times “La desobediencia política de Ocupar Wall Street”, el movimiento, “se revela contra: la forma en que somos gobernados, la estructura política partidaria, la demanda de reformas en las políticas, la identificación con los partidos políticos y las ideologías que han dominado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”.

Es un movimiento básicamente de rechazo contra lo que entienden como dos caras íntimamente relacionadas de la misma moneda: por un lado, una economía (tanto nacional como global) que cada vez concentra más la riqueza, cualesquiera sean las opciones políticas de los gobernantes; y un sistema político gatopardesco (también global y nacional), en que todo cambia con un nuevo gobernante, para que nada cambie y en que los ciudadanos no tienen voz, sino para aplaudir las decisiones de quienes gobiernan, ayayeros del líder, cualquiera sea su ideología. Es en definitiva una demanda por una economía y una forma de hacer política más cercana a la gente, pero también más moral, si cabe el término.

Es un movimiento que plantea su indignación frente a un problema que nos cuestiona como sociedad; no plantea propiamente propuestas de política, no está dispuesto a entrar en una negociación para solucionar un aspecto determinado, no hace cálculos políticos de conveniencia y por lo tanto se rehúsa hacer juegos de acomodo de corto plazo. Es una marea social profunda que obliga a repensarnos.

About this publication