Ultraconservative Onslaught: What Will Come after Limiting Rights in the US?*

Published in El Periódico
(Spain) on 4 July 2022
by Gemma Altell (link to originallink to original)
Translated from by Marta Quirós Alarcón. Edited by Michelle Bisson.
Controlling the sexual and reproductive rights of women has always been a political goal. The fact that the U.S. has taken a step in that direction legitimizes the rhetoric of the far right

We already knew that the U.S. was not the nation of freedoms it has always made itself out to be. A democracy that does not go hand in hand with policies that reduce inequality cannot be a democracy. Now, the Supreme Court’s ruling of several days ago — leaving it up to the states to ban abortion rights — makes it clear in black and white that the country, which for years claimed to be a model for freedom, lived and lives with a permanent double standard. In the U.S., freedom is only a given as long as citizens live according to the moral (and above all, religious) standards of those who hold political power.

We know that it is no small thing that the U.S. Constitution cannot guarantee nationwide abortion rights. It is an outright restriction of a right that, with some nuances, was already well-established. Moreover, we know that this decision is hypocritical. Social inequalities always have a direct impact on the reduction of citizens’ rights and, more precisely, on abortion rights. Any woman who has the financial means to get an abortion will still be able to do so. She can travel to a different state or go abroad, the same way that the rich are able to evade taxes despite its being illegal.

The technocratic machinery of the state always exerts greater control over the lives of people with limited financial resources. That is, above all, why American democracy is a fraud. The fact that people are unable to exercise their full rights as citizens — such as voting — because they are considered undocumented** (as in Spain, for instance) or the fact that the financial situation of some determines the exercise of their rights versus that of other people (such as the right to housing and health care) is redolent of countries where a full-fledged democracy is not guaranteed.

The impact of banning the right to abortion in some U.S. states puts citizens from the most conservative states in a highly vulnerable position for various reasons. First of all, because it takes away their ability to make decisions about their own bodies and whether or not to become a mother. It is the state that decides for them and about their life choices. Second, because there is a greater risk to their lives if they choose to have an illegal abortion, with all that that implies for their lives, including potential legal implications. Third, this deepens the feminization of poverty, once more placing more responsibility and the perpetuation of their social situation on the shoulders of those women who are in the most precarious financial position.

The scenarios leading women to get an abortion have been, are and will be wide-ranging. However, in a world that is allegedly waking up to the importance of a feminist perspective, ignoring that violence against women or economic vulnerability are two important reasons to get an abortion — two reasons which, cynically, have become invisible in this Supreme Court decision — implies a clear willingness to establish neoliberal and class-biased policies that deepen inequalities between people, particularly for women. However, the most important thing to point out as a consequence of this decision is the return to the message that life and women’s bodies must be politically regulated and supervised. That women -- I emphasize above all, those who cannot “break the law” with their money — lack autonomy over themselves. And this goes further: This decision once more reinforces the stereotype of care and childbearing as the most important mission in women’s lives.

Unfortunately, the U.S. is not an isolated case. We know that the ultraconservative onslaught is growing in Europe and is having a very large impact on women’s lives. Controlling the sexual and reproductive rights of women has always been a political goal. Therefore, the fact that the U.S. has taken a step in this direction legitimizes conservative rhetoric and contributes to the big lie of talking about “protecting life,” as if the right to abortion did not protect the lives and human rights of people.

*Editor’s note: This article, in its original language, is available with a paid subscription.

**Editor’s note: In the U.S., as in Spain, only citizens are allowed to vote.


Ofensiva ultraconservadora: ¿qué vendrá después del recorte de derechos en EE UU?

Siempre ha sido un objetivo político el control de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Que EEUU de un paso en esta dirección legitima el discurso de la ultraderecha

Ya sabíamos que EEUU no era el país de las libertades que nos han intentado vender siempre. La democracia –cuando no va acompañada de políticas que reduzcan las desigualdades– no puede ser democracia. Ahora bien, la sentencia del Supremo de hace unos días que deja en manos de los estados la potestad de prohibir el derecho al aborto deja claro, negro sobre blanco, cómo el país que durante muchos años ha pretendido ser un ejemplo de libertad vivía y vive en una doble moral permanente. Las libertades solo lo son en EEUU siempre que la ciudadanía viva de acuerdo con los valores morales (y sobre todo religiosos) de los poderes políticos.

Sabemos que el hecho de que la Constitución de EEUU no pueda garantizar el derecho al aborto en todo el país no es menor. Es directamente un recorte de este derecho que –con matices– ya estaba consolidado. Sabemos también que esta decisión es una hipocresía. Las desigualdades sociales tienen siempre una incidencia directa en el recorte de derechos de la ciudadanía, y más concretamente, en el derecho al aborto. Cualquier mujer que tenga la capacidad económica para abortar podrá seguir haciéndolo. Puede desplazarse a otro estado o fuera del país y hacerlo. Al igual que los ricos evaden impuestos, aunque la ley lo prohíba.

El control sobre las vidas de las personas con pocos recursos económicos siempre es mucho mayor por parte de los mecanismos tecnocráticos del Estado. Es sobre todo por eso que la democracia estadounidense es un fraude. Que las personas no puedan ejercer todos sus derechos de ciudadanía –como votar– porque son consideradas ilegales (como en España, por ejemplo), o el hecho de que la situación económica determine el ejercicio de los derechos de unas personas frente a otras (como el derecho a la vivienda, o el derecho a la salud) nos habla de países que no garantizan la democracia plena.

El impacto de la prohibición del derecho al aborto en algunos estados pone a las ciudadanas de los estados más conservadores de EEUU en una situación de muy alta vulnerabilidad por diversos motivos. En primer lugar, porque elimina la capacidad de decidir sobre sus cuerpos y la posibilidad de ser madres o no. Es el Estado el que decide sobre ellas y sus opciones vitales. En segundo lugar, porque hay mucho más riesgo para sus vidas debido a la posibilidad de que decidan optar por un aborto ilegal, con todo lo que supone para sus vidas y por las posibles consecuencias legales. En tercer lugar, se profundiza más en la feminización de la pobreza, poniendo de nuevo sobre los hombros de las mujeres en situación económica más precaria una mayor responsabilidad y perpetuación de su situación social.

Los contextos que nos llevan a las mujeres a abortar han sido, son y serán muy diversos, pero en un mundo que –supuestamente– está tomando conciencia de la necesidad de la mirada feminista, obviar que las violencias machistas o la vulnerabilidad económica son dos razones importantes para abortar –dos razones que, cínicamente, se invisibilizan en esta decisión del Supremo– implica una voluntad clara de establecer políticas neoliberales y clasistas que profundizan más en las desigualdades entre las personas, especialmente entre las mujeres. Ahora bien, lo más importante a señalar como consecuencia de esta decisión es la vuelta al mensaje de que la vida y los cuerpos de las mujeres deben ser regulados y tutelados políticamente. Que las mujeres –insisto, sobre todo aquellas que no pueden “saltarse la ley” con dinero– carecen de autonomía sobre sí mismas. Y va más allá: esta decisión vuelve a reforzar el estereotipo del cuidado y la maternidad como la misión más importante en la vida de las mujeres.

Desgraciadamente, EEUU no es un caso aislado. Sabemos que la ofensiva ultraconservadora está creciendo en Europa y tiene un impacto muy alto en las vidas de las mujeres. Siempre ha sido un objetivo político el control de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Así, el hecho de que EEUU de un paso en esta dirección legitima los discursos de la ultraderecha y contribuye a la gran mentira que significa hablar de la “defensa de la vida”, como si el derecho al aborto no fuera una defensa de la vida y de los derechos humanos de las personas.
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