Although some still see it as a myth, global warming is our world’s most serious problem, and humanity must face it. Two countries have been the primary cause of our current predicament. From the period 1960-2016, the United States released 270.5 billion metric tons of carbon dioxide (approximately 298 billion U.S. tons), followed by China with 190.7 billion metric tons (approximately 210 .2 billion U.S. tons).
The data show that in the United States, the per capita measurement of carbon dioxide emissions was 17 metric tons in 2016 (approximately 18.7 U.S. tons), the highest of all developed countries in the world. Still, a decreasing trend can be observed, since the per capita carbon dioxide emissions in 2000 was 20 metric tons (approximately 20 U.S. tons). Then there is China, whose per capita emissions were 7.2 metric tons in 2016 (approximately 7.9 U.S. tons), also a decrease from 2013’s level of 7.6 metric tons (approximately 8.3 U.S. tons).
In net terms, in 2016 the United States released over 5 billion metric tons of carbon dioxide (5,312,000,000 metric tons or approximately 5.8 billion U.S. tons) while China, the most populated country on the planet, released just over 10 billion (10,151,000,000 metric tons or approximately 11.2 billion U.S. tons) almost doubling the net output of the world’s largest economy, the United States.
The Chinese government recognizes the existence of global warming, and it is showing signs of its growing concern about the effects of pollution on its population’s living conditions and quality of life. The Chinese government realizes that smog damages its nation’s economy, raises public health costs, lowers productivity, and acts as a disincentive for tourism. That is why it accepted the objectives established by the Paris climate agreement, even though the agreement obliged the second largest national economy in the world to make increasing investments in strategies that would curb the growth of carbon dioxide emissions and beginning by reducing them in the short term.
China has recognized and accepted that, in order to achieve its objectives, it must reduce its use of carbon as an energy source. Along these lines, China has proposed reducing carbon use in the energy matrix to no more than 58 percent by 2010. Subsequently, it will maintain the trend toward less and less carbon use over time. If China complies with its Paris agreement commitment, it will be able to reach its nationally determined contribution – or NDC – objective 10 years before its established deadline.
When one notes what China has invested in generating renewable energy, the country’s strong commitment to cleaner energy more favorable to the environment is clear. At the end of 2017, China had an actual capacity of 618,803 megawatts of renewable energy, almost three times the United States’ 229,913 megawatt capacity. In the wind sector, for example, China is first in world rankings with 164,061 megawatts, followed by the United States, with 87,544. The pattern repeats itself with solar energy. China closed 2017 with an installed capacity of 130,646 megawatts of solar energy, three times the United States’ 42,889 megawatt capacity. Also, in the production of biomass energy, China ranked third at 11,365 megawatts, following Brazil at 14,583 megawatts and the United States at 13,151 megawatts. Furthermore, China halted the construction of 103 new carbon plants when, at the beginning of 2017, its energy department announced an allotment of $360 billion toward new renewable energy projects from 2017-2020.
Simultaneous to taking action to change its electrical energy matrix, China, unlike other countries, refuses to incentivize gasoline and diesel. Gas prices in China include a noticeable fuel tax. So it’s not by chance that the price of a gallon of regular unleaded gas in China was $4.49 during the week of May 14. That was quite near the price here in the Dominican Republic that week – $4.59. In the United States, the fuel tax is quite low, and consequently, the price is just $3.14 per gallon, the lowest price among all the developed nations. Significantly, a large portion of the United States’ carbon dioxide emissions comes from liquid combustibles used for transportation.
China’s commitment to join the majority of the globe’s countries in the Paris climate agreement is evident. The Dominican Republic should take advantage of the fact that China seeks to curb the effects of climate change and prevent more global warming in order to attract investment and financing in areas where we can reduce the use of fossil fuels to produce energy. As Robert Copley, the U.S. interim ambassador to the Dominican Republic said referring to the new relationship between China and the Dominican Republic, “Any business, investment, or loan whose effects are beneficial in terms of labor protections, the environment, and improved transparency is always welcome.” I agree 100 percent with the Copley Doctrine.
A pesar de que algunos lo tienen como un fantasma inexistente, el calentamiento global constituye actualmente el problema más serio que enfrenta la civilización humana. Dos países han sido los principales detonantes del mismo. En el período 1960-2016, Estados Unidos ha emitido 270,500 millones de toneladas métricas CO2, seguido por China con 190,700 millones.
Cuando medimos las emisiones anuales de CO2 por habitante, tenemos que en los Estados Unidos alcanzó 17 toneladas métricas en el 2016, el más elevado entre los países desarrollados del mundo. Se observa, sin embargo, una tendencia a la baja con relación al nivel de 20 toneladas métricas por habitante que se registró en el 2000. En China, por su parte, las emisiones por habitante alcanzaron 7.2 toneladas métricas en el 2016, mostrando también una ligera tendencia a la baja con relación al nivel máximo de 7.6 en el 2013.
Mientras en el 2016 Estados Unidos emitió un total de 5,312 millones de toneladas métricas de CO2, China, el país más poblado del planeta, emitió 10,151, prácticamente el doble de la cantidad emitida por la mayor economía del mundo.
El Gobierno chino reconoce la existencia del calentamiento global y exhibe una creciente preocupación con los efectos de la contaminación sobre las condiciones y la calidad de vida de sus habitantes. Sabe que el problema de la niebla tóxica (smog) le hace daño a su economía, eleva los costos de los servicios de salud pública, disminuye la productividad y desincentiva el turismo. Fue por eso que aceptó las metas establecidas en el Acuerdo de París, independientemente de que estas obligarán a la segunda economía del mundo a realizar crecientes inversiones para detener el crecimiento de las emisiones de CO2 y comenzar a reducirlas en el corto plazo.
China ha reconocido y aceptado que, para lograr las metas, tiene que reducir el uso del carbón como fuente de generación de energía. En ese sentido, se ha propuesto reducir la participación del carbón en la matriz energética a no más de 58% en el 2020 y mantener en lo adelante la tendencia a la baja en la participación. Si cumple el compromiso asumido en el Acuerdo de París, alcanzaría sin problemas la meta de la Contribución Determinada a Nivel Nacional (CDN), diez años antes de la fecha límite establecida.
Cuando se observa lo que ha estado invirtiendo China en la generación de energía renovable, se revela el fuerte compromiso de esa nación con una generación de energía más favorable al medio ambiente. Al final del 2017, China tenía una capacidad instalada de 618,803 MW en energías renovables, prácticamente tres veces los 229,913 MW que tenía Estados Unidos. En eólica, por ejemplo, China ocupaba la primera posición en el ranking mundial, con 164,061 MW, seguido por Estados Unidos con 87,544 MW. Lo mismo se observa en el ámbito de la energía solar. China cerró el 2017 con una capacidad instalada de 130,646 MW, tres veces los 42,889 MW que tenía Estados Unidos. Incluso en la generación a partir de la transformación química de la biomasa, China ocupaba a final del 2017 la tercera posición con 11,365 MW, por debajo de Brasil y Estados Unidos, que encabezan el ranking, con 14,583 y 13,151 MW, respectivamente. China ha detenido la construcción de 103 nuevas plantas de carbón mientras su agencia de energía anunció a principios del 2017 la asignación de más de 360 billones de dólares en nueva generación renovable en el período 2017-2020.
Mientras acciona para cambiar marcadamente la matriz de generación de electricidad, China, a diferencia de otros países, no incentiva el consumo de gasolina y gasoil. El precio de la gasolina en China incluye un componente apreciable de impuestos (fuel-tax). No es por casualidad que el precio del galón de la gasolina regular en China durante la semana del 14 de mayo del 2018 era de US$4.49, cercano al de US$4.59 que prevalecía en ese momento en nuestro país. En Estados Unidos, el impuesto es muy bajo y el precio, en consecuencia, es de apenas US$3.14 el galón, el más bajo entre todos los países desarrollados del mundo. Una buena parte de las emisiones de CO2 en los Estados Unidos es generada por el consumo de combustibles líquidos en el transporte.
El evidente compromiso de China para unirse a la mayoría de los países del mundo bajo el Acuerdo de París para enfrentar los efectos del cambio climático y prevenir más calentamiento global, debe ser aprovechado por la República Dominicana para atraer inversiones y financiamientos hacia áreas que nos permitan reducir la incidencia de los combustibles fósiles en la generación de energía. Como bien señaló Robert Copley, encargado de Negocios de la Embajada de los Estados Unidos en el país, refiriéndose a las nuevas relaciones entre China y República Dominicana, “cualquier tipo de comercio, inversión o préstamo que su efecto tiende a ser beneficioso en cuanto a la protección de derechos laborales, al Medio Ambiente y que mejore la transparencia siempre será bienvenido”. Estoy 100% de acuerdo con la Doctrina Copley.
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