Yellow Card to China*

<--

Tarjeta amarilla a China

La estrategia de Joe Biden de plantar cara a China no tiene nada que ver con la política de su antecesor, Donald Trump, pero tampoco con la que ejercía la administración de Barack Obama, de la que él formaba parte. El equipo de Biden tiene claro que el país asiático es una amenaza real y, tal y como recogía esta misma semana el semanario The Economist citando a fuentes de su gabinete: “China está cada vez menos interesada en una fase de coexistencia pacífica y apuesta más por intentar el dominio del mundo”. Por este motivo, Estados Unidos se va a dejar de respuestas diplomáticas y va a aprovechar cualquier sospecha de agresión por parte del gigante chino para criticarlo. Es lo que sucedió ayer ante el ataque cibernético sufrido por un servidor de la compañía Microsoft.

El jefe de la diplomacia estadounidense, Anthony Bliken, no tuvo pelos en la lengua para decir que el Gobierno chino fomentaba un ecosistema de piratas informáticos que le ayudaban a cometer acciones desestabilizadoras en otros países. De hecho, Pekín fue denunciado ayer por Estados Unidos, la OTAN, la UE, y dirigentes de Gran Bretaña, Alemania o Australia. Fue una orquestada salida en tromba dirigida por un Biden que sabe que se está jugando la supremacía del mundo ante el poderoso líder asiático.

Es verdad que el salto cualitativo que ha dado China en inteligencia artificial y big data le sitúa en una posición inmejorable para controlar el ciberespacio mundial, si así lo desea. Pero, como suele suceder en estos casos, estas duras acusaciones se deben de demostrar y, como reconoció ayer el propio Biden, aún no tienen todas las pruebas. Por este motivo, nadie habló ayer todavía de sanciones. Es decir, Occidente se limitó a enseñarle una tarjeta amarilla a China en una acción preventiva ante lo que puede pasar en un futuro. A partir de aquí, la Administración Biden puede empezar a preparar sanciones, prohibiciones y boicot a productos chinos, esperando que la UE y el resto de socios les respalden.

En el fondo lo que se está jugando es la gran batalla económica del siglo. Y Biden está absolutamente determinado en su propósito de que China no desplace a su país del liderazgo del mundo. Esto es lo que está en juego.

About this publication