The Never-Ending Story

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El 2021 fue un año de enormes cambios e incertidumbres. El mundo se transforma de manera brutal y la geopolítica no escapa a ello.

Hace exactamente 30 años, a finales de diciembre de 1991, caía la URSS, marcando el fin del imperio soviético y la victoria de occidente. Un año después, el intelectual estadounidense Francis Fukuyama publicaba su afamado libro “El fin de la historia y el último hombre”, cuya tesis central era que “se había alcanzado el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la consagración de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno”. Tres décadas después, la historia parece todo menos terminada. Dos países gobernados con visiones divergentes a la estadounidense crecen en influencia global. Rusia busca encontrar su lugar en el concierto de las naciones al tiempo que China pretende reclamar el rol de primera potencia mundial.

Estados Unidos, principal potencia militar, económica y geopolítica desde 1945, hoy se encuentra en un momento de profunda división interna y de dudas respecto al futuro de su hegemonía global. Si uno lee la prensa estadounidense es claro que se advierten riesgos e intereses o ambiciones de países que pretenden ampliar su influencia en el mundo a costa de aquella estadounidense, pero mayormente se percibe que la primacía estadounidense continúa asegurada. Pero vista desde Moscú, Pekín y buena parte del mundo, la posición de Estados Unidos es percibida con mayor fragilidad.

En 2021 dos eventos fortalecieron la visión desde el extranjero de Estados Unidos como una potencia en declive, por un lado, la toma del Capitolio en enero y por el otro la caída de Kabul en agosto. Estos hechos parecieron dar la señal para los adversarios estadounidenses de que era el momento para cambiar el equilibrio de fuerzas a nivel global.

Es en este contexto, que en pleno fin de año estamos siendo testigos de dos ofensivas concomitantes. Por un lado, Rusia se muestra amenazante frente a Ucrania y por otro China lo hace frente a Taiwán.

En las últimas semanas Moscú ha montado un juego de póker internacional, mostrando su músculo militar en su frontera con Ucrania. La semana pasada, Putin luego de haber elevado el tono amenazante con el anuncio de que la invasión de Ucrania era “quizás inminente” dada la “ofensiva occidental”, el jueves señaló que las cosas iban por mejor camino dado que Washington estaba dispuesto a comenzar negociaciones al inicio de 2022 en Ginebra. Dichas negociaciones tienen que ver con las exigencias de Moscú, a saber: EEUU debiera cesar su expansión militar en territorio ucraniano y la OTAN no debiera expandirse (en relación a la hipotética anexión de Ucrania a la OTAN). Si bien las capacidades militares de EEUU son muy superiores a las de Moscú, la estrategia del Kremlin ha dejado claro algo: si Rusia decide invadir Ucrania, Estados Unidos le impondrá sanciones, en efecto sanciones muy fuertes, inéditas, etcétera, pero no habrá respuesta militar.

En otro casus belli, China multiplica los ejercicios militares en la región de Taiwán e incluso ha difundido un video que simula una invasión de la isla.

El mensaje de Xi Jinping a Biden es “No se metan en el tema de Taiwán o ¿Están dispuestos a entrar a una guerra por Taipei”. El mensaje de Putin a su contraparte estadounidense es “No se metan en el tema de Ucrania o ¿Están dispuestos a entrar a una guerra por Kiev?”. Moscú y Pekín parecen estar lejos de ser aliados, pero tienen claro que en algunos temas les conviene manifestar su opinión en común. Así, por ejemplo, en una “amistosa” cumbre virtual entre los mandatarios de ambos países el pasado 15 de diciembre, Xi Jinping señaló que “algunas fuerzas internacionales, disfrazadas de democracia y derechos humanos, interfieren en los asuntos internos de China y Rusia, pisoteando el derecho internacional y los estándares reconocidos de las relaciones internacionales”.

Fin de año complicado para Estados Unidos tanto en el ámbito nacional, con la variante ómicron reavivando con fuerza la pandemia, como en el internacional con la doble amenaza. Hoy no queda claro cuál es el futuro geopolítico del mundo, pero sí está claro que lo que para algunos parecía el fin de la historia no fue más que un espejismo. El mundo vive una historia sin fin.

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