Trump y el órdago al libre comercio
El proteccionismo no servirá para recuperar empleos industriales en EEUU, ya que la mayoría de actividades de bajos salarios que hoy se hacen en México o China, de trasladarse a EEUU, seguramente serían automatizadas en pocos años
Quedan pocas dudas. El Trump presidente será igual que el Trump candidato. Y como parte de su campaña se basó en defender el nacionalismo económico y el proteccionismo comercial, es muy probable que el sistema global de comercio tal y como lo conocemos cambie durante su mandato.
Trump y sus asesores parecen tener cuatro principios sobre los que están diseñando la nueva estrategia comercial norteamericana. El primero es que el sistema comercial multilateral de corte liberal imbricado en la Organización Mundial de Comercio (OMC) ha servido para que el resto del mundo abuse de EEUU y debe ser modificado. El segundo es que los déficits comerciales son perjudiciales y que, por tanto, hay que eliminarlos. El tercero es que Estados Unidos debe utilizar su fuerza para negociar acuerdos comerciales bilaterales más favorables, y que saldrá exitoso de dichas negociaciones porque, en caso de guerra comercial, los demás países podrían perder más que EEUU, lo que los llevará a someterse. Y el último principio es que este neomercantilismo debe servir para reindustrializar EEUU y crear empleo.
Ninguno de estos principios tiene demasiada validez. De hecho, la doctrina mercantilista, que se resume en que las exportaciones son buenas y las importaciones son malas, no logró elevar los niveles de prosperidad económica ni estabilizar las relaciones internacionales como lo harían posteriormente las prácticas de apertura comercial bajo reglas multilaterales.
Un déficit comercial no es bueno ni malo per se. Supone que se está gastando más de lo que se produce, pero si ese gasto se plasma en inversiones que aumentan el crecimiento futuro, no debería haber ningún problema. Asimismo, la idea de que el déficit comercial de EEUU con México, China o Alemania se podría reducir fácilmente imponiendo aranceles, y que esto permitiría elevar el empleo industrial en Estados Unidos, es bastante engañosa. Es cierto que los trabajos de David Author han demostrado que existen determinadas áreas de EEUU donde las importaciones chinas han eliminado mucho empleo manufacturero, así como que los trabajadores industriales que han perdido su empleo no han logrado encontrar nuevos trabajos en otros sectores. Sin embargo, la realidad es que el declive industrial ha afectado a todos los países avanzados, que la producción industrial ha aumentado aunque el empleo industrial haya caído (debido a un aumento de la productividad) y, lo que es más importante, que la automatización parece tener mucho más peso que el comercio a la hora de explicar la reducción del empleo industrial. Por todo ello, el proteccionismo no servirá para recuperar empleos industriales en EEUU, ya que la mayoría de actividades de bajos salarios que hoy se hacen en México o China, de trasladarse a EEUU, seguramente serían automatizadas en pocos años. Esto no quiere decir que no haya que ayudar a los desempleados de larga duración que solían trabajar en la industria y, sobre todo, a las regiones deprimidas que han sufrido la desindustrialización y necesitan que el Gobierno les preste apoyo. Pero el proteccionismo no es la solución. Como tampoco lo es revocar el Obamacare que, al menos, da a estos desempleados acceso gratuito a la salud.
Por último, pensar que el sistema GATT/OMC que EEUU puso en pie tras la Segunda Guerra Mundial ha servido para que otros países abusen de las buenas intenciones norteamericanas es, cuando menos, exagerado. Es cierto que los países europeos primero, y los emergentes después, se beneficiaron del orden económico liberal y abierto que lideró EEUU. Pero también es cierto que la principal razón por la que EEUU creó y mantuvo dicho orden fue geopolítica, y sirvió tanto para evitar el avance del comunismo por Europa Occidental durante los primeros años de la guerra fría, como para acomodar a las potencias emergentes en un orden internacional en el que EEUU seguía siendo la principal potencia hegemónica. De hecho, el principal objetivo del acuerdo Transpacífico (TPP), que ha sido la primera víctima del proteccionismo de Trump, era contener el auge geopolítico de China en Asia.
Si Trump y sus asesores son fieles a sus principios, debemos estar preparados para ver súbitos cambios en el sistema comercial global. Lo primero que sucederá es que los acuerdos en curso se frenarán. El TPP ha muerto. Y EEUU pretende negociar acuerdos bilaterales con los principales países firmantes, algo que tal vez nunca llegue a ocurrir si China aprovecha la oportunidad para liderar un gran acuerdo en el Pacífico que no incluya a EEUU. Por su parte, el TTIP, el acuerdo que EEUU estaba negociando con la Unión Europea, si no ha muerto también, ha entrado en una larga hibernación. De hecho, parece que EEUU estaría interesado en negociar acuerdos comerciales bilaterales con los países de la Unión Europea, algo que no es posible ya que los Estados miembros tienen cedida su política comercial a Bruselas. Tal vez por eso, Trump quiere destruir la Unión Europea.
Por otra parte, es muy probable que EEUU elimine el NAFTA (el acuerdo con Canadá y México) y lo sustituya por acuerdos bilaterales con ambos países. Esto sería importante desde el punto de vista simbólico porque, aunque existe amplia evidencia empírica de que el impacto del NAFTA sobre la economía de EEUU fue pequeño, gran parte de la opinión pública (y sobre todo sus votantes) piensan que el acuerdo sirvió para llevarse muchos empleos estadounidenses al sur. El acuerdo bilateral con Canadá no debería ser difícil, pero la negociación con México será el primer test para evaluar si la estrategia del negociador duro le funciona o no. Y dada la dependencia de México de la economía estadounidense, es posible que le funcione.
A partir de ahí, lo más probable es que Trump se centre en China, a quien ha amenazado con aranceles del 45%. Pero es poco probable que China se achante y ahí es donde aparece el principal riesgo de guerra comercial, que nos recuerda a los años treinta del siglo pasado. Una escalada arancelaria entre China y EEUU generaría una importante caída del comercio mundial porque ambos países son parte fundamental de las cadenas de suministro globales. Y, además, si China denunciara ante la OMC las medidas proteccionistas de EEUU y ganara, habría que ver si Trump sacaría a su país de la organización como prometió en campaña electoral. Si lo hiciera, sería el principio del fin del multilateralismo.
Federico Steinberg es investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. @steinbergf
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.