The 1990s was a triumphant decade for neoliberalism, reflected in free trade, globalism and greater inclusivity.
The U.S. is in the midst of a brutal “culture war” that will arguably define its political course for the foreseeable future.
It’s not so much an academic debate as a symbolic one. It’s a discussion with huge political consequences, which revolves around issues like a transgender person appearing in a beer ad, which books should be kept in public libraries or the role of religion in public life. And so on.
In the land of liberalism, the rights of the LGBT community are bound up in the political debate together with subjects like the fear of migrants.
For Gary Gerstle, author of the book “The Rise and Fall of the Neoliberal Order,” the '90s were a triumphant decade for neoliberalism, reflected in free trade, globalism and greater inclusivity.
But it also caused reactions, now seen in the rise of a new militancy from those of minority, religious, sexual or ethnic groups, to the resurgence of "neo-Victorianism" centered on the defense of traditional values, such as family and sexual traditionalism.
“The cosmopolitans attacked neo-Victorians for discriminating against gay people, feminists, and immigrants, and for stigmatizing the black poor for their so-called culture of poverty. The neo-Victorians attacked the cosmopolitans for tolerating virtually any lifestyle, for excusing what they deemed to be deplorable behavior as an exercise in the toleration of difference, and for showing a higher regard for foreign cultures than for America’s own.”
The decade of the neoliberal triumph – the 1990s – was also one in which cosmopolitans and neo-Victorians fought each other in a series of battles that became known as the “culture wars.” In fact, a focus on these cultural divisions is the preferred way of writing the political history of these years.
Donald Trump and his government have been a direct consequence of this war. Questionable morality, both personal and professional, did not prevent ethically minded voters from seeing him as a "flawed" messenger serving the return of traditionalism because it suited them.
In the run-up to the 2024 presidential election, public attention returns to another aspect of the culture wars with the country seemingly irredeemably divided over women's rights and status; sexual, religious and ethnic minorities; the aftermath of debates surrounding getting vaccines; race; and if Trump should be treated like a hero or like a traitor.
Is the religious fanaticism of Texas Republican Greg Abbott considered American? Is the Democrats' inclusivity American, exaggerated though it may be?
After all, as analyst Howard Fineman points out, Americans are still debating what constitutes a human being.
EU: en guerra cultural
La década de los 90 fue el triunfo del orden neoliberal, reflejado en el libre comercio, el globalismo y la mayor inclusividad
Estados Unidos está en medio de una brutal "guerra cultural", que puede decirse definirá su rumbo político en el futuro próximo.
No es tanto un debate académico como de símbolos. Es una discusión con enormes consecuencias políticas y se libra alrededor de temas como la participación de una persona en transición de género para hablar de su situación en un comercial para cerveza, o los libros que se pueden conservar en las bibliotecas públicas o sobre el papel de la religión en la vida pública. Y así.
En el país del liberalismo, los derechos LGBT se unen en el debate político a temas como el temor a los migrantes.
Para Gary Gerstle, autor del libro The Rise and Fall of the Neoliberal Order, la década de los 90 fue el triunfo del orden neoliberal, reflejado en el libre comercio, el globalismo y la mayor inclusividad.
Pero también creó reacciones, vistas ahora del surgimiento de una nueva militancia, desde los de grupos minoritarios, religiosos, sexuales o étnicos al resurgimiento del "neo-victorianismo", centrado en la defensa de valores tradicionales como familia y tradicionalismo sexual.
"Los cosmopolitas atacaron a los neo-victorianos por discriminar a los homosexuales, feministas e inmigrantes, y por estigmatizar a los negros pobres por su llamada cultura de la pobreza".
"Los neo-victorianos atacaron a los cosmopolitas por tolerar prácticamente cualquier estilo de vida, por excusar lo que consideraban un comportamiento deplorable como un ejercicio de tolerancia de la diferencia y por mostrar un mayor respeto por las culturas extranjeras que por la de Estados Unidos".
La década del triunfo del orden neoliberal –1990– también fue una en la que cosmopolitas y neo-victorianos se enfrentaron políticamente en las ahora llamadas "guerras culturales". De hecho, el enfoque en esas divisiones culturales define la historia política de esos años.
Donald Trump y su gobierno fueron consecuencia directa de esa guerra. Una moralidad cuestionable, tanto personal como profesional, no evitó que votantes defensores de valores éticos lo vieran, porque así les convenía, como un mensajero "imperfecto" al servicio del retorno del tradicionalismo.
En la antesala ya de las elecciones presidenciales de 2024, la atención pública vuelve a enfocarse en otro capítulo de las guerras culturales, con el pueblo estadounidense dividido, al parecer irremediablemente, sobre la situación y los derechos de las mujeres, las minorías sexuales, religiosas o étnicas; las secuelas de los debates en torno a la vacunación, la raza y si Trump debe ser tratado como un héroe o como un traidor.
¿Es estadounidense el fanatismo religioso del republicano texano Greg Abbott? ¿Es estadounidense la inclusividad de los demócratas, por exagerada que sea?
A fin de cuentas, como indica el analista Howard Fineman, los ciudadanos estadounidenses todavía debaten sobre quién es un ser humano.
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