A merced de Facebook
Esta semana, una empresa extranjera decide hacer una actualización en sus servidores y baja la productividad de Chile. Facebook tuvo un problema operacional, dejando sin WhatsApp a todo el planeta y afectó en forma importante a todos, en términos profesionales y
personales. Estamos a la merced de gigantes tecnológicos, y pareciera que estamos resignados. Se cae Gmail una semana y nos vamos todos de vacaciones.
En paralelo, quien filtrara los “Facebook Files” declaró esta semana frente al Senado de Estados Unidos, dado que se reveló que la empresa estaba al tanto de los diversos perjuicios de sus plataformas para sus usuarios, y al parecer, hizo poco o nada al respecto. El cuestionamiento ético y legal pone nuevamente en manifiesto cómo el accionar de la compañía no es simplemente neutro y privado. Las decisiones de Mark Zuckerberg afectan directamente nuestras vidas.
Pareciera que no podemos hacer nada al respecto, por lo que me permito un paréntesis para ponerlas cosas en perspectiva.
En la discusión económica sobre política monetaria, existe un interesante debate sobre la real capacidad de un país de hacer política monetaria en un escenario de globalización, con tipo de cambio libre y sin control de capitales. El clásico trilema, se transformaría en un dilema, cuando la política local de una economía pequeña está condicionada a los mercados financieros internacionales y la política monetaria de las grandes potencias, en especial de Estados Unidos.
Sin duda las decisiones de la Reserva Federal condicionan las decisiones que toman las autoridades de otros países, pero no por esto ellas renuncian a atenuar sus efectos, ni abdican dolarizándose.
Análogo a la discusión macroeconómica en un mercado financiero global, no parece una buena idea resignarse a esperar a que solo Estados Unidos haga las cosas bien frente a las Big Tech.
Cada país debe repensar, priorizar y hacer lo suyo con respecto a materias esenciales para sus ciudadanos. Por lo mismo, Australia dio los primeros pasos de cara a normar el pago por uso de contenido en plataformas digitales. Los efectos nocivos de la manipulación de información y fake news para una democracia quedaron en evidencia con el caso de Cambridge Analytica, y por lo mismo, el país oceánico busca resguardar sus medios locales.
No es novedad que vivimos en una era digital, pero seguimos haciendo como si no. Como nunca, cinco empresas tecnológicas –Apple, Microsoft, Facebook, Google y Amazon– concentran el 20%de la capitalización bursátil del S&P 500. A su vez, las primeras 100 empresas en el S&P 1.500 concentran casi el 92% de las ganancias de todo el índice (en 1975 era el 48%). La concentración de poder económico es brutal, más aún al entender que es un proxy de su incidencia en nuestras vidas.
Abordar el problema no es regular “para que no se caiga WhatsApp”, sino que atender múltiples aristas; desde tráfico de personas o drogas, hasta eventuales colusiones con avisadores, pasando por noticias falsas, privacidad de información, abuso de posición dominante, derechos de autor y cada tema análogo que tiene su espejo digital. Dantesco desafío que no puede ser obviado.
El mundo cambia aceleradamente y nuestra legislación debe estar a la altura, actualizarse y abordar los nuevos desafíos que enfrentamos. Como nunca antes, es fundamental asegurar mercados más competitivos, y repensar cómo hacer política pública de cara transnacionales tecnológicos. No podemos abdicar de nuestra labor y persecución del bien común frente a un problema complejo, sino que redoblar nuestros esfuerzos e innovar en nuestros medios.
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