All of Europe is frightened by the arrival of 20,000 Tunisians and Libyans to Italy, and anti-immigrant activists from Sicily to Finland predict that if we do not put an end to the free movement of individuals, Europe will be invaded by hundreds of thousands, if not millions, of Africans. In the United States, it seems that a similar sense of hostility to migrants is growing, as shown by the support for laws in states such as Arizona or Georgia, as well as by legal and illegal activities by armed militia groups along the Mexican border. The new laws, partially suspended by a judge, make illegal immigration a crime at the state level and oblige the police to prosecute it.
It has been some time since a left-wing French Prime Minister — really left-wing — said that “France cannot take in all the world’s misery,” and since the Iron Lady, the patently right-wing Margaret Thatcher, invoked the fear of being “swamped by an alien culture,” alien being a word that, thanks to the movies, all Spanish speakers know.
In short, we are all “aliens.” Since men and women have existed, emerging from their African cradle over 100 million years ago, they have not stopped moving, simply because to live is to move. In our fast-paced era, after the invention of trains and steamships, movement has accelerated and spread, but essentially there is nothing new under the sun, including our hostility towards migrants.
Indeed, in the developed countries, in the U.S. as well as Europe, there is an ecological movement which has been carrying on a crusade against migrants for quite some time — but against another type of migrant, animals and plants. These people do not belong to Sarah Palin’s tea party, the Minutemen or the Texas Rangers, but their ideology is not very different. They do not want anything to change, and they believe that the universe should not move. These defenders of the environment are conservationists, which makes them radically conservative. They dream of insurmountable barriers, expulsion and extermination, forgetting that nature, be it European, American, African or Asian, has always evolved with the influence of successive waves of migrants: plants, insects and animals that swim, fly, crawl or float on the winds and currents. This is the story of the conquest of Mexico and America, not only by Cortes, Almagro and Pizarro, but also by sheep, horses, pigs, wheat and domesticated bees. There were no bees in the New World, and today I do not believe anyone complains about their generous and indispensable activities. Similarly, the New World sent many unknown species to the Old World and today not even the fiercest enemy of immigration from France’s National Front or Italy’s Lombardy League could imagine their countries without the potato or tomato.
But fear of the “alien” may lead to bad decisions and dreams of eradication. In the U.S. and Mexico a few years ago, there was a call for a crusade against the eucalyptus, a humble tree of Australian origin, suddenly blamed for all the world’s sins. On the campus of UNAM (National Autonomous University of Mexico), there was a program to cut down all of the eucalyptus trees. Today a new theory has emerged which advocates restoring this tree, which is said to be one of the few sources of nectar for bees in winter, as well as a vital tree for monarch butterflies during their migration.
The monarch butterfly is ours! Beautiful symbol of long migrations, it knows no borders, is permanently illegal, and even if it does not get wet when it crosses the Rio Grande, is no different from the “criminal” Mexican and Latin American “wetback.” It should be a symbol for all the migrants of the world, legal as well as illegal.
All efforts by ecologists to “restore” the ecosystem to a supposed original state have failed, are failing, and will fail. All efforts by rich countries to impede the arrival of legal and illegal immigrants, rich and poor, have failed, are failing, and will fail. The U.S. and Europe over the last 160 years have periodically closed their borders, persecuted and deported immigrants, and given birth to racist “nativist” movements against aliens. But today’s alien is tomorrow’s citizen, and today he does the work that no one else wants to do.
Some say that Latino immigrants take jobs away from U.S. citizens. Last year the main union for agricultural workers in the U.S. posted job offers. Three million people visited their website, takeourjobs.com. Only 8,600 people showed any interest in this type of work, and a grand total of seven — only seven — actually went out to work in the fields. Ninety percent of those who work the harvest are undocumented Latinos.
El UniversalOpinionArticulistas
Jean Meyer
Migrantes y antimigrantes
Es un historiador mexicano de origen francés. Obtuvo la licenciatura y el grado de doctor en la Universidad de la Sorbonne.
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Europa toda se asusta frente a la llegada de 20 mil tunecinos y libios a Italia, y los antimigrantes, desde Sicilia hasta Finlandia, profetizan que, si no se pone fin a la libre circulación de las personas, son cientos de miles, son millones de africanos los que van a invadir Europa. En Estados Unidos parece crecer el mismo sentimiento de hostilidad a los migrantes, como lo demuestra el apoyo a las leyes de estados como Arizona o Georgia, y también la actividad legal e ilegal de milicias armadas a lo largo de la frontera mexicana. Las nuevas leyes, parcialmente suspendidas por un juez, hacen de la inmigración ilegal un crimen de Estado y obligan la policía a perseguirla.
Hace tiempo que un primer ministro francés de izquierda, realmente de izquierda, dijo que “Francia no puede acoger toda la miseria del mundo” y que la Dama de Hierro, esa sí, de derecha, Margaret Thatcher, invocó “el miedo a ser sumergido por extranjeros”; los llamó aliens, palabra que todos entendemos gracias al cine.
Pues bien, aliens somos todos; desde que el hombre/mujer es hombre/mujer, desde que salió de su cuna africana hace más de 100 mil años, no ha dejado de moverse, sencillamente porque la vida es movimiento. En nuestros siglos de velocidad, desde que empezaron a correr trenes y barcos de vapor, el movimiento se ha acelerado y masificado, pero en esencia no hay nada nuevo bajo el sol y tampoco es nueva la reacción de hostilidad contra los migrantes.
Por cierto, en los países desarrollados, tanto en EU como en Europa, hay un movimiento ecologista que sostiene desde hace mucho una cruzada contra los migrantes; contra otra especie de migrantes: animales y plantas. No pertenecen al Tea Party de Sarah Palin, tampoco a los Minutemen ni a los Texas Rangers, pero su ideología no es muy diferente. No quieren que nada cambie y creen que el universo no debe moverse. Defensores del medio ambiente que son conservacionistas y por lo mismo radicalmente conservadores; sueñan con barreras infranqueables, expulsión, exterminio, olvidando que la naturaleza, sea europea, sea americana, africana o asiática, siempre ha evolucionado bajo el impulso de olas sucesivas de migrantes: plantas, insectos, animales que nadan, vuelan, reptan o se dejan llevar por vientos y corrientes. Ahí está la historia de la conquista de México y América, no solamente por los Cortés, Almagro y otros Pizarro, sino por borregos, caballos, puercos, trigo y abejas domésticas. No había abejas en el Nuevo Mundo, y hoy en día no creo que nadie se queje de su generosa e indispensable actividad. De la misma manera el Nuevo Mundo mandó al viejo muchas especies desconocidas, de tal modo que ni el más feroz enemigo de los inmigrantes, miembro del Frente Nacional francés o de la Liga Lombarda en Italia, podría imaginar su tierra sin papa y jitomate.
Pero el miedo al alien es mal consejero y lleva a sueños de erradicación; hace unos años, de repente, se llamó a la cruzada contra el eucalipto, tanto en EU como en México, pobre árbol originario de Australia, de repente acusado de todos los pecados del mundo. En los terrenos de la UNAM hubo un programa para cortar todos los eucaliptos. Hoy una nueva teoría ha surgido para rehabilitar a este árbol que, me dicen, es una de las pocas fuentes de néctar para las abejas en invierno y también un árbol vital para la mariposa monarca a lo largo de su migración.
¡La mariposa monarca es nuestra! Hermoso símbolo de las grandes migraciones, no conoce las fronteras, es permanentemente ilegal y, si bien no se moja al cruzar el río Grande, de hecho no es diferente de los “criminales” wetbacks mexicanos y latinoamericanos. Debería ser el símbolo de todos los migrantes del mundo, legales como ilegales.
Todos los esfuerzos de los ecologistas para “restaurar” los ecosistemas a un supuesto estado original han fracasado, fracasan y fracasarán. Todos los esfuerzos de los países ricos para impedir la llegada de los inmigrantes legales e ilegales, ricos y pobres, han fracasado, fracasan y fracasarán. Estados Unidos y Europa, a lo largo de los últimos 160 años, han periódicamente cerrado sus fronteras, perseguido y deportado a los inmigrantes; periódicamente han surgido en estos países movimientos racistas, “nativistas” contra los aliens; pero el alien de hoy es el ciudadano de mañana y hace hoy el trabajo que ya nadie quiere hacer.
Se dice que los inmigrantes latinos quitan el trabajo a los estadounidenses. El año pasado el principal sindicato de trabajadores agrícolas de EU lanzó ofertas de trabajo. Tres millones de personas visitaron su sitio takeourjobs.com. Sólo 8 mil 600 manifestaron su interés por este tipo de trabajo, pero siete, nada más siete, fueron a trabajar en el campo. Noventa por ciento de los cosechadores son latinos sin papeles…
jean.meyer@cide.edu
Profesor investigador del CIDE
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