The year ended with an interesting controversy. The public voted overwhelmingly for Julian Assange, the founder of WikiLeaks, as “Person of the Year,” but the editors of Time magazine wisely chose Mark Zuckerberg, the founder of the Facebook network.
In the field of communications, the creations of both men are among the highlights of the decade, but I agree with the decision of Time.
Although the ability of WikiLeaks to publish unlimited material and uncomfortable secrets could destabilize a government or change the ways of doing politics, in the end it's nothing more than the enhanced use of new technologies by traditional journalism. Its values lie in the creation of a public agenda within the framework of vertical communication from sender to receiver.
Because of WikiLeaks, it may be that we appreciate the world differently; Facebook, however, has changed our way of living. Zuckerberg has, in the few years since the project began in 2004 as a game at Harvard, transformed the way we communicate.
He has offered us a more mature version of our experience with the internet. We now live in an era of greater horizontal, expressive freedom, where the most important thing is not the way we communicate but how we interact and connect with others. We can feel at a personal level. In my house, the breakfast routine has changed since we became part of this Facebook community of 550 million people, which grows at a rate of 700 thousand users per day. My wife reads the newspapers after reconnecting with friends from 30 years ago; she chats, tags and shares photos, as she did back in her teens. And I, since I followed the formidable political campaign of Barack Obama, navigate and read what most interests my friends, follow the trends of groups protesting or sympathizing with any cause, endorse campaigns of any kind or relate to those whose likes we share, despite different ages, ideologies and nationalities.
It is true that we have lost some privacy, that virtual relationships can condition our lives and that we are more targeted than before. But nothing compares to the benefits of the freedom to express and connect. There is research, such as that done by the Spanish bank BBVA, which shows that Mexican migrants in the U.S. who use social networks like Facebook and Twitter earn 23 percent more than the rest because they have access to better information about jobs, wages and forms of savings.
Spontaneous communication is so powerful that it has become a challenge for intolerant governments. Chinese authorities have censored Facebook since early 2009 and Pakistan, Iran and Saudi Arabia block it periodically.
We’ll see what happens in Venezuela.
This week, Hugo Chavez legalized censorship of the Internet, and those who form social networking groups to criticize the government will be punished. Never mind the level of censorship that would be generated if WikiLeaks published the secret diplomatic cables of the Chavez government, since the new legislation allows blocks such as those practiced in Cuba.
Facebook will survive governments and their censorship. It’s neither the first time nor the only network [to be censored] since Google, in the age of search engines, became the dominant force.
It is estimated that Facebook will have one billion users by 2012. The media and advertisers will continue to use it to expand their limits and journalists will use it for feedback and stories. And as is already happening, the connection to news or entertainment sites will be through profiles on Facebook, a sort of “passport” for any activity.
Zuckerberg was well chosen as “Person of the Year.” Not because at the age of 26 he has a company worth more than U.S. $40 billion, or because, as a young philanthropist, he is committed to donating half of his fortune in his lifetime, a la Bill Gates and Warren Buffet, but because of his vision. Time must have chosen him because, where everyone saw a network of computers for business opportunities, he saw a vast network of people and a new form of communication: interconnection.
¿Wikileaks o Facebook?
Ricardo Trotti
trottiart@gmail.com
El año terminó con una interesante polémica. El público votó en forma abrumadora por Julian Assange, el fundador de Wikileaks, como “personaje del año”, pero los editores de la revista Time escogieron sabiamente a Mark Zuckerberg, el fundador de la red social Facebook.
En materia de comunicación, las creaciones de ambos hombres figuran entre las más relevantes de la década que termina, pero concuerdo con la decisión de Time.
Aunque la fuerza de Wikileaks al publicar ilimitados materiales secretos e incómodos podría desestabilizar a un gobierno o cambiar las formas de hacer política, en el fondo no es más que el aprovechamiento potenciado de las nuevas tecnologías por parte del periodismo tradicional. Su valor radica en la denuncia y la creación de agenda pública dentro de un esquema de comunicación vertical, de emisor a receptor.
Por Wikileaks puede que apreciemos el mundo de forma diferente, pero Facebook, en cambio, modificó nuestra forma de vivirlo. Zuckerberg, en pocos años, desde que inició en 2004 su proyecto casi como un juego en Harvard, transformó la forma en que nos comunicamos.
Nos ofreció una versión más madura de nuestra experiencia con Internet; y ahora vivimos una etapa de mayor horizontalidad expresiva, de libertad, donde lo más trascendente ya no es el modo en cómo comunicamos, sino cómo interactuamos y nos conectamos con los demás. Lo podemos palpar a nivel personal. En mi casa, la rutina de los desayunos cambió desde que formamos parte de esta comunidad de Facebook de 550 millones de personas que crece a un ritmo de 700 mil usuarios al día. Mi esposa lee el periódico después de reconectarse con sus amigas de hace 30 años; chatea, etiqueta fotos y comparte como no lo hacía desde su adolescencia. Y yo, desde que seguí la formidable campaña política de Barack Obama, navego leyendo lo que le interesa a mis amigos, sigo las tendencias de grupos que protestan o simpatizan con cualquier causa, endoso campañas de todo tipo o me relaciono con quienes compartimos gustos a pesar de distintas edades, ideologías o nacionalidades.
Es cierto que hemos perdido algo de privacidad, que las relaciones virtuales pueden condicionar nuestras vidas o que podemos ser más vigilados que antes. Pero nada se compara a las ventajas de la libertad de expresarnos y conectarnos. Incluso hay investigaciones, como la del banco español BBVA, que demuestran que los migrantes mexicanos en EEUU que usan redes sociales, como Facebook y Twitter, ganan 23% más que el resto, porque acceden a mejor información sobre fuentes de trabajo, salarios y formas de ahorro.
Es tan poderosa la comunicación espontánea que se ha convertido en un desafío para gobiernos intolerantes.
Las autoridades chinas tienen censurado a Facebook desde principios de 2009 y en Pakistán, Irán o Arabia Saudita lo bloquean periódicamente.
Habrá que ver qué sucederá en Venezuela.
Esta semana, Hugo Chávez legalizó la censura del Internet y quienes formen grupos en las redes sociales para criticar al gobierno podrán ser castigados. Ni pensar el nivel de censura que generaría que Wikileaks publicara cables secretos de la diplomacia chavista, ya que la nueva legislación permite bloqueos como se practican en Cuba.
Facebook sobrevivirá a gobiernos y su censura. No fue la primera ni es la única red social, pero Google en el mundo de los buscadores de Internet, se transformó en la fuerza dominante.
Se calcula que tendrá un billón de usuarios para 2012. Los medios y los avisadores lo seguirán usando para expandir sus límites y los periodistas para retroalimentar historias. Y como ya está ocurriendo, la conexión a sitios de noticias o entretenimiento, será a través de perfiles en Facebook, una especie de “pasaporte” para cualquier actividad.
Zuckerberg estuvo bien escogido como “personaje del año”. No porque a los 26 años tenga una compañía de más de U$S40 billones o se comprometiera como joven filántropo ante Bill Gates y Warren Buffet a donar la mitad de su fortuna en vida, sino por su visión. Time lo debe haber elegido porque donde todos veían en una red de computadoras la oportunidad de negocios formidables, él vio una vasta red de personas y una nueva forma de comunicación, de interconexión.
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