Obama and Latin America

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Obama y América latina

Juan Gabriel Tokatlian

Viernes 19 de diciembre de 2008

LA Guerra Fría concluyó en gran parte del mundo y difícilmente se reanude: Rusia es un actor insatisfecho, pero no es una potencia revisionista, mientras que China continúa con su ascenso global como un poder moderado y pragmático. El único lugar donde aún sobrevive la Guerra Fría es América latina. El mayor desafío que tiene Barack Obama respecto de América latina es terminar con la Guerra Fría en la región.

Hay tres casos que muestran la persistencia de la lógica y la dinámica de la Guerra Fría en el área. Primero, Cuba, que ha dejado de ser un modelo de exportación comunista al exterior y tiene la impronta de un típico nacionalismo popular y autoritario. Segundo, Colombia, donde subsisten las FARC (originariamente, pro Moscú), en uno de los conflictos armados más prolongados y degradados del mundo. Tercero, Venezuela y el “socialismo del siglo XXI” de Hugo Chávez, particular mezcla de antiimperialismo ortodoxo, populismo caribeño, nacionalismo bolivariano y caudillismo latinoamericano.

El gobierno entrante de Obama podría diseñar iniciativas prácticas y prudentes en cada caso. Podría, asimismo, identificar intereses domésticos en Estados Unidos que respaldaran su estrategia. Su clara victoria, su trascendental triunfo en el estado de Florida y el hecho de que los demócratas pasen a controlar la Cámara de Representantes y el Senado le pueden permitir anunciar la terminación gradual del embargo, iniciar conversaciones con Raúl Castro y comprometerse a favor de una transición democrática incruenta y progresiva en la isla.

Frente a Colombia, Obama dispone de incentivos positivos y negativos para incidir en el curso de lucha armada y profundizar la democracia. Las FARC están debilitadas y una política de seguridad coherente ya no requiere un controversial tercer mandato de Uribe. Si Washington quiere limitar el negocio de las drogas entre el mundo andino y Estados Unidos, necesita que Colombia esté en paz. El presidente entrante puede usar concurrentemente el tema comercial y el de los derechos humanos para que Bogotá obtenga su deseado Tratado de Libre Comercio (TLC) e inicie un sendero de solución política negociada al conflicto armado interno.

En cuanto a Venezuela, parece existir un contexto oportuno a favor del establecimiento de un modus vivendi entre Washington y Caracas. En materia de petróleo y comercio existe casi un TLC de facto, aunque en lo político-militar las diferencias son enormes. Lo importante es que el usual arsenal que Washington solía usar con los “países problema” -golpe de Estado, contención agresiva, asfixia diplomática y conflicto de baja intensidad- no es utilizable en el caso venezolano. Se trataría, entonces, de construir un puente político discreto, un diálogo franco en el que las inquietudes en materia de seguridad de los dos puedan ser contempladas y puedan ser acordados compromisos puntuales para evitar tensiones.

Obama puede liderar con pocos gestos el desmantelamiento de la Guerra Fría en América latina. Podría contar con países que secundaran, por vía de los buenos oficios y otros modos de cooperación diplomática, esa tarea: Canadá, México, Brasil, Panamá, Chile y la Argentina podrían contribuir decisivamente. El manejo individual de cada uno de los casos mencionados podrá reforzar la credibilidad colectiva en una política orientada a clausurar la Guerra Fría en el área. De materializarse, ese hecho sustantivo y simbólico contribuiría a elevar la credibilidad de Washington y la confianza hacia Estados Unidos, algo que el gobierno del presidente Bush hizo añicos.

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