OPD 3/22/2012
Edited by Gillian Palmer
La película ha causado tanto revuelo en Estados Unidos como para que el diario The New York Times arrancara su crítica de la obra con un “¿Por qué está hablando en español Will Ferrell en su nueva filme?”. Y es que el actor protagoniza Casa de mi padre, un trabajo que él mismo ha definido a medio camino entre la telenovela y el spaguetti western, y que gira en torno a Armando Álvarez (Ferrell), hijo de un ranchero mexicano. Cuando la familia encuentra dificultades económicas, su hermano reaparece y, gracias a su experiencia en (oscuros) negocios internacionales, promete salvar la finca. Para enrevesar la trama, Armando se enamora de la novia de su hermano, y eso desencadenará varias disputas familiares hasta acabar enfrentándoles con un cártel mexicano.
Casa de mi padre ha logrado un éxito mediano en Estados Unidos —se estrenó el pasado fin de semana, y entró novena en el listado de las más taquilleras con 1,7 millones de euros, aunque logró unos estupendos 4.567 euros por pantalla— a pesar de estar grabada casi en su integridad en español. Sin embargo, también ha resucitado las viejas críticas contra la industria de Hollywood por recuperar clichés que los hispanos querrían ver enterrados. “A las generaciones más mayores de hispanos les preocupa la imagen con la que se les representa, y esta es la peor que podían ver”, afirma Rubén Navarrete, columnista y analista político en medios como la cadena de televisión CNN.
Lo sorprendente de esta película, comenta el analista, es que hayan dado el papel principal a un estadounidense blanco. En cambio, los papeles del hermano de negocios turbios (Diego Luna) y el del líder del cártel (Gael García Bernal) recaen en actores hispanos. Para completar la lista de estereotipos que han encorsetado a casi todo personaje hispano que ha salido de la industria estadounidense, los personajes masculinos derrochan valentía y coraje, la novia (Génesis Rodríguez, la hija de El Puma) viste con todas las cualidades que se atribuye por defecto a las latinas; hay violencia y pasión, desierto y mariachis.
Y así el filme, que pretendía reírse de la imagen que han construido los estadounidenses de los hispanos, corre el riesgo de reforzar los cimientos en los que se asentaron desde un principio. “Hollywood, a excepción de Washington, puede que sea el último lugar de este país donde se enteren de que las cosas han cambiado”, dice Navarrete. “La comunidad de actores hispanos lamenta que no se haya dado el papel más importante a ninguno de ellos”.
Navarrete alega, además, que la industria del cine estaría enviando un mensaje claro: el rol principal debe ser para un wasp y la película debe de ser valorada por haber dado tantos personajes a actores hispanos.
En los años cuarenta y cincuenta fue la imagen del mexicano tumbado bajo un cactus, con el rostro cubierto por el sombrero. En los sesenta eran los trabajadores de la tierra. En los setenta, los sirvientes. En los ochenta, la serie Corrupción en Miami les retrató como narcotraficantes de drogas. En los noventa llegaron las bandas de criminales. Y en la primera década del siglo XIX, la serie Mujeres desesperadas, con Eva Longoria en el papel de hispana frívola, adúltera y sexy que haría cualquier cosa por salirse con la suya, podría dejar como legado, además, un spin-off protagonizado por cuatro niñeras de California. También hispanas. “La frustración viene porque la comunidad latina ha vivido y protagonizado su propio progreso, pero a la hora de verse representados en cine y televisión, sienten que les obligan a dar un paso atrás”, dice Navarrete. Es decir, que Hollywood ha vuelto a fracasar con su ancestral ansia por atraer al público hispano con filmes hispanos, hecho que sí ha logrado con la comunidad afroamericana con sagas como La barbería o cómicos como Tyler Perry, uno de los más taquilleros de la historia con los filmes protagonizados por su álter ego femenino Madea.
“Si el arte refleja la vida, entonces el cine hollywoodiense reflejó las imágenes más comunes de las personas de color dentro del contexto de su tiempo, de manera racista a veces y frecuentemente estereotípica”, escribe el historiador Frank Javier García en la obra La imagen del chicano / hispano en el cine americano. “De ahí que el hispano fuera inevitablemente retratado como vago, poco inteligente, grasiento, criminal y extranjero. Sus contribuciones culturales, económicas e históricas nunca han sido documentadas ni apreciadas”.
Y puede que Casa de mi padre haya cometido el mismo error. La película llega tarde y puede entenderse como una bofetada a la comunidad hispana de EE UU, que hace tiempo sobrepasó todos y cada uno de los clichés que ven en las producciones de Hollywood. Aunque su intención sea precisamente mofarse de ellos.
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